La visita de los Reyes a Paiporta con motivo del desastre provocado por la reciente DANA, en compañía de Pedro Sánchez y Carlos Mazón, visibilizó con total claridad las enormes diferencias que existen en cuanto a temple, carácter y valía personal entre Sus Majestades y el advenedizo presidente del gobierno de España. Los primeros, sin ninguna responsabilidad en la gestión de la emergencia, asumieron todos los riesgos posibles, acompañados por el presidente de la Comunidad, mientras el segundo, con toda la carga de obligaciones incumplidas a sus espaldas huyó, desertó visiblemente afectado y desencajado. El episodio se difundió por todos los medios y los españoles pudimos contemplar la cobardía manifiesta de quien es el máximo responsable de la defensa del estado.
Algunos tenemos la impresión de que Felipe VI ha comprobado como su imagen ha quedado muy por encima de la de Pedro Sánchez, y que debe aprovechar la ocasión para desagraviarse por las muchas desconsideraciones que ha sufrido por parte de este y acrecentar su figura de monarca. Ya había puesto, de inmediato, a su Guardia Real a disposición de las labores de auxilio a las zonas afectada y una semana después ha vuelto a Valencia, esta vez a un cuartel vestido de uniforme militar como el primer soldado de España que es, y ya ha previsto una nueva visita a la región valenciana para contactar con el pueblo ¿Sería capaz de hacerlo Pedro Sánchez?, ¿Cómo sería recibido?
La monarquía española siempre ha gozado del afecto de la gran mayoría del pueblo; lo tuvo su padre, Juan Carlos I, al menos hasta que decidió abdicar y se lo ha ganado a pulso Felipe VI por su gran formación, política y humana, por su cercanía, por el discurso que fue capaz de desactivar el procés en octubre de 2017 y que se ha vuelto a ganar en noviembre de este 2024 en Paiporta, esta vez junto con la Reina, mientras Pedro pamplinas se escabullía como el cobarde que es.
Parecen malos tiempos para los antimonárquicos, para muchos izquierdistas y todos sus extremistas, que son quienes pueblan abundantemente el republicanismo patrio, tiempos nocivos para quienes no se atreverían a convocar un referéndum que saben perderían por goleada por mucho que lo demanden, para tantos que muestran el simplismo de su intelecto con las manidas y retóricas frases de siempre: “yo no voté la monarquía” o “nadie puede ser jefe del estado sin someterse a unas elecciones y solo por nacer en una determinada familia”.
La Constitución obtuvo el refrendo del 87,78% de los electores el 6 de diciembre de 1978 y el artículo uno punto tres reza: “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. La Carta Magna y la monarquía, validada por tanto por tan amplísima mayoría, llevan 46 años vigentes y nos han proporcionado los mejores años de la Historia de España. No se puede repetir la experiencia del convulso siglo XIX en que fueron promulgadas siete constituciones y dos cartas otorgadas y terminó con el desastre de 1898. Ninguno de quienes dicen que quieren que les vuelvan a preguntar, haría la misma petición si cuando llegó la transición nos hubiéramos convertido en una república.
La monarquía parlamentaria es una forma de estado tan legítima como la de cualquier república. A diferencia de las monarquías medievales, el Rey reina pero no gobierna, es una figura apolítica, símbolo de unidad y permanencia, que arbitra, modera y asume la más alta representación del estado en las relaciones internacionales siendo el mejor embajador y proporcionando gran prestigio al estado.
Existe un problema añadido: los republicanos españoles son aquellos, son los mismos y más directos continuadores de los que prostituyeron la segunda república, convencidos de que ese sistema solo podía ser gobernado por las izquierdas y los obtusos responsables del trágico final que desembocó en una guerra civil.
La primera de las dos repúblicas que hubo en España fue otro tremendo fracaso que en realidad solo duró once meses (república federal con cuatro presidentes) hasta el golpe de estado del general Pavía, porque el resto del tiempo (república unitaria) no fue sino la dictadura del general Serrano, hasta el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto y la restauración monárquica,
La abdicación del Rey Amadeo de Saboya y el autoexilio del primero de los presidentes republicanos, Estanislao Figueras, tras pronunciar su célebre frase: “señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros”, la de Azaña: “la vida de un republicano vale más que todos los conventos e iglesias de España”, más el demostrado fraude electoral de febrero de 1936, que permitió gobernar al frente popular y tantos, tantísimos otros errores cometidos, son claros exponentes del porqué de tanto fracaso de las repúblicas en nuestro país. Pero, además, todos cuantos quieren una república, al menos una gran parte de ellos ignaros en Historia, deberían informarse de que ninguno de los cinco presidentes de la primera ni de los tres que lo hicieron en la segunda, salieron de comicios libres sino que fueron designados por la ley del porque sí.
A un Rey o Reina de una monarquía parlamentaria moderna, le le proporciona una extraordinaria formación en todas las facetas de todo aquello en lo que tendrá competencia. Sin embargo, por la grandeza pero también por las sercidumbres de la democracia, al no necesitar demostrar ninguna valía, hemos tenido y tenemos que disfrutar, verbigracia, de diputados como El Rastras o Diego Cañamero. Hasta nuestra excelsa Yolanda Díaz, la de la oratoria dispersa, podría llegar a ser presidenta de la república. Y no sigo por no señalar, ¿que les parece?
Que Dios guarde a nuestro Rey Felipe VI muchos años y a su hija y sucesora la Princesa Leonor que está recibiendo, al igual que hiciera su padre, una gran formación integral.