Ojo a los datos:

La alcaldesa  de Barcelona y militante de En Comú Podem, Ada Colau, ha sido imputada por favorecer, presuntamente, a sus amiguetes con 80 millones  de euros de dinero público a base de contratos  amañados.

El ex ministro socialista, Salvador Illa, gastó millones en comprar un material sanitario que nunca llegó, a empresas de su entorno geográfico cuya existencia nunca se pudo constatar.

El marido de la ministra socialista Nadia Calviño es sospechoso de estar siendo favorecido, casualmente claro, por ayudas europeas.

En Valencia están abiertas dos causas judiciales por presuntas subvenciones millonarias al hermano del presidente socialista Ximo Puig.

Un juez está investigando  las cuentas del marido de la directora general (socialista, claro) de la Guardia Civil, para averiguar si ha sido favorecido con préstamos sospechosos.

Que Villarejo cite a Sánchez en el turbio asunto de las saunas gay de su suegro; que sigamos conociendo, casi a diario, que se producen sucesivas condenas sobre los casos de corrupción del PSOE andaluz; que el caso de las menores tuteladas que resultaron prostituidas en Mallorca, sea asunto vergonzantemente ignorado; que los asuntos pendientes (financiación ilegal, caso Neurona, caso Dina, caso niñera, etc.) sigan afectando a  Podemos; que el feo tema del marido de Mónica Oltra siga conmoviendo al gobierno valenciano; que en otro caso el ex ministro Ábalos comprara mascarillas por 53 millones a una empresa con cuatro empleados y no digamos lo del caso Plus Ultra…

Todos son simples bagatelas que algunos nos empeñamos en criticar porque somos muy malos y encima debemos ser muy fachas... Pero todo lo anterior no es más que un pequeño botón de muestra de los muchos asuntos de la corrupción galopante que adorna a la izquierda española, la misma izquierda que pretende destruir totalmente la separación de poderes y darle el definitivo tiro de gracia a Montesquieu. De la misma izquierda sanchista que ha logrado disparar nuestro déficit económico y prostituye día a día las instituciones. La izquierda en la que cada facción odia a las otras pero en la que siempre acaban yendo todos de la mano. Son los listillos.

Pero nada de todo lo citado impide que los mismos ¿presuntos? caraduras que protagonizan tales episodios se hagan ahora cruces por los supuestos tejemanejes del hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Desde esta humilde tribuna no disponemos de suficientes datos que nos permitan afirmar o desmentir feacientemente si en los negocios de Tomás Díaz Ayuso existen indicios delictivos o no, pero lo poco que sabemos y la opinión de no pocos juristas de prestigio nos inclinan a pensar que no hay nada irregular en sus contratos y que, en cualquier caso, su hermana es ajena a todo ello. Tendrá poco recorrido judicial pero abrirá muchos telediarios y la fiscalía (¿de quién depende?) ejercerá eficaz cooperación, ya lo está haciendo, a ello. El tiempo nos dará o nos quitará la razón, y aun siendo verdad que de todos los casos referidos al principio de este artículo algunos podrían resultar sobreseídos aunque ahora todos apesten, al menos tendríamos que pensar que la misma presunción de inocencia debería aplicarse a Ayuso y su familia. Por más que a la progresía rampante le pueda molestar, esa presunción de no culpabilidad es aplicable también a sus opositores.

Hay que reconocer que en todo este lodazal la izquierda se mueve con total soltura mientras la derecha, casi toda ella siempre acomplejada, sigue siendo muy bisoña. Lo incomprensible es que todas las puñaladas contra su lideresa más destacada vengan de su propio partido, que su valor más seguro, la Isabel Díaz Ayuso destinada a ser, antes o después, la primera mujer presidente de gobierno en España, sea atacada por la cúpula de su formación.

La muy eficiente política Isabel Díaz Ayuso es el personaje político que despierta mayor entusiasmo en la calle entre propios y extraños  (quizá la única) y  por eso mismo lleva años sufriendo las despiadadas embestidas de la oposición madrileña, del aparato del gobierno estatal que la tanto teme y de los medios afectos a éste. Pero eso va en el sueldo, lo estupefaciente es que las envidias, los celos y el miedo absurdo a perder el poder por parte de los dirigentes de su propio partido, les hayan llevado a intrigar contra ella provocando la mayor crisis que se recuerda en el PP, desquiciando, de paso, a sus votantes. Es como si el delantero centro chutase contra su portería. Son los tontainas.

Cuando se vislumbraba en el horizonte la posibilidad de que se produjera un cambio de ciclo, cuando se creía que por fin el centroderecha y liberalismo podría acabar sacando a Sánchez del poder, el Partido Popular de Casado parece disponerse a su propia autodestrucción.

En muy pocas fechas el PP ha disminuido en expectativas electorales bajando sustancialmente sus esperanzas demoscópicas en cuanto a número de diputados, hasta hacer que Vox se le acerque y esté próximo al sorpasso, pero ¡ojo! pues es bien sabido que cuando dos partidos se disputan el mismo espacio político y obtienen resultados similares,  el número de escaños  a repartir puede ser mucho menor por los efectos de la ley d´hont, algo a lo que también contribuiría la desmotivación de una parte del electorado que podría abstenerse.

O los populares solucionan el problema lo antes posible con un Congreso extraordinario o tendremos Sánchez y Frankenstein para mucho tiempo y lo peor es que las consecuencias pueden ser desastrosas para todos los españoles.

Que caiga quien tenga que caer y que emerja quien mejor se postule.