El frasco se puede ver medio lleno o medio vacío según quien lo mire, pero no se puede negar que la gestión del actual gobierno de la Comunidad de Madrid esté dando más resultados buenos que malos en general y en particular en el caso de la crisis de la pandemia actual, en la que sigue paliando en gran medida los errores de este gobierno -socialista o algo así- que sufrimos los españoles.

La presidenta Isabel Díaz Ayuso fue la primera en cerrar las puertas de los colegios y la que se cansó de advertir y pedir que se tomaran medidas de apoyo al gobierno de España, ya con antelación a la declaración del Estado de Alarma, recibiendo siempre la callada por respuesta porque no querían saber de nada que enturbiase el objetivo prioritario del gobierno. En el momento más duro de la crisis sanitaria, Madrid montó en tiempo record un magnífico hospital de campaña en IFEMA, instalación que fue visitada por el Rey, pero en la que nunca pusieron los pies ni el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ni el Vicepresidente segundo Pablo Iglesias, ni ningún otro u otra Vice-lo que-fuere.

Algo deben estar haciendo bien tanto Díaz Ayuso como el Alcalde de la capital, José Luis  Martínez-Almeida, cuando todas las encuestas, repito todas, apuntan a que ambos podrían arrasar en unas nuevas elecciones si se celebrasen ahora. Con la estrafalaria salvedad de doña Manuela Carmena, que fue alcaldesa con la incomprensible complicidad de un, ya entonces existente, sanchismo, que renunció a la alcaldía para no aceptar el apoyo de un PP que siempre le dio asquito, el Partido Popular lleva rigiendo los destinos de los madrileños desde hace no menos de 25 años. Eso parece ser lo que de verdad quita el sueño al Presidente del Gobierno y no su alianza con el señor  Coletamorada, coalición en la que aquel parece haber encontrado su alter ego.

Toda gestión tiene sus luces y sus sombras; sin duda el mandato de la señora Ayuso tiene algo de ambas y tambien se le podrán achacar actuaciones poco afortunadas, pero al lado del espectáculo que llevan casi dos años ofreciendo, primero el gobierno de don Pedro y finalmente el del dúo Sánchez-Iglesias, la comparación resulta ociosa y la victoria, para bien y por goleada, corresponde a la primera.

El gobierno ha puesto en marcha  toda su maquinaria institucional y mediática para desacreditar al principal partido de la oposición, tratando de desviar la atención para ver si así son menos visibles sus muchos yerros y múltiples trampas. Como buen actor, Sánchez no ceja de afirmar, en sus apariciones estelares de los sábados, que él lo que busca es la unidad y no quiere confrontaciones con nadie, y todo a la vez que manda a todas sus huestes a luchar encarnizadamente contra sus adversarios para intentar derrotarlos; burda y evidente estrategia. A ellos les pide responsabilidad, lealtad y colaboración fiel (léase sumisión), la misma probidad que él no ofrece a las Comunidades gobernadas por la derecha, a la vez que rehusa hablar con sus líderes.

Sin duda la señora Ayuso tendrá que aclarar lo que ha sucedido y las posibles irregularidades existentes en un supuesto  contrato (uno) con la empresa que le alquiló el apartamento, de momento nos abstendremos de opinar para no cometer errores, pero lo cierto es que ya ha se ha producido un cese y está abierta una investigación a cuyos resultados intentaremos remitirnos. Mientras, de los (muchos) contratos del gobierno con empresas desconocidas o inexistentes, vergonzantemente y sin inmutarse publicados en el BOE, lo único que nos dijo el Ministro señor Illa es que son errores administrativos y ahí se acabó la historia. Parece también que Doña Isabel se paga de su bolsillo el alquiler a un precio pactado y razonable para un hotel de alto estánding que de otra manera estaría vacío, mientras doña Carmen Calvo, tras estar ingresada en una clínica privada de las que tanto abomina el progresismo rampante, se recluyó en un apartamento de lujo oficial, al que puede tener tiene todo el derecho como miembro del gobierno, sí, pero estancia que, en definitiva, le pagamos entre todos.

El gobierno Sánchez lleva casi dos años de escandalo en escándalo, desde la tesis fake con el uso fraudulento de medios oficiales para intentar ocultarlo con otra de sus reiteradas y habituales mentiras, desde el viaje privado a un concierto en avión oficial, hasta el nombramiento de su esposa al frente de una empresa subvencionada por el estado donde apenas la conocen; desde el espinoso y lúgubre asunto de la visita de la "maletera" Delcy Rodríguez  hasta la negligencia, a sabiendas de lo que había y por motivos ideológicos, de no tomar en serio la pandemia que iba a llegar, o el exceso de irregularidades en la gestión de la crisis sanitaria y económica. Tantas y tantas falsedades y barbaridades como ya hemos señalado muchas veces en anteriores entregas de este blog en las que no vamos a insistir para no extendernos demasiado, pero que de sobra son conocidas por todos y, para vergüenza nuestra, muy negativamente comentadas en gran parte de la prensa internacional aunque lo intenten ocultar.

La solución buscada por la pareja atómica y sus correligionarios ha sido la habitual, utilizar los medios del estado para intentar desprestigiar al adversario a toda costa y escurrir el bulto en lo posible. Demasiado grotesco y es que: en España, si la izquierda no se mete contigo, amigo mío, es que no eres nadie o eres uno de sus jerifaltes.