Tras celebrarse las elecciones autonómicas en Castilla y León y a expensas de lo que pueda suceder en el futuro próximo tras las diferentes conversaciones que las fuerzas políticas mantengan, a primera vista parece que el gran triunfador fue Vox al haber multiplicado por 13 su numero de escaños convirtiéndose en pieza indispensable para la gobernabilidad de la región. Por supuesto que fue un gran éxito, pero tampoco debiera olvidar Abascal que aún tiene allí menos de la mitad de asientos que el PP y que por mucho que puedan sentirse satisfechos, el pretendido sorpasso a los populares a nivel nacional se antoja, como poco, muy lejano. Vox deberá seguir adoptando el papel de subalterno en el espectro de la derecha y no obviar el el hecho de que no tienen representación ni en todas las provincias ni en todas las autonomías. Vox, diga quien diga lo contrario, no es un partido fascista pero tendría que bajar un poco de revoluciones en algunos temas, dejar de mirar al PP como si fuera el enemigo a batir y no exigir más de lo razonable.

El Partido Popular ha ganado las elecciones sumando dos consejeros más que en los anteriores comicios pero ha fracasado en su intento de emular la gesta de Ayuso y poder gobernar sin ataduras. Tendrán que empezar a asumir que será muy difícil recuperar la hegemonía de la derecha en solitario, que tendrán que asumir errores, admitir a Vox como animal (con todo respeto) de compañía sin atacarles, haciéndolo sin complejos y despreciando los cantos de sirena de quienes les acusan de pactar con la ultraderecha mientras ellos comparten lecho con el terrorismo impenitente hoy partido político por conveniencia, desdeñando los hueros argumentos de quienes tienen amoríos con golpistas independentistas, y rechazando sin temor las incriminaciones de quienes pactan con la extrema izquierda estalinista y procastrista. PP y Vox deben entender, los dos, que su único rival es el sanchismo en modo Frankenstein.

El centroderecha (PP, Vox y Cs) han sumado un 53,36% de los votos mientras que la izquierda sanchista  y podemita solo ha sumado casi diecisiete menos, el 36,5%, repartiéndose el resto los partidos localistas que, aunque no muy definidos ideológicamente, parecen declararse todos como transversales, de centroderecha o centroizquierda, lo que bien puede entenderse como que más del 60% de los castellanoleoneses son de sentimiento liberal y rechazan el contubernio socialcomunista de Sánchez y Díaz.

Ciudadanos y la marca de Podemos están casi al borde de la extinción en CyL. Lo del partido de Arrimadas e Igea parecía cantado y lo de Podemos tampoco era difícil verlo venir tras actuaciones estelares como la del ministro Garzón. Tal vez Unidas Podemos esté pagando en su piel el desgaste de toda la izquierda porque al PSOE, por su gran implantación histórica, le costará más caer, pero démosle tiempo al tiempo.

Al partido Sanchista, el gran derrotado en CyL, se le están perdonando demasiadas cosas desde hace demasiado tiempo, tal vez por aquello de la superioridad moral que la derecha acomplejada lleva mucho tiempo cediéndoles gratuitamente, pero su desprecio por las instituciones, el uso del BOE y el Real Decreto para imponer sus criterios menospreciando las leyes, que el gasto público y la deuda se disparen, que seamos el último país de la eurozona que vaya a recuperar el nivel económico anterior a la pandemia, que la mentira, la autopropaganda, el camuflar el paro a base de incrementar el funcionariado, el compadreo con el independentismo delincuente, las amistades peligrosas con Otegui y colegas varios, la vergonzosa actitud ante el bolivarianismo y el castrismo de la mano de sus socios de gobierno, todo eso, poco a poco pero de modo inexorable, tendrá que irle pasando factura, no a Sánchez que habrá conseguido sus inicuos objetivos personales aunque Biden no le llame, pero sí al socialismo cuyos resultados electorales vamos viendo como menguan elección tras elección. Lo peor es que sus mendacidades las pagaremos todos.

Al CIS y a su desvergonzado director ya va siendo hora de que la ley, si es que la hay, le ponga en su sitio tras equivocarse dolosa e intencionadamente por enesima vez, gastandose mucho dinero público al servicio de sus huestes. Pero no me resisto, por último, a comentar lo del socialista Luis Briones quien, en un acto más de sumisión a su amo, pidió el perdón para todos los terroristas: “Hay que perdonar a los verdugos” fue su frase en un debate televisado. Con un par de briones se olvida de que incluso el perdón cristiano conlleva penitencia. Olvida que con la ley y el estado de derecho en la mano las condenas hay que cumplirlas con o sin perdón. Olvida Briones que trescientos casos de asesinatos etarras están sin resolver e, indecentemente, olvida Briones que los terroristas ni han pedido perdón ni se han arrepentido y si no siguen matando es porque no pueden pero, sobre todo, don Luis Briones miente, y miente porque lo que quieren él, su señorito Sánchez  y su secuaz Marlasca, no es dar el perdón sino venderlo: venderlo a cambio de votos.

Y que Dios les perdone porque es el único que puede hacerlo.