Kérenski, último presidente de Gobierno Provisional surgido de la revolución rusa de 1.905, parece haberse convertido en una especie de símbolo, a menudo citado por diferentes autores, por la oposición que ejercieron los “eseristas” de su partido, el SRs, y los mencheviques frente a los bolcheviques de Lenin, una oposición que finalmente no impediría la revolución de octubre de 1917 que desembocaría en la primera de las dictaduras comunistas del mundo.

Un papel parecido pudo ser el que intentó interpretar Manuel Azaña durante los años que perduró la Segunda República en España. Azaña, líder del partido Izquierda Republicana, era un convencido demócrata que deseaba situar a España en el camino de un verdadero sistema pluralista y moderno. Ejerció en varias ocasiones como Presidente del Consejo de Ministros y finalmente como Presidente de la República tras las, con toda probabilidad, fraudulentas elecciones de febrero de 1.936 que dieron lugar a uno de los períodos políticos más infaustos de este país, el que situó en el gobierno a un Frente Popular con la aquiescencia de los nacionalistas y constituido por todos los partidos de izquierdas, desde los más moderados hasta un PSOE largocaballerista situado en el ámbito de la izquierda revolucionaria más radical, más radical incluso que aquel Partido Comunista cuyos hilos eran manejados desde Moscú.

Azaña cometió muchos errores, pero el principal fue creer que podría dominar a la bestia, que finalmente las aguas podrían ser reconducidas a cauces homologables y que España se acabaría transformando en una democracia avanzada, próspera y renovada. Pero se equivocaba y nada más lejos de la realidad, porque si la república fue muy difícil de gobernar hasta febrero del 36, a partir de ese momento la barahúnda se convirtió en un aquelarre que solo podía acabar en un desastre de uno u otro signo como finalmente aconteció al cabo de cinco meses; mientras, Azaña parecía desenvolverse a gusto dentro del fárrago.

Nuestro gobierno actual surgido después de una moción de censura legal, legítima -no sin reparos- aunque deshonesta por cuanto los compañeros de viaje elegidos son absolutamente impropios dentro de una democracia que se precie, se podría parecer mucho a lo que fue el Frente Popular, y es que la Historia tiene una propensión desmedida a repetirse.
El pasado 1 de abril publicábamos en este mismo blog un spot advirtiendo de esta posibilidad, aunque en la confianza de que no se cumpliese el vaticinio, esperanza que no se ha visto materializada.

https://elseptimojinete.com/la-posibilidad-de-un-nuevo-frente-popular/

Advertíamos también de que el populismo de izquierda y los nacionalismos presionarían a tal fin y estarían encantados de transformar a Pedro Sánchez en el nuevo Azaña que también les colocase en situación de poder lograr sus objetivos. Pues bien, que el gobierno de España y los apoyos que le han permitido llevar a buen término la moción de censura y con quienes ahora se sienten obligados a quedar bien, no sean más que la nueva versión de aquel Frente Popular, es cuestión opinable que dejaremos al criterio de cada cual, pero bien podría creerse que no cabe la menor duda.

La reciente firma del convenio entre, no el PSOE, sino el gobierno y el Partido Podemos con la foto de sus líderes Pedro Sánchez y Pablo Iglesias escenificando el seudo-monipodio entre ellos existente resulta, cuando menos, preocupante. De que Azaña hizo en España el mismo papel que Kérenski en Rusia, aunque aquí no triunfase al fin la revolución a causa de la rebelión militar del 18 de julio del 36, no nos puede caber tampoco duda alguna.

Que Sánchez, azuzado por sus penurias, vaya a querer desempeñar ese rol no es descartable, pero que los resultados puedan ser los mismos es bastante más dudoso, porque los tiempos han cambiado a mejor, porque España dispone de garantías constitucionales y estructurales, cortafuegos de los que carecía en otros tiempos y porque ahora existe una UE que en último extremo puede imponer sus criterios como ya hizo con la Grecia de SYRIZA obligando a Tsipras a retornar al sendero europeo por mucho que se resistiese Varoufakis, pero ya vemos como la tendencia de la Historia a volver a repetirse es proverbial y las consecuencias pueden ser también poco halagüeñas, por no emplear términos más peyorativos.
Y la verdad es que aun confiando en sus instituciones, a día de la fecha Europa tampoco parece un escenario del todo fiable ni exento de darnos sorpresas, a la vista de los últimos acontecimientos.

Podíamos leer, hace escasas fechas, en un periódico de los que se sitúan en el ámbito de la derecha, un artículo firmado por un cargo medio-bajo del PSOE en el que el exégeta se mostraba preocupado -como nos ocurre a la mayoría- por el avance de los populismos del Frente Nacional y de la Liga Norte en Francia e Italia respectivamente, con porcentajes de intención de votos que rondan el 30%, a los que añadía en España al derechista y, según él también populista, Vox al que, también cosa suya, atribuía un escaso porcentaje del 1%. Le preocupaba mucho el avance del populismo en Europa, pero solo el de derechas porque no hacía siquiera mención alguna a los populismos de izquierdas tan abundantes en nuestra España y con los que su formación política mantiene numerosos acuerdos que les proporcionan un protagonismo que de otra forma nunca alcanzarían.
Todo esto nos recuerda tiempos pasados a los que nunca se debería volver y es que, como ya hemos indicado, algunas de estas cosas ya las hemos vivido los españoles como nación. Permanezcan atentos a la pantalla.