“Veintiuna” es un juego de cartas propio de los casinos, más conocido como blackjack y veintiuna fueron las condiciones que un trilero como Joaquim Torra le planteó a otro tramoyista de la política, al presidente del desgobierno español, ya saben a quien me refiero, con ocasión de la vergonzante reunión entre iguales que tuvo lugar en la nefanda jornada del 21 de diciembre tras el ya célebre Consejo de Ministras y algunos Ministros en Barcelona.

En el punto tercero de tan disparatada lista se plantea la “mediación internacional para una negociación de igual a igual”, algo a lo que, en todo o en parte, de algún modo parece haber acabado accediendo el okupante del palacio de la Moncloa. Pero a tamaña felonía no vamos a dedicar hoy este comentario; y no lo vamos a hacer porque a eso ya se le han dedicado infinidad de glosas en todos los medios y poco o nada nuevo podríamos aportar más allá de constatar que esta nueva frivolidad e inconsistencia intelectual ha tenido la virtud de sorprender muy negativamente incluso a los medios de izquierda, a la checa mediática, aunque hayan tratado de contenerse mucho en sus manifestaciones y de indignar más, si cabe, a algunos egregios socialistas que cada vez se cohiben menos.

Lo que pretendemos ahora es referirnos a los dichosos veintiún puntos, una ominosa lista de peticiones que solo desde la mayor de las estulticias se le podrán haber ocurrido a nadie, una antología del disparate que solo a alguien tan fatuo como Torra se le podría haber ocurrido y que solo alguien tan megalómano como Pedro Sánchez no quiso arrojar a la papelera tras echarle la primera ojeada.

Podría ser también una incongruencia que a tamaña mezquindad le prestemos atención cuando solo merece menosprecio, pero nos mueve a ello el que haya sido objeto de escaso interés, a buen seguro porque la infamia a la que antes nos referíamos se ha convertido en la noticia primordial. Pero también debemos considerar que estas estupideces no deben quedar sin algún tipo de respuesta por modesta que la nuestra pueda ser. En todo caso y por ser consecuentes no tenemos la menor intención de perder mucho tiempo en ello.

Empiezan el presunto molt honorable y sus cómplices por decir que no se puede gobernar contra Cataluña, que no es sino lo que ellos llevan haciendo desde hace muchos años. No podía faltar la sempiterna memez de pedir el reconocimiento del derecho a su autodeterminación. No sabemos si tratan de poner un toque de humor cuando piden ¡ellos! un compromiso de la ética con la política y mejorar la calidad democrática. No podía faltar la continua tabarra con los abusos policiales y económicos y no parecen sonrojarse al pedir que se anule al poder judicial a favor del político en el caso de los presuntos delitos de rebelión y que a continuación se abogue por la separación de poderes. Por último y para cumplir con nuestra palabra empeñada de no hacer muy extenso este comentario, diremos que no puede haber nada más absurdo que el hecho de que aquellos que lo que buscan es la emancipación de nuestro país, a quienes se supone que nuestras cuitas les importanun bledo, dediquen varios puntos a pedir que no se deteriore la imagen internacional de España, un debate sobre la monarquía, la “desfranquización” del estado o una efectiva política de fosas comunes olvidando, por supuesto, los muchos asesinatos cometidos por sus predecesores comandados por Lluis Companys.

Con estos desquiciados sigue diciendo Sánchez que se puede dialogar de modo razonable y que quiere contar con sus votos para alcanzar sus metas. Las suyas personales, claro, que no las de su partido ni las de los españoles que tanto dice defender.