Ya sabíamos que José Luis Rodríguez Zapatero es algo así como el gurú,  maestro o director espiritual que inspira las políticas de Pedro Sánchez Rodríguez-Castejón. Fue ZP quien comenzó la deriva hacia la vacuidad intelectual y propagandista que hoy rinde no poco provecho al sanchismo imperante en el que PS  se muestra como alumno muy aventajado.

La Alianza de Civilizaciones es una “iniciativa copatrocinada por España y Turquía cuyo objetivo es fomentar el dialogo y la cooperación entre diferentes comunidades, culturas y civilizaciones y construir puentes que unan a los pueblos y personas más allá de sus diferencias culturales y religiosas, desarrollando una serie de acciones concretas destinadas a la prevención de conflictos y a la construcción de la paz”. La anterior es una de esas frases ampulosas que hasta pueden sonar bien pero que a poco que se analicen es fácil deducir que está prácticamente vacía de contenido pragmático. Tan hueco que la ONU, a menudo valedora de impulsos vacuos que justifiquen su inactividad e insuficiencia en tantos  aspectos, en su papel de agencia de colocación de políticos acabados, lo convirtió en una de sus iniciativas y ahí sigue presente, con otro rey del desatino que responde por M. A. Moratinos ejerciendo como responsable. A esta iniciativa se unieron más de un centenar de países y dicen, aunque nadie lo ha visto,  que sostienen dos reuniones anuales al máximo nivel para debatir temas como la educación, los medios de comunicación o las migraciones. En fin, otro bluf más de los que abundan en el panorama internacional y del que su impulsor, el antes citado Zapatero parece que ni se acuerda, tan ocupado como está ejerciendo de ministro de asuntos blanqueadores  del gobierno venezolano.

No podía ser menos que su maestro el adelantado alumno Sánchez, que aparte de acudir frecuentemente a su programa favorito “Aló presidente” para regocijo de propios, extraños y de su familia que tanto le admira, y después de soltar todo el lastre de la responsabilidad pandémica sobre las Comunidades, poner a Iván Redondo al frente del ministerio de la verdad, enviar a Iglesias a Bolivia con el Rey, ¿o al revés? -no podía haber buscado un sitio mejor para mandar a Pablo-, poner a la ministra Montero a defender los PGE pactando con Bildu y ERC, y eliminar los controles parlamentarios durante seis meses, pues qué quieren que les cuente, en algo se tenía que entretener.

-¡Ya está!- debió pensar tan excelentísimo presidente -Yo, como mi admirado demiurgo, tengo que organizar algo en el concierto internacional para acabar de consolidar mi prestigio entre los más preclaros líderes del mundo mundial. En Europa pude hacer el ridículo pero mis cuates me recibieron con "aplausos espontaneos" a la vuelta, así que hay que seguir proporcionándole razones a José Félix Tezanos para que continúe acrecentando mi ya gigantesca figura de líder de la patria mejor valorado.

Y, ni corto ni perezoso, don Pedro se montó en Madrid un acto para conmemorar el 75 aniversario de la creación de Naciones Unidas al que invitó a  representantes de los 193 países, más otros dos asociados no miembros, de la ONU, acto del que habrá que agradecer que, al menos, contara con la presidencia de Su Majestad el Rey.

No importa que solo diez de los 193+2 citados tuvieran representación;  seis de ellos -Suecia, Sudáfrica, Canadá, Nueva Zelanda, Costa Rica y Bangladesh- participaron a través de jefes de estado o de gobierno y otros cuatro -Corea, Senegal, Jordania y Túnez- solo con ministros de asuntos exteriores. Debido a la situación pandémica es aceptable que, de todos ellos, tres lo hicieran por vía telemática y que el resto se limitaran a enviar un video. Ninguno de los estados fundadores de la Organización de Naciones Unidas -USA, China, Rusia, Francia y el Reino Unido-, al igual que la gran mayoría de las grandes potencias, demostraron el menor interés en la iniciativa. Si es que son unos desagradecidos.

Tan solo faltó el detalle de que Adriana Lastra hubiera hecho como hiciera Leire Pajín cuando aseveró que se había producido un histórico acontecimiento planetario como aquel del que fueran protagonistas Zapatero y Obama.

Una vez convertido nuestro augusto presidente en tan egregia personalidad del concierto internacional, lo que nos cuesta entender es que no se haya montado otro gran espectáculo de  aclamación al líder. Sí, esta vez nos faltó que fuera recibido entre aplausos por su inmensa corte de palmeros agradecidos, ministros del gobierno y diputados en las Cortes; bueno, es que a estas últimas tampoco tiene que ir ¿Para qué?