Aunque no esté clara la autoría parece ser que fue Confucio quien acuñó la frase “el pueblo que no conoce su Historia está condenado a repetirla”. La idea no podría ser más acertada aunque tiene el inconveniente de que todos la interpretamos a nuestro gusto además de que todos tenemos algo de razón al emplearla. Los de derechas no quieren que se repitan los errores de las izquierdas y éstos dicen lo mismo de los yerros de aquellos. Los de arriba y los de abajo, los blancos y los negros, los tirios y los troyanos, los del Betis y los del Sevilla… todos tenemos razón pero todos queremos que las cosas vuelvan a ocurrir solo como a nosotros nos gustan evitando los fallos de los otros así que, al final, todo lo sucedido tiene una tendencia enfermiza a volverse a repetir. Con nuevos protagonistas, en diferentes aunque similares circunstancias, con datos nuevos y variantes sobre lo anterior pero, morbosamente, volvemos siempre a las andadas.
No sé quien será el autor o autora de lo que parece ser un dicho popular, que reza así “la Historia tiende a repetirse, primero como tragedia y después como comedia”. Puede ser también cierto aunque bien podría ser al revés y que lo que primero fuera objeto de mofa acabara convirtiéndose en fatalidad.
Lo que cada vez resulta más chusco es que parecemos estar reviviendo los peores tiempos del zapaterismo. Todos recordamos aquello de aprenderse la economía en dos tardes, no se nos puede olvidar la negación de la crisis que nos asoló en 2.008 mientras el entonces Presidente nos quería convencer de que estábamos en la Champions League de las finanzas cuando estas se desangraban a borbotones y las cifras del paro sobrepasaban los seis millones, aquellas afirmaciones del Ministro Pedro Solbes “demostrándonos” que todo iba bien, algo que con el tiempo acabaría por reconocer que eran mentiras hechas a instancias de su jefe.
Sí. Tenemos memoria. Pero siempre parece haber muchos dispuestos a creer lo que el descerebrado de turno les cuenta, siempre que el desequilibrado sea de su misma cuerda, al menos hasta que como reza la ilustración que ancabeza este artículo "until debt tear us apart" es decir, hasta que las deudas nos separen.
El Banco de España nos dice que la desaceleración ya está aquí y que los riesgos de la economía se orientan a la baja a pesar de la reciente elevación de la previsión de crecimiento. La desaceleración ya ha llegado, el PIB aumentó un 0,7% en el primer trimestre mientras en el segundo lo hizo en un 0,5%. Los efectos del Brexit a buen seguro serán muy perjudiciales, la todopoderosa Alemania está al borde de la recesión e Italia se aproxima, la guerra comercial entre las potencias china y norteamericana va dejando sus efectos sobre la economía mundial, la deuda pública española roza el 100% del PIB, el Sistema de Reserva Federal (FED) norteamericano ha bajado los tipos de interés a pesar del fuerte crecimiento de USA y eso es señal inequívoca de que se acerca una crisis y será grave. La vivienda en España sigue dando pasos en su tendencia a la moderación registrando los mayores descensos interanuales desde que se tocara suelo en 2.013. La venta de vehículos también desciende. El empleo se ralentiza y ya ha empezado a crecer el paro; en agosto hemos tenido el peor dato de los últimos nueve años y el desempleo ha aumentado en 54.371 personas … ¿Para qué seguir?
Y mientras, el Gobierno no cesa de lanzar sus más optimistas presagios y las Ministras de Economía y Hacienda se cuelgan medallas. No han gobernado ni les interesa, se han limitado a dejar pasar el tiempo tomando pocas pero irreflexivas medidas económicas como la de subir el salario mínimo interprofesional a instancias de los que llaman sus socios preferidos. Nos explican que las cosas no van bien del todo por la falta de un ejecutivo que no se acaba de sustanciar -por culpa de otros, claro- pero que en cuanto cojan la manija, todo va a ser igual que coser y cantar -¿les suena la letra de la canción?-, pero lo también cierto es que no demuestran el menor interés en alcanzar los acuerdos necesarios. Las nuevas, sudorosas y sudadas, 370 medidas planteadas a Podemos solo serán aceptadas si Pablo Iglesias levanta la bandera de su rendición incondicional, algo que no creemos posible porque tiene trazas de que le pueden resultar incluso ofensivas y muy mal tendría que ver las cosas para aceptarlas. Hoy mismo se reunen así que pronto saldremos de dudas.
La gran mayoría de analistas considera ya inevitables unas nuevas elecciones en noviembre. Y con ellas o sin ellas continuará la misma matraca en la que llevamos envueltos desde el 28 de abril sin que se vislumbre el final, y estaremos otros muchos meses mareando la perdiz, y finalmente habrá un Gobierno pero será muy débil. Y pronto llegará otra crisis parlamentaria insostenible y pronto volveremos a nuevos comicios. Un año más tarde tal vez y me gustaría equivocarme.
Sí, la Historia siempre se repite. Machaconamente.
¿Y qué más da? ¿Y qué le importa todo eso a Sánchez y colegas varios si así continúa alargando tanto tiempo como pueda los veraneos en Doñana, mientras pueda seguir cambiando los colchones de palacio cuando los señores deseen y se puedan permitir seguir paseando en coches blindados con más escoltas que el Rey? Hay muchos que creen ya que ni Sánchez ni nadie de su Gobierno responden a impulsos de ideología alguna. El ideario lo llevan impreso en su propio ombligo. Pueden estar seguros.