En su constante deriva hacia la nada, en su permanente papel de ejercer de oposición de la oposición y en su aparente desesperación ante el cataclismo que temen, el sanchismo cambia constantemente de táctica para intentar restar posibles votos a sus adversarios. Parecen haber visto que la manida acusación de fascistas a todos aquellos ya no funciona; diríase que han llegado a la conclusión de que intentar desprestigiar a Feijóo llamándole inepto no les sirve de nada, que lo de viajar para acercarse a la “gente” solo ha conseguido más abucheos y exitosas pancartas como la de “que te vote Chapote”.

A quien parece que están ganando la batalla es a la izquierda más extrema aunque haya sido a costa de asumir gran parte de sus postulados. Pero ni con el podemismo, ni con Bildu, ni con ERC ni demás escoria de la política patria les da para ganar. Y lo saben. “Lo más difícil no es obtener el éxito sino merecerlo” decía Albert Camus; Sánchez logró gobernar este país sin haber hecho méritos suficientes pero todo apunta a que sus cada vez mayores disparates le acabarán pasando factura porque lo que sí merece es el fracaso.

En esa cadena de yerros y disparates, a la vista de las bajadas de impuestos en las Comunidades gobernadas por el PP, el Partido Sanchista, haciendo oídos sordos a lo que hacen verbigracia los socialismos portugués y alemán, o lo que propone hacer la nueva Premier británica Liz Truss, mantiene a toda costa su deriva hacia la subida y creación de nuevos impuestos. Abusando del falso y recurrente estribillo de subírselos a los más ricos, nos están friendo con ellos a todos. En otra de sus múltiples ocurrencias pretenden haber creado y defender un nuevo sujeto político que denominan “clase media trabajadora”, sujeto que, según el profesor de teoría política de la Universidad Carlos III, Jorge Lago, no significa nada desde un punto de vista sociológico, o que según el también profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Antón, intenta “reducir la representatividad del Partido Popular  que solo defendería los intereses de la oligarquía en contraposición de la defensa socialista de las amplias mayorías sociales”.

A nadie se le escapa que desde que comenzó la galopante crisis que padecemos, el estado ha sido el mayor beneficiario, que sus ingresos se han visto notablemente incrementados, que la inflación y la subida de impuestos han acrecentado en gran manera sus beneficios, mientras al cabreado y asfixiado ciudadano de a pie le cuesta cada vez más la cesta de la compra y no digamos los recibos de la energía.

Pero Sánchez quiere más porque, dice, así se contribuye a sus “muchas” mejoras sociales. Lo que nunca ha intentado ni siquiera explicar es en qué se traducen esas mejoras sociales ¿Están proyectados más hospitales públicos o se ha aumentado su maquinaria sanitaria como hiciera Amancio Ortega?¿Hay más médicos y se reducen las listas de espera?¿Se construyen nuevos colegios y hay más profesores? ¿Tenemos o se aprecia alguna mejora en la sanidad y la enseñanza? ¿Por qué no se molesta ya ni en mentirnos para contarnos qué proyectos sociales nuevos están previstos?

Que, por favor, no se limiten a dar limosnitas de 200 euros mientras lo anuncian a bombo y platillo con profusa propaganda. Y, mientras, las ayudas prometidas para La Palma, ¿cómo van? Sí, sabemos que lo que aumentan son los presupuestos para chiringuitos del ministerio de supuesta igualdad o el de con-sumo gusto. O sabemos también que con nuestros impuestos se han regalado 130 millones de Euros a una fundación, la de Bill Gates, que está bajo permanente sospecha pero, claro, se lo monta con la declinante agenda 2030.

Es lo que hay. En nuestras manos estará, antes o despues, ponerles donde merecen.