No caeremos en la tentación de decir que España es un estado carente de mesura, solvencia y sensatez responsable. Es muy seria la España que forman todos los españoles, los 47 millones de ciudadanos que se levantan todos los días para ir a trabajar o buscar afanosamente un empleo, para estudiar, para aprender un oficio o para sobrevivir con una pensión otorgada tras el esfuerzo de una vida. Sí, España es un país serio aunque sufra muchos problemas y uno de ellos, no sé si el más importante pero sí uno de los que más resaltan, es la falta de morigeración de al menos una gran parte de nuestra clase política, carencia de responsabilidad que pagamos a escote entre todos y muy cara día tras día.

No estoy en condiciones de saber lo que sucede en todos los países que forman parte de la comunidad internacional, pero sí se puede afirmar que al menos en la mayoría y desde luego en los que pertenecen a la Unión Europea, todos aquellos personajes que forman parte de la Administración de una nación, parlamentarios u otro cargo que requiera un juramento o promesa de lealtad a la Constitución o Ley fundamental en que se base su ordenamiento jurídico, tienen que realizarla mediante una fórmula inequívoca de acatamiento sin la menor sombra de duda sobre su lealtad al estado, sin frases imaginativas ni futilidades necias como las que se oyen demasiadas veces en boca de nuestros parlamentarios. Incluso en un país como Bélgica en el que las tensiones nacionalistas pueden llegar a ser mayores que en España, solo pueden decir exactamente “Juro observar la Constitución”. Ni una palabra más ni una menos.

Es imposible calcular cuantas tonterías se evitarían en España de obrar  de manera similar a Bélgica y al resto de la UE, pero al menos mucho estulto se tendría que retratar quedando en evidencia cuando posteriormente se dedicase a desbarrar y es muy posible que algo más de moderación contemplasemos nosotros y nosotras, las siempre asombradas personas de a pie, y menores serían las astracanadas. La única forma de jurar o prometer de verdad es pronunciar un sin ambages, diga lo que diga el Tribunal Constitucional o lo que afirme el porquero de Agamenón.

-¿Quiere usted a esta persona por marido o esposa? -Sí, quiero contraer matrimonio porque la amo  por imperativo de mi ciclo vital, pero solo hasta que encuentre a alguien que me parezca más adecuado, que posea más dinero o tenga mayor belleza. Y hasta que me canse o me parezca oportuno.

Ya sabemos que cualquier emparejamiento puede acabar un día por múltiples circunstancias, pero empezar sembrándolo de dudas y condiciones desde el principio no es, por pura lógica, lo aceptable y por supuesto que no se admite en bodas serias. Pero, al parecer, muchos cargos políticos gozan de menor formalidad y, por supuesto menos credibilidad, que cualquier matrimonio.

Pesad promesas con juramentos y pesareis la nada: William Shakespeare

Ya hemos hablado, y no poco, en este blog sobre el mismo tema y sabemos que fue el Tribunal Constitucional quien  admitió en su día la coletilla de “por imperativo legal” porque, según su interpretación, con ella se sigue respetando el acatamiento a la Constitución. No nos parece muy acertada esa aseveración y resulta cuanto menos muy dudoso que esa sea una manera ni adecuada ni creíble de acatar nada, y el resultado ha sido tan nefasto que ha dado pie a que en momentos como el actual se pronuncien auténticas fórmulas disparatadas que no tienen más interpretación que la de “lo juro o prometo porque no me queda otra pero en cuanto pueda haré todo lo contrario de lo afirmado porque me de la gana y porque yo voy por otros derroteros”, y además con la complacencia culpable de la presidencia de las Cámaras por meras razones partidistas y la cínica interpretación de una libertad de expresión que, al menos en este caso, resulta perversa en cuanto a las consecuencias  que vemos un día sí y otro también.

Nuestros parlamentarios y parlamentarias se acaban de subir, en decisión adoptada por mayoría absoluta, un 2% de su sueldo -sin ningún voto en contra y con la sola abstención de Vox, BNG y la CUP- porque asumen la misma subida que los funcionarios que, en el fondo, es lo que ellos son. No seremos aquí quienes nos posicionemos radicalmente en contra, entre otras cosas porque siempre hemos creído que no es que los políticos ganen mucho, sino que hay demasiados políticos, demasiados consejeros y demasiados succionadores de las ubres de mamá-estado, muchos de los cuales, permítanme el chascarrillo, trabajan menos que el zapatero de Tarzán. No es concebible que se puedan dar casos como el que vamos a tener ocasión de contemplar por parte de los Diputados de la CUP, que ya han anunciado que solo asistirán a algunas sesiones del Parlamento cuando se traten temas que les conciernan directamente por afectar a sus pretensiones nacionalistas y, sin embargo, seguirán percibiendo los mismos emolumentos que otros que asuman responsablemente arduas tareas. También sabemos lo que estos pájaros y pájaras piensan  de España y somos conscientes de que no quieren saber nada de nuestra Monarquía constitucional excepto, eso sí, para cobrar un apetitoso sueldo. La realidad es que en demasiadas ocasiones se ven los hemiciclos semivacíos y, peor aun, hay muchos miembros de todos los partidos que apenas se dejan ver por el Palacio de las Cortes o el Senado. Claro es que hay otras funciones que se pueden llevar a cabo en diferentes Comisiones y trabajo legislativo que se puede desarrollar en los despachos, teóricamente plagados de asesores, pero es que tenemos constancia de que muchos de ellos solo acuden a la carrera de san Jerónimo cuando es absolutamente imprescindible. Y a esos también se les sube el sueldo, a esos no se les descuenta nada por su absentismo laboral y a esos nadie les pide responsabilidades dentro de su formación política, que solo les necesita para apretar el botoncito cuando les hace falta. No, no hay derecho y es que, además, algunos de ellos son intelectualmente inanes y perfectamente inútiles o prescindibles.

No dispongo de datos de todos los países pero sé que en la mayoría de los estados latinoamericanos, los Senadores y Diputados tienen obligación de asistir siempre a sus respectivos Parlamentos aunque no sé como se les controla, probablemente mal. Pero en la mayor parte de los países del resto del mundo, no existen esas obligaciones. Tampoco en nuestros Parlamentos autonómicos, claro. Uno de los ejemplos más escandalosos lo tenemos bastante cerca, lo vemos en el Parlamento Europeo de Bruselas, aquel en que los señores y señoras Diputados cobran los mayores sueldos, adonde van los lunes y regresan  a casa los viernes en vuelos a costa del erario y en donde las ausencias son tan numerosas y escandalosas que hasta el presidente de la Cámara, Jean Claude Juncker,  tuvo que llegar a expresar en su momento y publicamente, su pesar por tanta falta de probidad.

Es lo que hay, pero usted mañana tendrá que seguir madrugando para continuar partiéndose el lomo a trabajar y para, tal vez a duras penas, llegar a fin de mes. O quizá peor porque igual no tienen ni donde ir a ganarse la vida. Y eso sin descartar que algún conspicuo sindicalista le acabe llamando terrateniente carca.

Es lo que hay; y como así lo vemos así lo contamos.