Las razones esgrimidas por Vladimir Putin para invadir Ucrania son tan perversas como él mismo.

Básicamente pretende hacernos creer tres cosas: la primera que Ucrania es un territorio históricamente perteneciente a Rusia, la segunda que es un país "nazificado" al que tiene que llevar la paz y, finalmente, que considera que una eventual integración ucraniana en la OTAN representa una amenaza para los rusos.

Empezando por la última, el argumento no podría ser más ridículo; es como si Suecia se sintiese amenazada porque Noruega es parte del Tratado del Atlántico Norte, o la Suiza rodeada por estados miembros de la misma Organización, o Bulgaria vecina de Grecia, e incluso Méjico por tener frontera con los Estados Unidos. La OTAN está conformada como una Organización Internacional defensiva que, según el articulo V del Tratado, solo puede intervenir en el territorio de cualquiera de sus miembros si es atacado. Y teniendo en cuenta que Ucrania es un estado independiente, es también un país que tiene pleno derecho a decidir donde, cuando y con quien se asocia.

Si Ucrania fuera un lugar plagado de nazis como pretende argumentar el hijo de su señor padre también Putin, podría dormir tranquilo porque la Unión Europea y la NATO nunca la admitirían entre sus miembros.

Lo que el sicópata, Bladimiro I el Cruel, pretende, no es otra cosa que ir creando, paso a paso, un imperio ruso a imagen y semejanza de lo que fuera su añorada URSS, a la que ya sirvió como agente del KGB y a ello dedica sus afanes desde hace años.

La Historia es muy compleja y está llena de etapas, aristas y matices pero indudablemente Kiev es la capital de Ucrania y, si bien es cierto que el origen de Rusia y otros estados próximos es la Rus de Kiev, no lo es menos que el Zarato Ruso es posterior (sigloXVI) y fue uno de los entes que surgieron tras la descomposición de la Rus y su reparto entre otras potencias hacia el siglo XII. Por lo tanto, si alguna loca razón histórica se pudiera alegar tendría que ser la contraria y, en tal caso, Rusia ser parte de un estado ucraniano con capital en Kiev.

Cuando la Rusia de los Zares se convirtió en el Imperio Ruso allá por 1.721, acabaría sometiendo a los ucranianos que no se integraron precisamente por voluntad propia.

Cuando en 1.917 llegó la Revolución Rusa, Ucrania se declaró independiente al no desear formar parte de un estado comunista dictatorial, aunque volvió a ser sometida por la URSS constituyéndose como la República Socialista Soviética de Ucrania que, entre 1.932 y 1.933, sufrió, bajo la dictadura del sátrapa genocida Stalin el Holodomor, la hambruna y holocausto que causó entre 1,5 y 4 millones de muertos.

Tras el derrumbe de la Unión Soviética, en 1.991 volvió a constituirse como estado independiente y democrático con vocación de integrarse en la modernidad europea, aunque en 2.012  tuviera que ser el pueblo el que se manifestase en el llamado Euromaidan o Revolución de la Dignidad para rebelarse contra la deriva prosoviética de su entonces presidente Viktor Yanukóvich

En 2.014 se produciría la crisis del territorio de Donbás con la rebelión de parte de la población, de los pro rusos que, apoyados por Putin, crearon un conflicto que perdura pese a los acuerdos de Minsk que resultan ser papel mojado; también llegaría la anexión rusa de la península de Crimea y Sebastopol ante la pasividad y complacencia de la comunidad internacional que convencieron a Putin de que había llegado el momento adecuado para sus planes, dada la debilidad mostrada por Europa y USA.

La actual invasión, el nuevo genocidio ucraniano,  no es pues más que el último y más reciente capítulo del permanente martirio al que Rusia ha sometido a los sufridos y ejemplares habitantes de Ucrania durante siglos y que estos nunca podrán olvidar. Aunque  Putin ganara esta guerra y ocupase Ucrania, Rusia jamás podrá ganar el corazón de los ucranianos y, pase lo que pase, antes o después, la modélica Ucrania volverá a ser o seguirá siendo independiente, un país democrático dentro de la UE y, probablemente miembro de la OTAN.