Unos sondeos electorales serán más fiables que otros pero hay ciertos aspectos en los que coinciden todos. Uno es que el PexSOE sigue siendo el partido más votado, y otro que esa posición se debe más a la sangría que, poco a poco, va sufriendo (H)Un(d)idas Podemos que a su propia dinámica, en realidad de lento retroceso.
Cuando, en 2.011, Mariano Rajoy obtuvo una mayoría absoluta que, finalmente, no fue capaz de rentabilizar por causas que en anteriores entregas hemos podido analizar, lo hizo con un número de votos similar al que en las elecciones de 2.019 sumaron los tres grupos que hoy ocupan la derecha del hemiciclo.
Si el arco que abarca desde el centro más progresista hasta el conservadurismo radical no es capaz de perder sus temores, los miedos que no tuvo Sánchez a pactar con quienes le odian pero lo prefieren en Moncloa antes que a una coalición de liberales, si no entienden que hay cosas que les separan pero muchas otras que les unen -cuestión de negociar, ceder y acordar-, si no aúnan sus fuerzas antes de los comicios para presentar una candidatura común, tenemos Sánchez para rato durmiendo (no, no se lo impedirá su conciencia) en el colchón nuevo de palacio.
Ciudadanos, con Arrimadas al frente, se ha vuelto más proclive a acercarse al PexSOE que a sus opositores. Inés pretende acercarse a Pedro con la vana intención de domeñarlo y apartarlo de los extremismos con los que se alinea. Ella parece no ser consciente de dos cosas: que, por mucho que Cs mejorase sus resultados, los números nunca les van a dar sin pactos a lo Frankenstein y que Sánchez prefiere desenvolverse entre el fango de la izquierda más radical que con ella. Arrimadas se obstina en la incierta esperanza de aumentar algunos de sus ya escasos diputados para acabar conformándose con ser solo un partido bisagra de escasa relevancia.
El Partido Popular de Casado, que iniciara la senda de recuperación del voto perdido por su derecha, ha vuelto a acercarse a la línea sorayista que tan buen resultado le diera a Núñez Feijoo, sin tener en cuenta que quizá Galicia no responde a los mismos impulsos sociales que el conjunto de España, y adoptando una línea de dureza y distanciamiento con Vox, que ya veremos qué resultados le proporciona. Quizás el primer test puedan ser los resultados de Cataluña.
¿Y Vox? Un partido de la derecha más conservadora, situado en el campo del mal llamado neoliberalismo -concepto anómalo inventado por las izquierdas-, un partido que, no se sabe por qué, suele aferrarse a conceptos propios de intentar ganar batallas perdidas, dando facilidades a sus enemigos para que le cataloguen de mucho más que extremista, para que le llamen fascista aunque en modo alguno lo sea, y un partido constitucionalista que sufre constantes escraches y ataques diversos a cargo de los "demócratas" que se autodenominan antifascistas, que no son otra cosa que extremistas de izquierda. Vox tiene, entre otros, dos defectos que me parecen relevantes, el primero no desenvolverse con astucia en el retorcido mundo de la política yendo siempre a cara descubierta, y el segundo la bisoñez, pues solo como de inexperiencia puede catalogarse el haber facilitado, con su abstención, que el duopolio que conforma el gobierno pueda manejar a su antojo los 140.000 millones que, supuestamente, van a llegar de Europa sin siquiera permitir la intervención de algún órgano independiente. Y lo peor es no asumir que se equivocaron, porque probablemente fue un error de cálculo, y pretender vendernos la burra de que lo hicieron pensando en el bien de los españoles y en que solo de ese modo podrá llegar el dinero. Una auténtica tontería infumable.
Las posiciones de PP y Vox parecen incompatibles. Vox se ha llevado a muchos votantes de la derecha, a algunos con mucha razón debido a los desaciertos de los populares y también por la actitud de lo que muchos conservadores llaman derechita cobarde y blandengue. Ambas posturas parecen irreconciliables sobre todo por parte de los exvotantes del PP, tan decepcionados que no quieren ni oír hablar de ellos. Pero el PP, como ya hemos dicho, intenta alejarse de Vox por entender que mancillan lo que consideran sus criterios centristas y, una vez más, por el cobarde qué dirán, aunque la verdad es que están condenados a entenderse, por activa o por pasiva, en aquellos lugares en que siempre les unirá el deseo de evitar, y no les queda otra solución, que gobierne la izquierda.
El PP lleva muchos años en la arena política y tiene una base sociológica lo suficientemente grande para que se antoje imposible que Vox llegue a superarles en número de diputados, pero Vox parece haberse marcado como meta convertirse en el principal partido de derechas desactivando a los populares y eso es exactamente lo mismo que pretenden estos, anular a Vox para mantener su hegemonía como partido liberal con matices. Saben, pero actúan como si lo desconociesen, que gane quien gane, la suma de sus escaños nunca será suficiente aunque el conjunto de sus votos, de ir unidos, pondría las cosas a Sánchez y "frankeinstenes" varios, mucho más difíciles.
Y con Ciudadanos a la suya, es como si todos oyeran llover. Una ruina.