Hace muy pocas fechas pronosticaba en estas páginas que el affaire del caso Pegasus acabaría siendo solo una tormenta en un vaso de agua, pero ese fue solo uno de los dos errores que cometí en mis pronósticos porque, como se ha visto, la trapatiesta está alcanzando límites insospechados.

Tal es el grado de excitación que, en contra de mi otra predicción, ya no parece imposible que algunos socios del gobierno, especialmente ERC, opten por dejarle caer. La barahúnda es tal que el independentismo parece haber transformado su odio al estado en rencor y animadversión contra el gobierno; mientras,  el socio y ala comunista del ejecutivo, tampoco esconde su enfado con Sánchez aunque Yolanda Díaz -me temo que actúa solo a nivel personal-, se siga aferrando a su vana idea de futuro en alianza con él. Hasta dentro del propio PSOE  hay desavenencias sobre el papel del CNI y la propia ministra de Defensa, Margarita Robles, podría caer, sola o en compañía de la directora del servicio de inteligencia.

Creo, no obstante, haber acertado al afirmar que solo por incumplimiento de la ley o por la impericia y estulticia del gobierno se podía montar la batahola que se ha organizado.

Además de ser ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares parece haber tomado el papel de asesor principal, probablemente único, de Pedro Sánchez en sustitución del defenestrado Iván Redondo, aunque cometiendo bastantes más torpes errores estratégicos. Haber ido babeando a Barcelona a justificarse con el insaciable independentismo, haber metido en la Comisión de Secretos Oficiales a quienes se reconocen como enemigos del estado y esa rueda de prensa diciendo que el presidente y una ministra habían sido espiados ¡hace un año!, son gravísimos desaciertos que han acabado por situar al gobierno contra las cuerdas y, ¡oh milagro! Los únicos que no atacan al ejecutivo, el único apoyo con que, en mayor o menor medida cuentan, es el respaldo de todos aquellos a los que no se han cansado de calificar como ultraderecha, extrema derecha y extrema extrema derecha.

Nada de lo que este gobierno ha hecho es comparable a lo que jamás haya hecho gobierno alguno en el mundo sea cual sea su ideario político. Nadie mete al lobo a guardar las ovejas, ningún gobierno ha dado una rueda de prensa para declarar haber sido espiado. Ningún gobierno, de ningún signo, ha hecho, nunca, un ridículo semejante. Claro que, Spain is different, pero siempre fue diferente por aquello del sol, el jamoncito, la tortilla de patatas, la paella, el pescaito, el chacolí, el lacón con grelos o los calçots, pero es que lo de estos indigentes intelectuales no tiene parangón.

La única que ha mantenido una postura digna es doña Margarita Robles y, precisamente por eso, parece no contar con las simpatías de su partido y hasta podría ser cesada. Margarita ha defendido a la directora del CNI, Paz Esteban, y esta última parece haber hecho un magnifico papel ente la antedicha Comisión de Secretos. Pero Margarita también es responsable de haber apoyado en su día firmemente a Sánchez, de enfrentarse a Javier Fernández, mostrándose como una sanchista enfebrecida. Ahora, diríase que arrepentida, parece querer mostrar la otra cara, la del PSOE moderado, pero llega muy tarde y en el pecado lleva su penitencia.

¿Qué podría salir mal con la caterva de asistentes a la comparecencia de la directora del CNI? ¿A quien le extraña que Rufián perdiese el culo para ir contando detalles de lo hablado en la Comisión de Secretos? ¿Quién permitió a Rufián estar allí y, probablemente, cometer un delito tipificado y penado en el artículo 598 del Código Penal por revelación de secretos? Claro que es posible que Rufián confíe es ser amnistiado si le condenaran por ello. Razones hay.

Si al final son los propios miembros del club Frankenstein los que hacen caer al gobierno retirándole el apoyo, bienvenido sea. Se habrá cumplido el refrán de que quien a hierro agrede, a hierro es defenestrado, aunque la verdad es que tampoco tenemos mucha fe en que eso ocurra.