Resulta asombroso ver a tanta gente sorprendida por la actuación de la ministra de defensa ante todo lo acontecido con respecto al cese de la directora del CNI. Margarita Robles es juez de carrera y presume de ser una política independiente sin carnet de partido, aunque para ser tan “independiente” resulte chocante que haya ejercido cargos públicos, primero durante la administración de Felipe González, ahora con la de Pedro Sánchez y que también formara parte de la Asociación de Jueces para la Democracia nombrada por el Partido Socialista en tiempos de Rodríguez Zapatero.

Esta señora con nombre de flor y apellido arbóreo, es ecológica por definición, tanto  que, al poco de ser nombrada ministra, se hizo fotografiar en el balcón de su despacho regadora en mano, ante una planta, sin advertir que era una maceta con riego incorporado, comenzando así una etapa andrómina de su vida política con la que hasta llegó a cautivar más a las derechas que a sus propios compañeros, y es que ya sabemos lo crédula que puede la derecha y no solo sus dirigentes.

Su cargo al frente del Ministerio de Defensa y su contacto con los Ejércitos parecería como que la hubieran hecho reflexionar y moderar algo su actitud socialista sectaria; quizás sea así, pero no podemos olvidar que fue una gran valedora del Sánchez de su etapa temprana enfrentado al anterior aparato del PSOE, que ella traicionó a Javier Fernández y que, a pesar de todo lo recientemente acaecido, ha terminado afirmando sentirse profundamente orgullosa de pertenecer al gobierno de Sánchez. No, no es diferente a sus compañeros de gabinete por mucho que tenga diferencias apreciables con algunos y presuma de sentido de estado.

Margarita fue una entusiasta instigadora del gobierno Frankenstein que sufrimos, es una juez que no abrió la boca cuando otro magistrado, José Ricardo de Prada, introdujo en una sentencia la artera frase que hizo ganar a Sánchez su moción de censura, frase posteriormente desautorizada por la Audiencia Nacional, una juez y ministra que cometió la osadía de criticar al Tribunal Constitucional cuando este declaró inconstitucional parte del decreto de aprobación del estado de alarma. Sí, exactamente lo mismo que hicieron todos sus iguales.

Es cierto que doña Margarita se ha enfrentado alguna vez a otros miembros del gobierno y que parecía mantener una postura algo digna dentro del infame gobierno que padecemos. También es verdad que intentó defender a Paz Esteban, aunque tan cierto como que salió derrotada, tan real como que se ha comido el sapo sin rechistar hasta cuando la dejaron sola hablando y defendiendo su postura en el parlamento, para finalmente acabar dando lo que en el argot hípico se conoce como la “flexión de nuca” ¿Será que el puesto es el puesto y la nomina es la nomina? No lo sabemos, pero también es cierto, y ella lo sabe, que su cabeza sigue peligrando porque Sánchez no tiene más amigos que el señor que refleja su espejo al afeitarse. Sánchez ya ha masacrado en su propia conveniencia y sin pestañear, a muchos y muchas otras tan fieles como serviles colaboradores. Margarita lo sabe y es consciente de que tiene bastantes papeletas para ser la siguiente sacrificada cuando termine la cumbre de la OTAN, y también sabe que todo dependerá mucho de los designios del “ministro sin cartera” Oriol Junqueras y su manada.

Desengáñense los ilusos. En el gobierno sanchista nadie es inocente, que nadie se confunda porque no puede haberlos aunque algunos intenten parecer otra cosa. Cuando menos, todos son cómplices del jefe de la banda.