No parecía tarea fácil y por eso me ha costado decidirme a escribir este post sobre el recientemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. No me resultaba sencillo por varias razones: la primera es que es estos últimos días se han podido leer tantos artículos sobre el mismo tema que no es factible que aquí se pueda aportar algo nuevo u original; la segunda razón tiene mucho que ver con el hecho de que don Alfredo no era precisamente santo de mi devoción y, por último y como consecuencia de lo anterior, que toda persona fallecida debe ser respetada y ello conlleva, creo, el compromiso moral de no hacer críticas negativas al menos hasta que no haya transcurrido el tiempo suficiente para que la distancia que da el tiempo nos permita ver las cosas con la suficiente perspectiva. En el lado opuesto se sitúan los que prodigaron tantos halagos excesivos al difunto por distintas razones.

Por lo tanto no voy a hacer ahora ninguna glosa, ni positiva ni negativa, sobre el personaje aunque quizá lo haga dentro de un tiempo. Pero no me voy a resistir a enjuiciar y a censurar el cinismo que algunos son capaces de hacer patente cuando se produce cualquier óbito. Ya sabemos que en este mundo morirse suele ser una magnifica ocasión para que cualquier persona reciba elogios incluso de quienes nunca le hubieran estimado lo más mínimo. Pero en este caso hay hechos llamativos que no me resistiré a censurar.

De desmesura calificó el director de un periódico el tratamiento que en las exequias  ha recibido Rubalcaba y no se equivocaba. Desmesurado ha sido el tratamiento que la prensa en general ha dado al asunto, unos tal vez por sectarismo y coincidencia ideológica, otros quizá por no ser tachados de algo que no alcanzo a entender, pero una circunstancia poco comprensible en quienes hasta hace poco le criticaron con no poca acritud.

El artículo publicado por Mariano Rajoy en distintos medios también me pareció descomedido y bastante prescindible. Una extraña mezcla de caballerosidad y tontuna que bien se podría haber evitado. Rajoy sabe que, con razón o sin ella, Rubalcaba no fue solo un “rival admirable” como él le califica, sino un adversario temible que le puso tantas zancadillas como pudo, con la brillantez oratoria de un buen político y hombre de estado pero con la intransigencia y el partidismo maquiavélico que don Alfredo dominaba con maestría. No creo que sea cierto solo que “discreparan en casi todo” sino que la sensación que tuvimos es la de que no se podían ni ver. Sí, con un simple pésame Rajoy hubiera quedado mejor. Lo que se trasluce en su artículo explica muchas cosas de lo que fueron las política melifluas y hasta cierto punto complacientes de don Mariano, que en gran medida ha llevado al PP a la situación en la que se encuentra.

En cuanto a las diferentes formaciones políticas ha habido de todo. Desde el casi desdén mostrado por Vox hasta la sobreactuación mayúscula del Partido Socialista Obrero Español. La mayoría de ellos fueron correctos y, de los principales, tanto PP como Cs o Podemos se limitaron a mostrar sus condolencias pues no podría ser de otra manera y sus líderes, o una proporcionada representación, acudieron a la capilla ardiente a dar el pésame tanto a la viuda como a la dirección del partido al que el difunto había dedicado gran parte de su vida y sus desvelos.

Pero lo del PSOE y su Secretario General volvió  a ser una magistral puesta en escena y un despropósito por muy bien que estas cosas les puedan funcionar. Rubalcaba no sentía el mínimo aprecio por Pedro Sánchez y jamás le apoyó; respaldó a Madina primero y a Susana Díaz después; a Rubalcaba le repateaban las políticas de Sánchez y sus complicidades con independentistas, Bildu y Podemos; fue él quien bautizó al ejecutivo de Sánchez como “gobierno Frankenstein”. Rubalcaba estaba retirado de la política pero le dolía su corazón de socialista histórico.

Sánchez le maltrató a él y a su equipo, ignoró a personajes como Elena Valenciano e hizo que otros como Soraya Rodríguez tomasen las de Villadiego. Sánchez, que había conseguido imponer a la directora del periódico El País, hizo expulsar a Rubalcaba del  Consejo Editorial del mismo diario. Sánchez se vengó de todos los afines al ahora difunto hasta el punto de seguir sin aceptar la presión y sugerencias de Felipe González para que, tras la defunción, integrase en el partido a talentos afines a don Alfredo.

Pero llegada la hora de los lamentos, la capilla ardiente fue instalada en el Congreso de los Diputados, algo que solo había ocurrido antes en cinco ocasiones, con expresidentes del gobierno o con “padres de la Constitución”, y no con todos (José Pedro Pérez Llorca falleció recientemente y no recibió estos honores). Alfredo Pérez Rubalcaba no fue ni lo uno ni lo otro pero ahora había un gobierno en el que la impostura y el espectáculo se han hecho norma.

Sánchez consideraba a Rubalcaba artífice, junto a Felipe González de la operación que le desbancó en octubre de 2.016 y por ello siempre fue implacable contra él. Pero eso no le impidió la hipocresía de abandonar una cumbre de la UE en Rumania cuando supo de la gravedad de la enfermedad que le aquejaba y después utilizar el óbito para exhibir músculo electoral y hasta suspender la campaña por un día y del modo que mejor pudiera verse favorecida. Luto riguroso y toda una magnífica puesta en escena, Reyes eméritos incluidos, dentro de un rebuscado escenario y un luto oficial muy oportuno.

“El verdadero cínico, el cínico de nacimiento, sólo reconoce la fidelidad a sí mismo. Y se ahorra muchos trastornos.” Pedro Juan Gutiérrez, escritor cubano.

Afortunadamente para nosotros y para ellos, la familia del finado demostró mayor sentido común y coherencia al decidir terminar las exequias y llevar a cabo la inhumación en privado dentro del ámbito familiar.

Como hemos indicado, todos los partidos políticos han tenido, en mayor o menor medida, una reacción bastante adecuada y similar a la que también tuvieron tras la lamentable y sentida desaparición de la ex Ministra de Defensa con el PSOE, Carmen Chacón, en 2.017. Pero no podemos resistirnos a la comparación con otros casos similares:

.Loyola de Palacio, fue la primera mujer Ministra de Agricultura en España y la primera española en ser Vicepresidenta de la Comisión Europea. Brillante figura del Partido Popular a la que un cáncer quitó la vida cruelmente a los 56 años de edad en 2.006. Reconocida y respetada en Europa, una propuesta del PP para dar su nombre a unas becas europeas para mujeres emprendedoras, fue boicoteada por el PSOE e impidió ese reconocimiento de la UE en 2.007,  al poco de fallecer. Todo por un enfrentamiento anterior con José Bono a cuenta de unas ayudas europeas a las plantaciones de lino.

.Hace muy pocas fechas, el fundador de AP y actual PP  y  uno de los “padres de la Constitución”, Manuel Fraga Iribarne, fue desposeído del título honorifico de Hijo Adoptivo de La Coruña, por una propuesta del podemita En Marea y el Bloque Nacionalista Galego  (BNG) con el apoyo de... adivinen quien… el PSdeG-PSOE.

.En 2.016, la ciudad en que nació Mariano Rajoy, Pontevedra, le declaró persona non grata cuando era Presidente del Gobierno. La moción había sido propuesta por el PSdeG-PSOE y apoyada en esta ocasión por los mismos dos anteriores.

.Un caso sangrante fue el protagonizado por otro segmento destacado de la izquierda. Cuando se cumplió el 20 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, la Federación  Española de Municipios y Provincias (FEMP) organizó, a nivel nacional, un “homenaje a todas las víctimas del terrorismo”. El podemita, o similar, partido de Manuela Carmena,  se negó a colgar en el Ayuntamiento una pancarta con la imagen de Miguel Ángel con la excusa de “no hacer distingos entre unas víctimas y otras”.

.No podemos sustraernos tampoco a la necesidad de expresar la indignación inmensa que hace poco nos produjo la aprobación en el Parlamento Vasco de una repugnante “Ley de Abusos Policiales” propuesta por el PNV a la que se opusieron Bildu y Podemos por considerarla insuficiente, pero apoyada por el Partido Socialista de Euskadi, PSE, o sea PSOE.

No es que en España haya un doble rasero y una doble vara de medir. Lo  que impera es un desmedido desvarío. No son todos pero hay muchos.