Se da por supuesto que el gobierno de España lo forma una coalición de dos partidos, el uno supuestamente socialdemócrata y sin embargo socialista radical, y el otro populista y comunista a la vieja usanza por mucho que, a veces, pretendan disfrazarse de ejercer políticas transversales.
Es lo que muchos han dado en denominar un gobierno socialcomunista, vocablo que a ellos les irrita sin que sepamos muy bien el por qué de su enfado, aunque tengan algo de razón, porque el intríngulis de esta alianza no resulta ser un verdadero entendimiento entre partidos sino más bien un eje con dos extremos unipersonales que no son otros que un narcisista dispuesto a vender su alma al diablo a cambio de la presidencia y un perroflauta con instintos barriobajeros, marxista que supura odio por todos los poros de su cuerpo ¡Que se besen que se besen! clama el pueblo enardecido.
Sería interesante que a todos los políticos se les hiciese, y se publicase, un test de inteligencia y personalidad porque así sabríamos qué puede dar de sí cada uno de ellos -nos llevaríamos no pocas sorpresas-, pero en el caso de los dos personajes que ahora nos ocupan podríamos finalmente saber si lo que les mueve es el intelecto, el sectarismo, la egolatría, la paranoia totalitaria o una mezcla toxica de todas estas “virtudes”. En el gobierno con mayor numero de ministerios y ministros, con la más ingente cantidad de ignaros asesores ganapanes-por-la-jeta, los que gobiernan se bastan por sí mismos para ir destrozando poco a poco todo el andamiaje político y constitucional del país; Sánchez solo se deja asesorar, y mucho, por Iván Redondo, un poco por Illa, nada más en lo referente a la pandemia, y tal vez consulte con la almohada en sus noches de insomnio, esas vigilias provocadas por la presencia de su socio y enemigo Iglesias en el ejecutivo, ese vicepresidente que no tiene que consultar nada con nadie porque él si tiene la lección de lo suyo bien aprendida y solo tiene que seguir los pasos del manual comunista para doblegar, una y otra vez, a su amigo al que odia y por el que es tan odiado. Cosas de la política cuando emerge del ejercicio de la perversión.
No tiene empacho alguno este gobierno en cometer todo tipo de desvaríos legales aun a sabiendas de que muchos de ellos acabarán indefectiblemente tumbados por el Tribunal Constitucional, tales como declarar un Estado de Alarma por seis meses o imponer que el español no sea lengua vehicular en España -a no ser que estén intentando construir un Nuevo TC a su imagen y semejanza, lo que tampoco sería descartable, o tomar el poder, como el cielo, al asalto de modo indefinido como pretende el señor del moño-, implantar una Ley de Enseñanza adoctrinadora fuertemente ideologizada sin oír tan siquiera a la comunidad educativa, o armar pactos con terroristas-en-excedencia y con otros que ya intentaron dar un golpe de estado a cuyos próceres encarcelados quieren indultar. Por no entrar en detalles en cuanto al sempiterno ataque a la Comunidad de Madrid, a la presunta armonización fiscal y a exigir que, sí o sí, suban los impuestos. Y si los tribunales llegaran a hacerles ceder en sus pretensiones, ya habrán sembrado la suficiente cizaña que podría rendir frutos a futuro.
Y todo ello en un país que soporta ya alrededor de 70.000 muertos (no oficiales pero reales) a causa de la pandemia ante la indolencia de sus gobernantes y cuya economía -la que peores índices presenta en Europa- está al borde del colapso. No podemos saber hasta cuando la sociedad permanecerá aletargada pero intuimos que antes o después terminará por hartarse de tanto desafuero.
Quienes votaron a Sánchez en las últimas elecciones generales, excepto los fanáticos o muy sectarios, deberían sentirse decepcionados ante tanto como mintió Pedro Sánchez en campaña electoral y ante la deriva antisocialdemócrata que Su Sanchidad ha emprendido, pero las encuestas, de momento al menos, no parecen demostrar que sus expectativas electorales hayan disminuido mucho. Tres Barones del partido, García Paje, Fernández Vara y Lambán han dado muestras de inquietud y hasta llegaron a quejarse públicamente de las políticas que su partido ha emprendido pero, siempre y al final, las manos de hierro acaban imponiendo su omertá y hacen que los lamentos se queden en meros balbuceos porque el partido se ha convertido en una estructura monolítica con autómatas que siguen al macho dominante, so pena de verse arrastrados por la riada al frio escenario de supervivencia, aquel en que hay que trabajar para ganarse la vida.
Toda la vieja y apesadumbrada guardia socialista, Felipe González, Guerra, Corcuera, Redondo, Leguina, Solana, Almunia, Maravall, Jáuregui y otros, entre los que se incluían dos no viejos dinosaurios, la eurodiputada Elena Valenciano y Eduardo Madina que compartieron tribuna con González, se reunieron -respetando todos los protocolos de seguridad- el pasado jueves 26 de noviembre en la presentación del libro que, sobre la figura política de Alfredo Pérez Rubalcaba, ha escrito el periodista y ex director de El País, Antonio Caño, acto al que no asistió ningún miembro de Prisa (por algo será). A decir de los más prestigiosos analistas se esperaba un verdadero aquelarre contra las políticas de Pedro Sánchez después de que González se despachara a gusto esa misma mañana en Onda Cero contra las políticas del actual gobierno. Pero, ¡oh, sorpresa!, en el acto apareció el ministro Ábalos y las lanzas se tornaron cañas. Sí, ciertamente González acertó a decir que él jamás pactaría con un partido como Bildu (…) que echa en falta un proyecto de país y Valenciano afirmó que tras ganarles la batalla policial hay que ganarles el discurso (…) e impedir que sean ellos quienes escriban la historia. Pero, a decir de la prensa, se percibió un ejercicio de contención de los tres que presidían para no criticar agriamente al jefe del gobierno, acojone cuyas razones no se acierta bien a comprender. Hay indicios razonables para creer que algunos exdirigentes socialistas están intentando aglutinar a tantas viejas glorias como les sea posible para formar un frente de izquierdas opuesto a la paranoia izquierdista actual. Lo que resulta dudoso es que se llegue a formar ese frente, criterio del que me encantaría estar equivocado. Mover el arbol puede resultar ruidoso pero es que las nueces nunca caen solas.
Hay también quien quiere creer que, una vez aprobados los PGE y asegurada su permanencia en Moncloa para otros tres años, Pedro Sánchez ira rompiendo poco a poco todos los lazos tóxicos que le tienen maniatado, incluida su alianza con ese líder de aspecto tan macarra, el comunista que le tiene desvelado desde hace casi doce meses para así poder dormir tranquilo. También celebraría estar equivocado pero me da la impresión de que quienes en eso tienen depositada su confianza volverán a ver frustradas sus esperanzas y es que, como ha escrito Ignacio Camacho en uno de sus grandes artículos, deberían [los votantes] entender que un partido no es una patria y decidirse a usar su voto con mentalidad pragmática.
Y que Dios nos pille confesados.