Creo que las cartas escritas por algunos militares retirados a Su Majestad el Rey son un error aunque comparta la mayor parte de sus argumentos. Y me parecen un error por varias razones: en primer lugar porque en este mundo con mayoría de opinadores de colmillo retorcido, solo se consigue que todo acabe volviéndose en contra y el sustrato que finalmente queda en una sorprendida y fácilmente influenciable opinión pública, es el contrario del que se pretendía transmitir.

Considero un error dirigirse al Rey, comprometiéndole así de alguna manera, pudiendo limitarse a expresar opiniones en cualquier medio. Un error cometido por personas patriotas, gentes de noble corazón, estimados compañeros y muchos muy queridos amigos,  que cándidamente parecen desconocer las tortuosas mentes de aquellos a quienes critican, elementos que, cuando les conviene, sacan del cajón tan feos asuntos como el del ridículo chat de unos casi octogenarios lelos, tan tontos como inofensivos, tan bobos  como  incapaces de saber que entre ellos hay un topo  desleal, funcional de manual, que aprovechando el momento oportuno para tratar de meter a todos en el mismo cesto, sacará a la luz todas las estupideces y bromas macabras que esos cretinos, que se creían amparados por la privacidad, se dedicaban a escribir para rellenar su tiempo de jubilados ahora que, desde que empezara la crisis del ladrillo, pocas obras pueden ir a contemplar.

No puedo estar más de acuerdo en decir que nos gobierna un ejecutivo que está traicionando los más elementales principios de la Constitución. En las cartas se emiten juicios incluso más leves que muchos artículos que a diario leemos en parte de la prensa u oímos en distintas emisoras. Sí, somos muchos, militares y civiles, que abominamos del proceder de nuestro gobierno y nosotros también podemos expresarlo libremente ahora que, alcanzada la situación de retiro, hemos recuperado todos los derechos ciudadanos. Rogando se disculpe mi alusión personal puedo decir que recibí la invitación a firmar la última de las cartas y no lo he hecho, entre otras cosas, porque creo que recurrir al argumento de ser soldado y haber jurado defender a España con riesgo de la propia vida es algo que se da por descontado, que seguramente será  alevosamente interpretado y difundido por los sectarios habituales creadores de opinión, como si fuera la amenaza de un golpismo que intentarán hacer que parezca extensiva a las Fuerzas Armadas en activo, y eso es algo que se debe evitar a toda costa. Tengo la máxima de firmar solo lo que escribo y de lo que me responsabilizo porque cualquier escrito ajeno, en el texto o en el contexto, contendrá conceptos que no comparto. Valen más cien reclamaciones individuales que una reclamación de cien personas.

Y lamento profundamente la actitud de la Ministra de Defensa, porque al citar solo, al denunciar y criticar agriamente a los estúpidos del indigno chat antes citado, contribuye a meter a todos en el mismo saco -algo a lo que, quizás inconscientemente,  también han podido colaborar con sus declaraciones tanto el líder del PP como el JEMAD-. La ministra que  sumisamente calló cuando le torcieron el brazo entregando un acuartelamiento que ella había declarado de interés estratégico, porque ante el amo hay que achantarse. Deploro la actitud de un ejecutivo que mira para otro lado aunque alguno de sus miembros, lejanos a la jubilación, hayan llegado a desear que a los Borbones los devoren los tiburones o que les apliquen recortes con la guillotina, entre otras lindezas, porque a ellos sí les ampara el derecho a la libertad de expresión, no como a unos inocuos ancianos fachosos  que, según ellos, representan un serio peligro. Sí, yo también creo que a este gobierno del que todos los españoles, en conjunto y de una u otra forma somos responsables, habrá que echarlo cuando la sociedad despierte de su letargo. Y tengo fe en que despierte porque creo en los españoles.