Sí, lo sabíamos, no nos podía sorprender el anuncio de nuevas elecciones generales, las cuartas en cuatro años. El estrepitoso fracaso de la política española, su reconocimiento por todos los líderes políticos “menos uno” y prácticamente todos los medios de comunicación, incluso los más significativos al servicio de la propaganda de “menos uno”, así lo atestigua. Aunque sin confianza, todos dejábamos una pequeña ventana abierta a la expectativa de que a última hora se pudiera formar un gobierno en España pero estas escasas perspectivas acabaron yéndose por el desagüe.
Afortunadamente, quizás en uno de los pocos síntomas de sensatez que aun quedan en las decisiones políticas, en la modificación de la LOREG de octubre de 2.016 se estableció que, en estos segundos eventos, la campaña electoral solo puede durar una semana y el límite de los gastos electorales no debe superar el 50% de los de un empeño plebiscitario normal. Aun así la precampaña va a resultar larguísima y nuestros mandatarios se van a pulir unos 140 millones de Euros de nuestros bolsillos. ¿Cuántas ayudas a la dependencia, cuántas inversiones en Sanidad o Educación se podrían financiar con ese dinero? Muchas o pocas, siempre estarían mejor gastadas que en los picos palas y azadones de nuestros Grandes Capitanes y Capitanas.
¿De quién es la culpa de la repetición electoral? Todos responsabilizan a los demás del desastre y a todos les asiste algo de razón, pero también habrá que colegir que unos serán mas responsables que otros.
Unidas Podemos es quien lo ha intentado con mayor ahínco. Estaremos o no de acuerdo con sus planteamientos pero lo han intentado sin que ninguna de sus propuestas fuera bien acogida. Cometieron el grave error de no aceptar el único ofrecimiento que Sánchez, en lo que posiblemente fue un error del que éste se debió arrepentir, les brindó para formar un gobierno de coalición. Las continuas ofertas de Iglesias, al final casi a la desesperada, cayeron en saco roto. Desde luego parecía el único interesado en algo que resultase útil para la formación de un gobierno.
Rivera sabía perfectamente que cualquier intento por su parte de llegar a ententes con el Partido Socialista, caería en terreno tan yermo como el que pisaban los neocomunistas. Que nada que le propusiese -que algo sí le propuso- sería aceptado por Pedro Sánchez, cuyos planteamientos son más próximos a los de Pablo Iglesias que a los suyos por mucho que se quiera revestir de un falso centrismo. Pero don Albert no se dio cuenta hasta última hora de que haciéndole una oferta similar a la que le hizo tan tarde como el último día, hubiese obligado al líder socialista a mostrar su verdadera faz. Su negativa a verse siquiera con el Presidente en funciones solo sirvió para dar a este un balón de oxigeno y dejar al Partido Ciudadanos como uno de los mayores culpables del desafuero.
El líder del Partido Popular no recibió ni llamadas ni ofertas de su oponente y él solo llevó a cabo algunas propuestas, brindis al sol, pocos y sin convencimiento, a sabiendas los dos de que su entendimiento era imposible y con la esperanza poco oculta por ambos de volver a ser los cabezas de lista del posible recuperado y futuro bipartidismo que desean. Su propuesta al resto de los partidos de carácter más o menos liberal para unirse en lo que llamó “España Suma”, puede ser en el momento actual la única forma de que la derecha pueda plantar cara a las fuerzas de unas izquierdas que no tendríann reparo en volver a apoyarse en el nacionalismo separatista si les conviniera. Pero esta opción solo parece haber sido aprobada por un Vox, al parecer menguante y a la expectativa, en lo que pudiera ser un nuevo error de Rivera, más interesado en su propio liderazgo del centroderecha cada vez más improbable.
Quien tenía la mayor responsabilidad de intentar alcanzar acuerdos de gobierno no podría ser otro que el candidato a ser investido. Pero esto es tan cierto como que no ha mostrado el menor interés en conseguirlo. Sánchez considera a Unidas Podemos como su mayor enemigo, por mucho que le llame socio preferente y puedan coaligarse en autonomías y Ayuntamientos, porque de ningún modo le va a dar la oportunidad de poder llegar a ser el gallo en el corral de las izquierdas nacionales. Una coalición o acuerdo con Ciudadanos es lo que muchos reclaman, sobre todo los poderes económicos, pero ninguna de las condiciones mínimas que Rivera les pueda demandar -artículo 155, compromiso de no amnistiar a los previsibles condenados en el juicio del “procés” y no subir los impuestos- serían aceptables para Sánchez.
Lo único que la cúpula del PSOE estaría dispuesta a admitir sería la aceptación incondicional de sus planteamientos por parte de los demás, a sabiendas de que ello es imposible. Y puede que ni tan siquiera eso. Sánchez sabe que con 123 diputados tendría, en cualquier caso, un gobierno extremadamente débil y, confiando en que se cumplan algunas de sus previsiones, solo quiere volver a elecciones para intentar aumentar su representación parlamentaria y así gozar de una fuerza mayor en la Carrera de San Jerónimo para poder imponer sus condiciones, al menos para obligar a Unidas Podemos o seducir a Ciudadanos.
Esa y no otra ha sido la intención de Sánchez desde el 28 de abril. Repetir las elecciones, cualquiera que sea el coste para el país. Casi cinco meses en blanco, con solo dos sesiones parlamentarias -poco se han ganado el sueldo Sus Señorías-, de permanente campaña electoral con el por ahora último mitin propagandístico, utilizando la televisión pública como altavoz como cuando Sánchez anunció en rueda de prensa que íbamos de nuevo a elecciones. La televisión de todos los españoles al servicio de los intereses de un gobierno funcional que nunca funcionó como tal.
Ya veremos cual es el resultado final porque el recuento no lo harán ni el CIS ni Tezanos. Con toda probabilidad subirá la abstención y más del 30% de la ciudadanía manifiesta no tener decidido su voto. Ojo. En cualquier caso parece muy improbable que el PSOE, por mucho que mejore, pueda llegar a gobernar sin necesitar perentoriamente o a los podemitas o a Cs y que, por mucho que también según las esperanzas de Sánchez ambos puedan bajar en escaños, después de las recientes y traumáticas experiencias que, sobre todo los primeros, han tenido que vivir por su culpa, no parece tan seguro que le vayan a permitir gobernar, les cueste lo que les cueste.
Este es un resumen simple pero completo de lo acontecido. Podremos leer u oir muchas opiniones al respecto pero todas serán en el mismo o parecido sentido, sea cual sea la tendencia del opinador. Los periodistas seguirán escribiendo sobre el tema porque ese es su trabajo y su obligación pero no veremos nada muy diferente al menos de momento. Lo que será común en todas las opiniones será el inevitable sentimiento de hastío que aquí compartimos. Menudo tostón se nos viene encima, el mismo que llevamos sufriendo desde abril.
Señor, no les perdones porque sí saben lo que hacen y solo siguen pensando en sus propios intereses.