Ni siquiera el propio Sánchez debe dudar de que cometió un grave error sustituyendo al asesor áulico Iván Redondo (a muchos no nos gustaba pero él sí sabía lo que hacía y es quien debe estar carcajeandose) por el insustancial metepatas ministro de la presidencia, Félix Bolaños. Lo acontecido el dos de mayo (afortunadamente de 2023) en la Real Casa de Correos, puede tener todas las lecturas que se quiera y no cederé a la tentación de dar la mía porque sería irrelevante, pero de lo que no cabe duda es de que el ministro fue con toda la intención de montar la bronca pretendiendo atacar a Ayuso y hacer visible que es una intransigente mala gobernante, obsesión del sanchismo desde hace mucho tiempo, aunque lo único que parece haber logrado es aumentar la expectativas de voto para la actual presidenta de la Comunidad. Felicidades don Félix.

La actitud del PSOE, o lo que queda de él, en su permanente campaña electoral, solo indica el grado de nerviosismo y desesperación que les aterra; sus sondeos internos deben darles unas expectativas aciagas y no hacen más que dar palos de ciego. Intentar hacer aparecer al moderado Feijóo, que obtuvo cuatro mayorías absolutas en Galicia, como un bambarria incompetente que crispa, no dialogante e insultador, la torpeza con que han atacado el asunto de Doñana, la malhadada ley del “sí es sí”, el petardazo de las SAREB, la eterna monserga de que toda la oposición de derechas es fascista o la actitud de la ministra Isabel Rodríguez, expedientada por la JEC, no son más que evidentes señales de pesimismo y desesperanza.

Espero, y no descarto, que los resultados de todas las encuestas se queden cortos, que todo el sanchismo sufra la humillante derrota que merece, se pase una buena  temporada meditando sus errores, y se vuelva a imponer la mayor cordura de aquellos que ya una vez echaron a Sánchez de la Secretaría General de su partido.