A nadie habrá sorprendido demasiado que Bildu presentase a 44 terroristas confesos en sus listas para los municipios vascos y navarros porque esas infamias ya habían ocurrido antes gracias a una discutible decisión del Tribunal Constitucional en 2012. Ya soportamos la pútrida presencia del carnicero Josu Ternera en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco entre otras injurias.

Los terroristas habrán cumplido sus condenas pero ni ellos ni su formación se han arrepentido ni pedido perdón jamás. Siguen siendo los mismos repugnantes de siempre y, por mucho que la legalidad lo ampare, cualquier pacto con su partido solo puede ser calificado como asqueroso; y ese es solo uno de los albañales en los que nuestro gobierno, y el PSOE que lo sustenta, se metieron para tomar decisiones, muchas hediondas, y sancionar leyes impresentables que afectan a todos los españoles.

Este gobierno no nos representa, ni siquiera representa a sus burlados votantes. Bildu, ERC y otros, buscan humillar a España y lo hacen a base de someter al gobierno de todos los españoles. Lo han hecho y lo seguirán haciendo dándonos, a nosotros, patadas en el culo de ese ejecutivo dispuesto a todo con tal de prevalecer.

Si se debería o no, si se puede ilegalizar a Bildu, esa es una polémica abierta y aunque el artículo 9 de la Ley Orgánica 6/2002 parece indicar que es posible, los no versados en derecho admitiremos que ambas posturas puedan ser, hoy por hoy, defendibles.

Pero el grave problema es el que venimos arrastrando desde hace mucho a causa de la ley electoral vigente, de la que se han beneficiado alternativamente en el pasado PP y PSOE y nadie parece querer cambiar. Con otro sistema más equitativo, nacionalistas e independentistas tendrían menos de la mitad de los diputados que tienen y la posibilidad de alcanzar pactos eficaces, Frankenstein o no, quedaría muy reducida.

Así, la política española tendría una apariencia más seria y respetable, aunque mucho nos  tememos que nadie lo arreglará.

“El dialogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores.”   Adolfo Suarez