La grandeza o la insignificancia de los personajes que, de uno u otro modo, están destinados a inscribir su nombre en la Historia se mide tanto por la valía de quienes les ensalzan como por la vileza de sus detractores.

En España uno vale muy poco si los Echenique, Iglesias, Montero, Torra, Otegi y otros de su calaña, no le ponen a bajar de un burro. No hay mejor piropo que un insulto vomitado por la boca de tan pérfidos -por utilizar solo un apelativo suave- personajes y “personajas”.

Comunistas enrolados en las filas del leninismo bolivariano, separatistas que protagonizaron un intento de golpe de estado, herederos de ETA y desequilibrados de toda condición, son quienes llevan tiempo hostigando al Rey Emérito, don Juan Carlos I, y los que van a continuar, todo el tiempo que puedan, tratando de acosar a la Corona, su verdadero objetivo, en su afán de destruir el modelo de convivencia que nos ampara, esputando por sus fauces toda clase de estupideces y afirmaciones solo entendibles desde la miseria intelectual o la idiotez más supina.

No hemos oído a ningún personaje importante de la ciencia, la cultura o la "política seria”, a ningún intelectual de prestigio, verter palabras críticas contra el Monarca que, al menos de momento no está imputado por nada, más allá de lamentar sus pecados de bragueta, al contrario de lo sucedido con toda la caterva de indigentes de la ética y la moralidad que infortunadamente tanto abundan en el ruedo nacional.

Lo más lamentable es, para no perder la costumbre, la actitud del actual presidente del gobierno, ya saben quien, el trolero patológico que iba -pero nunca fue- a poner una querella a un diario por mostrar pruebas evidentes de su tesis fake, el marido de la empleada desconocida en una empresa financiada por el estado, al que muchos llaman Falconetti y declara sus viajes en avión secreto de estado, o el que sigue ocultándonos quince mil muertos a causa del coranovirus. El caballero que ha obligado a don Juan Carlos a abandonar el palacio de la Zarzuela -sí sí, ha sido él- el presidente que durante una sangrante crisis epidemiológica y económica se va, tres semanas, de vacaciones a un palacio (a esta pareja de nuevos ricos le encantan los palacios) que el Rey Emérito cedió a Patrimonio Nacional tras recibirlo como regalo del Rey de Jordania hace ya mucho tiempo. El que en su más reciente homilía no tuvo una sola palabra de alivio para quien, a pesar de sus presuntos errores actuales, tanto contribuyó al bien de los españoles. Sí, hablamos del gobernante que en el mismo sermón defendió la existencia de la Monarquía engolando más su ya engolada voz, tal como hace cada una de las muchas veces que nos miente y el que parece tratar de desviar las aguas a través de un carta, igual de poco creíble, a su militancia más moderada.

Y es que los actos de Pedro Sánchez y sus muchos desaires anteriores al Rey Felipe VI, son la prueba evidente de que no está tan en desacuerdo con el vicepresidente segundo del gobierno, al que no se atreve a desautorizar a pesar de sus muchas y desvergonzadas ofensas verbales al  sistema político constitucional que rige en España. El verdadero Sánchez es el que el pasado 14 de abril publicó un tuit en el que rezaba “Salud y República”. Así que, al menos, que no nos siga mintiendo.

Ya saben con quien nos estamos jugando los cuartos.