¿Donde está el rey Emérito? Una tremenda angustia nos embarga, ¿donde estará a estas horas? España vive angustiada, no se habla de otra cosa por la calle, en los supermercados, en las terrazas de las cafeterías, en la cola del pan y hasta en las playas ahora compartimentadas… ¡Señor, aparta de nosotros este cáliz!

Pero vamos a ver, señoras y señores contertulios varios y desinformadores habituales: yo debo ser el raro y el que no entiende lo que es el interés de la Nación, pero tengo la impresión de que al común de la ciudadanía hispana, entre la que tengo el honor de incluirme, le importa un carajo (con perdón) que Su Majestad se encuentre en la República Dominicana, en Portugal, en Arabia Saudí, o en donde le dé la Real gana. Y no porque seamos republicanos, monárquicos o socios del Real Betis Balompié, no, es que por mucho que les encante el morbo y rellenar hojas de periódicos u horas de radio y televisión, la respuesta es irrelevante.

En efecto, puede que el anómalo sea un servidor pero miren, adalides de la inteligencia y creadores de opinión varios, don Juan Carlos se ha ido, y lo saben bien, porque así lo decidieron entre la Casa Real y el gobierno que tanto nos desgobierna. El Emérito no está ni huido, ni exiliado ni ha sido por ahora imputado; no tiene obligaciones que por razón de su cargo le obliguen a estar en España y, por mucho que a tantos les jorobe, tiene derecho no solo a la presunción de inocencia sino también a preservar su intimidad. Cuando sea requerido por la justicia, si lo es, desde luego que aparecerá, incluso se oye que puede que antes.

El anterior Jefe del Estado necesitaba, sobre todo porque así lo pensaban la Corona y el (des)gobierno, salir del foco una temporada, eso es lo que ha hecho y punto ¿Qué tontería es esa de que como le pagamos y le garantizamos la seguridad tenemos derecho a saber donde se encuentra? ¿Por qué? Los españoles pagamos a escote los sueldos de jueces, médicos y sanitarios, policías, militares, funcionarios varios y, como no, de la profusión de políticos y su multitud de ineptos asesores innecesarios y jamás se nos ocurriría preguntar donde pasa sus vacaciones ninguno de ellos, solo queremos que cuando llegue la hora estén es su sitio. Ya sabemos donde se encuentran el Rey en ejercicio y el presidente del ejecutivo, por cierto que el primero en un palacio y el segundo en dos consecutivos -recuerden que su predecesor, el denostado Rajoy, veraneaba en una casa rural que se pagaba de su peculio, tomen nota- pero porque de algún modo ambos siguen teniendo una agenda en marcha, lo que, por supuesto, no ocurre con el Emérito, así que déjenle descansar un tiempo a él, que falta le hará, y déjennos descansar a los sufridos ciudadanos de tanto bombardeo de noticias sin el menor interés.

Sí, ya sabemos que no conviene que la gente se cabree si le repetimos mucho que la gestión de la pandemia ha sido, es y tiene todos los visos de seguir siendo un desastre, que estamos recuperando los primeros puestos en cuanto a número de contagiados, que los fallecidos vuelven a aumentar, que nuestra economía sigue ocupando los últimos lugares, que somos de los primeros en cuanto a numero de parados -por todo eso es por lo que nuestro gobierno debe considerar que lo peor ya ha pasado como dijera Sánchez y por lo que se permiten coger vacaciones y cerrar las Cámaras Legislativas-. No conviene alarmar a los padres y decirles que aun no se sabe qué va a pasar con sus hijos cuando se reinicie el curso. No es oportuno decir muchas veces que todos los países nos han puesto en la lista negra de viajeros. Lo importante es recibir aplausos de lameculos agradecidos.

No, lo del vicepresidente segundo y todos los detritus que la justicia le sigue encontrando, y mucho me temo que lo visto no sea nada en comparación con lo por ver, no tiene la menor importancia. No seamos alarmistas y sigamos manipulando la opinión de la población que eso sí que lo bordamos. Solo cuando sepamos donde está el Emérito podremos dormir tranquilos. ¡Qué pesadilla!

Como dijera Marco Aurelio Almazán "La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa", pero también deberíamos pensar como Abraham Lincoln que "Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo".