El día 20 del mes de mayo último hablábamos en estas páginas de la perentoria necesidad del Partido Popular de pasar a la oposición e iniciar el camino, no solo de la renovación, sino el de una profunda refundación. Nos equivocábamos entonces en dos detalles fundamentales, el primero fue creer que Rajoy no estaría dispuesto a dimitir como presidente del partido y el segundo no sospechar, lo mismo que ocurrió a la gran mayoría de españoles, que se iba a encontrar fuera del gobierno de una forma tan fulminante como sorpresiva.
Pues bien, no era esta la mejor manera ni quizás el momento más adecuado para afrontar el problema, pero esa coyuntura se ha planteado y posiblemente se hayan visto impelidos a abordar su reconstitución en un estado de necesidad que puede no ser el más conveniente para ellos, pero el caso es que la ocasión ha llegado y, si supieran aprovecharla, los resultados podrían ser tan beneficiosos para su partido como para el conjunto de los españoles que estamos necesitados de la existencia de formaciones políticas sólidas, consolidadas e ideológicamente solventes ante la proliferación de populismos y otras demagogias baratas.
Por primera vez este partido va a llevar a cabo un proceso de primarias, algo a lo que nunca debieron tener miedo y que si son capaces de hacer bien podría significar el inicio de la recuperación de la confianza de muchos votantes que les abandonaron. Que haya seis candidatos a presidir el partido es buena señal, que se manifieste una sana rivalidad entre ellos es positivo y que no vuelen los puñales sería de agradecer. Al final, sea quien sea el o la elegida, deberán todos ponerse a su lado y tratar de remar en la misma dirección. La nueva criatura deberá nacer saludable; lo imprescindible para ellos es borrar esa pésima, merecida y ganada a pulso imagen de partido corrompido y convencernos de que su determinación contra las corruptelas es clara, sincera y determinante. Pero también necesitarán recuperar sus valores, el humanismo cristiano y los principios del liberalismo conservador sin avergonzarse de nada y comprendiendo que la gran mayoría de su base electoral comparte precisamente esos fundamentos y no los de una seudo-socialdemocracia en la que intentaron acomodarse pero en la que realmente nunca han creído.
Somos muchos los que seguimos opinando que lo mejor para cualquier país es un bipartidismo con partidos sanos, próximos al centro tanto por la derecha como por la izquierda. Porque todo lo demás, lo que estamos viviendo, recuerda aquella antigua serie de televisión que los que peinamos canas hace mucho tiempo conocimos y cuyo título en inglés "Soap" se tradujo al español como "Enredos"