Da una cierta pereza hablar de uno de los temas hoy más comentados en el panorama político español que no es otro que el del “famoso” libro con el que el presidente del gobierno del Reino de España está tratando de hacerse un auto-homenaje, una obra cuyo título –Manual de Resistencia- podría realmente ser algo así como “Manual de Autocomplacencia” o “Manual de Yo-Me-Mí Conmigo-mismo”.

Reconozco no haberlo leído, pero tampoco mostraré el mínimo interés porque, con lo visto y con lo mucho que se ha oído, tengo suficiente para no desear perder un solo segundo en ello. No lo ha escrito él, así lo ha reconocido, sino una persona tan inteligente y capaz como mediocre escritora muy capacitada para la fabulación, de la que ya hemos opinado anteriormente en este blog y de la que no nos interesan ni su literatura ni su sentido de la ética. Habrá sido una casualidad totalmente casual que tras salir de UPyD, ella fuese nada menos que con el número cuatro de las listas del PSOE en Madrid a las anteriores elecciones generales -con harto cabreo de muchos socialistas madrileños, por cierto-, logrando un acta de Diputada en el Congreso, puesto al que acabaría renunciando, pero será también debido al azar que “alguien” la nombrase responsable de la “Secretaría de Estado de la España Global” (sic) más o menos por la fecha en que terminó el libro. Si fuésemos mal pensados y Dios me libre de ello, tendríamos pensamientos negativos, pero no, no lo haremos.

Resulta sorprendente que una cadena de televisión tan imparcial, ecuánime y plural como es la actual TVE –al contrario que la anterior, claro- retransmitiese íntegro el acto de presentación de tamaña obra de arte. Sin embargo, acostumbrados como estamos a las representaciones escénicas de este gobierno, que lo mismo nombra más Ministras que Ministros, que reparte carteras ministeriales a un astronauta, a un rostro conocido de televisión o a un juez famoso, no nos extrañó lo más mínimo que para tan magna presentación literaria eligiese como entrevistadores/masajistas a un alpinista y a una, antes buena periodista, ahora gurú de la telebasura. Tampoco nos asombró ver allí a Ministras y Ministros, todas y todos menos uno -quizá Borrell tuviese un acceso de autoestima- ni nos epató ver cómo todos se deshacían las manos aplaudiendo al jefe, en un gesto que recordaba al de los súbditos de Kim Jong-un agasajando al supremo líder.

Pero creo que para haber comenzado diciendo que el tema no merecía ser objeto de demasiada atención ya he hablado demasiado del mismo, así que punto y aparte.

De lo que realmente pretende tratar este artículo, tal como se infiere del título, es de la centralidad en la política. El espacio político que todos los partidos saben que deben conquistar para ganar unas elecciones es el de centro y por ello, sea cual sea su posición ideológica, todos pretenden, llegado el momento, ocultar sus brusquedades y salidas de tono y ofrecer esa imagen de calidez que unos llaman transversalidad, otros moderación y que todos, finalmente, intentan traducir en equidistancia y centralidad para atraer al mayor número de votantes. No hace falta explicar que, nacionalismos, ecologismos y demás particularidades aparte, la política abarca un arco que más o menos empieza por la extrema izquierda, sigue con la izquierda, luego el centro, la derecha y termina en la extrema derecha. O viceversa, claro. Ya sé que eso tiene muchos matices y que hoy en día todos buscan esa cierta transversalidad a la que nos acabamos de referir, pero a pesar de ello no pueden negar que les distinguen y diferencian unas marcas o características inconfundibles.

Con todas las prevenciones que se le puedan hacer, el partido que hoy más se acerca a esas posiciones ideológicas de centro es el liderado por Albert Rivera, la formación conocida como Ciudadanos. Un partido centrista es aquel que puede pactar con naturalidad con la izquierda o con la derecha según los casos. Ciudadanos pactó en el PSOE de Pedro Sánchez en 2.016 para formar gobierno, aunque finalmente se malograría; Ciudadanos apoyó a la socialista Susana Díaz en Andalucía, a aquella Cristina Cifuentes del PP en Madrid y ahora a Juan Manuel Moreno en Sevilla.

Ciudadanos ha entrado en el gobierno andaluz junto con el PP. Los votos de Vox les eran imprescindibles para gobernar y para hacer que Susana Díaz dejase de hacerlo en la Junta de Andalucía, pero con este último partido quienes negociaron fueron los populares. No valoraremos ni aquí ni ahora esa negociación, pero es un hecho que se produjo y que en ella Cidadanos no participó. Y a los hechos nos queremos atener sin la intención de posicionarnos en favor opción alguna.
El día 10 de febrero pasado tuvo lugar la pacífica manifestación de Colón, concentración a la que asistió quien quiso y cuya finalidad específica era exigir la convocatoria de elecciones y la defensa de la unidad de España. Allí se vieron desde algunos socialistas hasta falangistas, lo que no significa en absoluto que compartan ideología. A pesar de que no faltasen quienes se esforzaron mucho en calificarla como un fracaso y obra del extremismo de derechas, la manifestación representó el primer detonante para que, al fin, el gobierno se decidiera a convocar los comicios el día 28 de abril.

El Partido Socialista del doctor don Pedro lleva muchos meses pactando con Pablo Iglesias, aceptando las condiciones del líder de un partido de extrema izquierda, ¿o es que no lo es?, aceptando incluso que fuese a negociar los presupuestos en la cárcel con Junqueras. El PSOE de Sánchez ganó una moción de censura aceptando los votos de los independentistas catalanes -unos de extrema derecha y otros de extrema izquierda- y los votos de los proetarras de Bildu, hasta donde se sabe pura y dura extrema izquierda. Éste es otro hecho. Sí, ya sabemos que todo legal y legítimo, vale. Pero sobran ejemplos de asuntos legales y legítimos que no dejan de ser indignantes.

Estos pactos, el chalaneo constante de don Pedro con el golpismo catalanista (presunto) durante casi nueve meses, el hecho de no haber respondido a la pregunta que don Albert le formuló acerca de si podría o no volver a pactar con los mismos en caso de necesitarlos para gobernar y a la de si se comprometía a no indultar a los condenados llegado el caso, han terminado por hacer que Ciudadanos haya afirmado con rotundidad que no van a pactar ni con Sánchez ni con ningún PSOE de corte sanchista -al menos a nivel nacional, porque en Autonomías y Ayuntamientos tal vez piensan que puede haber líderes de otro calibre-.
Aunque ya sabemos a qué puede quedar reducido todo lo que se promete o afirma en campaña electoral, de momento la declaración parece contundente.

Que ahora nos digan, el partido de Sánchez y todas sus terminales mediáticas que no son pocas, que el partido Ciudadanos se ha convertido en un partido de extrema derecha por aceptar los votos de Vox -¡qué pesadez, qué recurrente argumento y qué sempiterna soflama!- dejando libre al PSOE el espacio… ¡de centro!..., suena a broma de mal gusto, pero siempre habrá quien esté dispuesto a creerlo. Como dijera Shakespeare: ¡Oh, qué hermosa apariencia tiene la falsedad!

Generalmente un hombre tiene dos razones para hacer algo. Una que suena bien y otra que es la real. J. Pierpoint Morgan, empresario y coleccionista de arte (1.837-1.913)