La difícil solución a la pandemia pasa por el camino que llevan recorriendo desde hace tiempo muchos países se nuestro entorno: la realización de test PCR masivos a la población, imprescindibles para iniciar con buenas perspecticas lo que se ha dado en llamar “la desescalada". Pero en España apenas se pueden hacer a pesar de que hay empresas, algunas intervenidas por el gobierno, que los están produciendo, y todo porque el mismo gobierno no las compra. Estamos exportando los test mientras aquí no disponemos de ellos. Algo tan increíble como cierto.

Tampoco es fácil comprender lo que la señora Teresa Ribera, Ministra de Transición Ecológica, otro genio de la ilógica, le ha dicho a los hosteleros. Los profesionales de la hostelería se sienten tan desprotegidos como otros muchos autónomos, porque a demasiados les será imposible levantar la persiana en unas condiciones que les impedirán siquiera cubrir gastos y, de hecho, más del 90% se niega ya a hacerlo el próximo 11 de mayo. Hasta el más torpe sabe que la presión que esos autónomos llevan sufriendo desde el inicio del Estado de Alarma hará que muchos vayan a la quiebra, y que muchos afectados por el ERTE se acabarán convirtiendo en víctimas de los ERE, pasando a formar parte de la pavorosa cifra de parados que se avecina. Los propietarios de bares y restaurantes se quejan y la señora Ribera, haciendo gala de una sensibilidad social fuera de lo común, al igual que todos sus compañeros y compañeras de gabinete, les ha dicho que “quien no se sienta cómodo que no abra”. ¿No les parece genial?

Al gobierno no se le ha ocurrido aliviar la presión fiscal  a los hosteleros, ¡ca!, un gobierno que ha fijado el precio máximo de las mascarillas en 96 céntimos, lo que supone obligar a los farmacéuticos a perder dinero, con el riesgo añadido de que se nieguen a venderlas, pero un gobierno que mantiene un IVA del 21% sobre las mismas, o sea que de los 96 se lleva unos 16 centimitos porque debe ser que considera que estos artilugios no son artículos de primera necesidad sino un lujo asiático de ricachones.

A los hosteleros solo se les ofreció una mora en el pago de los impuestos, una dilación en el abono de unos tributos que están obligados a pagar  aun durante el tiempo que han estado cerrados sin ingresar nada y que seguirán pagando en la misma medida cuando abran con aforo reducido obteniendo escasos beneficios. Será la ruina de muchos. Aun desde los escasísimos conocimientos que la mayoría, en la que me incluyo, tenemos de economía, es fácil deducir que cuando disminuyen los ingresos hay que reducir gastos o inevitablemente se sufre un descalabro y eso solo lo pueden hacer los hosteleros despidiendo personal, en caso de tener empleados, o pagando menos impuestos. ¿Menos impuestos con este gobierno socialcomunista?, seria de ingenuos pensarlo. La fórmula perfecta ya nos la proporcionó nuestra admirada Ministra Ribera: eso es lo que hay, o lo tomas o lo dejas. Tenía razón Evelyn Waugh cuando afirmó que la principal incapacidad de las tortugas no estriba tanto en su lentitud como en su confuso sentido de la dirección.

No nos sirve como excusa el que la pandemia sea un desastre mundial cuando estamos entre los países que peor han gestionado la crisis sanitaria y ofrecemos unos de los peores registros. Tampoco entendemos que aunque sea cierto que la debacle económica vaya afectar a todos, tengamos que aceptarlo sin más -mal de muchos consuelo de bobos-, máxime mientras seguimos a la cabeza de los que tienen peores predicciones de futuro -véanse los recientes y escalofriantes datos sobre la caída de nuestro PIB-. Esto es un desastre en toda regla, una hecatombe que estos ineptos ni saben ni sabrían como resolver y menos desde las posturas ideológicas con que, no se sabe bien por qué, Unidas Podemos lastra al gobierno, si es que no viene lastrado de casa.

Tampoco encontramos una explicación racional para que, tradicionalmente, a las izquierdas les hayan pasado tan poca factura sus muchos errores y escándalos políticos pero, al final, siempre acaban pagando muy caros los desaciertos económicos. Le ocurrió a Felipe González,  también a Zapatero y será lo que mas pronto que tarde le suceda a la nefanda alianza actual. A Rajoy se le podrá acusar de muchas cosas pero nadie negará que le echaron del poder dejando una economía aceptablemente saneada tras el marasmo zapateril. Tras la caída del mandatario liberal, muchos empezaron a decir que “es la economía, estúpido”, aquella frase que a Bill Clinton le hizo ganar sus primeras elecciones frente a Bush padre, ya no servía como referente. Pues va a ser que no, que lo que quizá muchos miles de muertos a causa de la pandemia no hará, lo va a llevar a cabo la economía. El gobierno de Sánchez e Iglesias está incapacitado para gestionar el cataclismo financiero que se avecina y los españoles somos cada día más conscientes de ello. Están atascados y atacados por los nervios, llevamos un camino conducente a necesitar ser intervenidos, un rescate que Europa tiene muy pocas ganas de hacer y lo peor es que, venga quien venga, el desastre será de tal magnitud que nos llevará mucho tiempo deshacer el entuerto.

Sí, no sé cuando ocurrirá pero, va a ser la economía, caballeros Sánchez  e Iglesias.