No habrá muchos personajes históricos que hayan provocado mayor corriente de admiración, que hayan concitado en su persona mayor grado de fascinación que Ernesto Che Guevara. Su imagen ha sido reproducida en infinidad de ocasiones y de modo muy especial en camisetas que miles de personas han vestido y siguen vistiendo orgullosamente. Considerado como un icono por la extrema izquierda, otros muchos ingenuos, que ignoran todo sobre este sujeto, también le veneran como ejemplo de defensa de los derechos humanos  y de las libertades.

En unos casos es la ideología radical y en otros serán los efectos de la maquinaria propagandística que tan bien manejan las izquierdas, extremas o no, y la tradicional ineptitud para comunicarse de que adolecen las derechas, pero lo cierto es que nada es lo que parece porque, en realidad, el ídolo revolucionario no fue más que un extremista estalinista, una fría máquina de matar que odiaba a los negros y enviaba a los homosexuales a campos de concentración.

Hemos aludido al Che como ejemplo paradigmático pero son muchos lo ídolos con pies de barro que, por distintas razones, han ocupado los sagrarios que una gran parte del pueblo reverencia. Y nos referimos fundamentalmente a los altares de la política, porque excluimos aquí a los fetiches populares como artistas, cantantes e incluso personajillos de la prensa rosa, celebridades que van por distinto camino al que aludimos. Queremos referirnos, solo, a todos aquellos que pueden tener alguna influencia real en lo que son nuestras vidas y sobre nuestros principios.

En esta locura colectiva en la que parecemos vivir, ahora se han puesto de moda las camisetas con la imagen del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad.

Fernando Simón, el hombre que tenia la responsabilidad de advertir y ciertamente informó, en principio, de lo que se nos venía encima, acabó por convertirse en uno más de los que transforman su lengua en brocha con la que  escobillar el tafanario de quien les manda. Sabiendo lo que bien sabía, fue capaz de decir que lo que se aproximaba no tendría mayores consecuencias que las de una gripe normal, conociendo el peligro que nos acechaba dijo que nunca impediría a su hijo asistir a la manifestación del 8M y, desde entonces, toda una serie de despropósitos como el de decir que desconocía el porqué de la diferencia numérica entre la media de los fallecidos en el mismo periodo de años anteriores y el actual,  pero que no sería a causa del coranovirus y podía haber sido a causa de algún gravísimo y desconocido accidente.

Las izquierdas, agradecidas hasta el punto de pedir que sea condecorado, han ensalzado al personaje y, con su considerable poder de convicción, han logrado convertirle en un nuevo emblema de su credo. Ha nacido una nueva saga, la de los “Simones” o adoradores de Fernando Simón.  Y no solo se le podrá ver reflejado en camisetas, lo increíble es que tampoco es exiguo el número de quienes han decidido tatuar su imagen  en alguna parte de su cuerpo.

El nuestro es un gran pueblo lleno de gente extraordinaria, pero el promedio de zoquetes, ignorantes, obtusos y aturdidos, tampoco es despreciable y ello explica que muchas de las barbaridades a las que estamos siendo sometidos sean posibles.

Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados. Mahatma Gandhi