En el post anterior había prometido hablar de la comparecencia del Presidente Sánchez ante la Asamblea General de Naciones Unidas y lo prometido es deuda.

Viajes y comparecencias de este tipo los han realizado anteriormente jefes de estado y de gobierno de todo el orbe y por supuesto todos los españoles.  Suelen pasar bastante inadvertidos a ojos de la mayoría de los ciudadanos porque generalmente y aparte de los conocidos tópicos y lugares comunes a propósito de aquello a lo que en tal momento se dedique preferentemente la reunión, están principalmente más previstos para consumo interno que para otro fin. Solo los españoles habremos prestado alguna atención al asunto estelar que había preparado Sánchez en su perorata. A nadie en las Comoras, a ningún ciudadano finlandés, les importará lo más mínimo donde Franco esté enterrado, a ningún habitante de Sri Lanka, antes Ceilán, le inquietará si lo llevan a La Almudena o a El Pardo, del mismo modo que a los españoles nos importa una higa en qué fecha los ceilandeses obtuvieron su independencia de La India, lo que para ellos será importantísimo.

Sánchez fue uno de los 60 Jefes de Estado o de Gobierno que participaron en el pleno en esta ocasión. De los cientos de comparecencias habituales, se suele prestar solo alguna atención a las de los líderes de las grandes potencias, que son las que pueden tener alguna trascendencia, o a aquellas que hayan podido resultar más impactantes o curiosas por diversos motivos. Muy chocante resultó en su día la del líder soviético, Nikita Jrushchov, que se quitó un zapato con el que golpeó el atril, o la de Fidel Castro que empleó más de cuatro horas en martirizar a la audiencia con su espesa charla, cuando la media de los discursos es de unos 35 minutos. La última y reciente excentricidad conocida la protagonizó el salvadoreño Nayib Bukele, que el pasado jueves se hizo un selfi tan pronto como subió a la tribuna de oradores; pasará o no a los anales de los chascarrillos de la ONU pero restó protagonismo a la plática de nuestro Presidente que pareció intentar impresionar a la audiencia exhibiendo la exhumación de su trofeo más preciado, el dictador Francisco Franco. A enemigo muerto gran lanzada, o algo así reza el refrán.

Sánchez viajó con un amplio cortejo compuesto por el Ministro de Asuntos Exteriores, otras dos Ministras, su inseparable cónyuge y un extenso séquito de altos cargos y asesores. Llevar tan abundante cortejo es costumbre habitual de casi todos los mandatarios a pesar de que a menudo no parezca necesaria, de que sea costosa y casi siempre resulte inoportuna porque no se trataba, al menos en este caso, de negociar casi nada con casi nadie. Prerrogativas de casta y viajes a costa del erario público es lo que parecen.

Allí en Nueva York, mantuvo una reunión con varios dirigentes económicos de Wall Street donde mostró su cara más socialdemócrata y pro-business, reivindicó no haber cedido ministerios económicos a Podemos sin mencionar los 370 puntos que en su día les había ofrecido y aseguró que, de ganar las próximas elecciones, no subiría los impuestos hasta niveles tan elevados como para perjudicar al desarrollo empresarial. Como afirmó Carlos Segovia, articulista de El Mundo, la misma tendencia de siempre de “decir una cosas en los mítines y aplicar en el BOE lo contrario”.

En la misma ciudad de NY tuvo una primera comparecencia de solo ocho minutos en la Climate week o Cumbre del Clima -como preámbulo de la sesión del martes 24- en la que al igual que otros líderes se limitó a expresar en solo 8 minutos las obviedades que todos conocemos y oímos repetir día tras día.

La visita se cerraría con una entrevista con el líder de un país tan dictatorial  como es Irán, Hasan Rohaní, porque una cosa es exhumar cadáveres en España y otra dialogar con dictadores vivos por aquello de la realpolitik. En fin, mucho gasto para tan poca ganancia, aunque como antes afirmábamos, este tipo de excesos no sean exclusivos de este gobierno.

Como decíamos, estas peroratas suelen tener poco interés para quien no sea de la misma nacionalidad  que el ponente, así que Sánchez, que no sé si será consciente de ello, empleó unos treinta minutos en lo que parecía una alocución más de las  dirigidas a los españoles, un acto más de precampaña a lo que, por supuesto, tiene todo el derecho y es lo que en su caso hubiera hecho otro cualquiera. Pero ahora parece tocarle a él hacer lo que a tantos censuró.

Pero hay cosas llamativas que comentar sobre el discurso de Sánchez ante la Asamblea General de la ONU. Expresábamos en un artículo anterior de este mismo blog (con fecha 7 de marzo pasado), la nula preocupación que nos causa el lugar en el que pueda estar enterrado Franco, algo sobre lo que él mismo ni siquiera se pronunció, pero también hablábamos de nuestra oposición al uso de esto como arma electoral, a que pareciese estarse siempre intentando dividir y enfrentar a la ciudadanía española, a una Ley de Memoria histórico-vengativa y, en definitiva, tratar de ganar votos con un tema del que leemos muchas cosas en la prensa pero del que jamás hemos oído hablar en el supermercado, en las cafeterías o en la cola del pan. Y es que si alguien busca en las listas oficiales las cosas que más preocupan a los españoles, no encontrará la menor referencia a la tumba de Franco, ni siquiera en las encuestas del CIS, que ya es decir.

Pedro Sánchez buscó su momento de gloria para jactarse de la prevista exhumación de Franco ante la misma Asamblea General que en su día guardara un minuto de silencio por la muerte del General Franco.

Que sacara pecho ante un público, en su mayoría indiferente ante lo que contaba, puede ser entendible, pero cometer errores de bulto y tergiversar la Historia, voluntaria o involuntariamente, ni se puede ni se debe consentir. Dijo el bueno, es un decir, de don Pedro, que el ingreso de España en la ONU no fue admitido en primera instancia  porque no gozaba de un sistema democrático. ¿Sabe él que entre los fundadores de Naciones Unidas figuran estados tan poco democráticos como la URSS o China, o para él eso son ejemplos democráticos? Por supuesto que lo sabe pero no parece que lo que le importe sea la veracidad sino lo que parezca más adecuado en cada momento. No permitamos que la verdad nos impida hacer un buen discurso. Ya estamos acostumbrados a verlo.

Dijo Sánchez, don Pedro, que Franco había reposado inmoralmente en un mausoleo y que lo había hecho con honores de estado. No acierto a entender si el inmoral al que se refiere es el propio Franco por estar allí tanto tiempo, al Rey emérito que ordenó enterrarlo en tal lugar o a todos los españoles a quienes, salvo a los más extremistas de cualquier lado, el tema jamás inquietó. Sánchez también parece desconocer la diferencia entre un mausoleo y una basílica. Franco y otros están enterrados en la Basílica del Valle de los Caídos, un lugar que el dictador, de manera que aunque pueda ser criticable, acertadamente o no, ordenó construir pretendiendo hacer un monumento a la reconciliación, y en el que jamás se le han rendido honores de estado en la democracia, solo cuando fue enterrado y estaba vigente aún el régimen que él creara.

Además, según Sánchez, esto ha venido a cerrar el círculo de la democracia y un pasado obscuro. Es decir que, según él, tal círculo no se cerró con la Constitución de 1.978 y todos los gobiernos anteriores, los ejecutivos en los que su partido ha gobernado más tiempo que ningún otro, han estado prostituyendo la democracia dentro de un pasado de tinieblas.

Sí señores sí, con él, con Sánchez, ¡por fin!, ha llegado la democracia a España y un luminoso presente alumbra nuestro país. ¡Aleluya!

Quizá debiera haberse hecho un selfi inmortalizante para exhibirlo ante  sus nietos el día de mañana, pero gracias a Dios no se quitó los zapatos, no fuera que algo siguiera oliendo mal.