En tan dramática la situación como la que nos ha tocado vivir a causa de la pandemia, lo mejor es tomar las cosas con filosofía y sentido del humor, porque de todo modos lo vamos a pasar muy mal. Por eso, permítanme citar, con todo el respeto hacia su protagonista, la simpática anécdota de una señora a la que oímos gritar, en uno de los muchos WhatsApp que circulan por las redes, animando a la policía y recriminando a un transeúnte irresponsable por hacer caso omiso del estado de alarma y salir a pasear sin mediar necesidad, mientras todos seguimos estando, en palabras de la buena señora, “confiscados”. La verdad es que uno no sabe bien si ésta palabra puede ser una predicción de futuro porque todo lo que observamos nos asusta de veras.

Ni podemos ni queremos oponernos a ninguna de las medidas de excepción que se han impuesto con motivo de la epidemia que nos asola; seguiremos apoyando todas las disposiciones que habrán de venir y que cada vez deberán ser necesariamente más duras. No obstante, algunas cosas nos preocupan; hay informaciones de fuentes no desdeñables, en el sentido de que, en función de la evolución de los acontecimientos, se podría llegar a plantear la tesitura de que alguien pudiera tener que llegar a decidir entre dejar morir a un paciente u otro en función solo de su edad e incluso internar a los mayores en centros específicos para desahuciados. Esperemos que tal cosa no llegue a producirse porque eso sí sería de juzgado de guardia. Pero ojo.

Sin embargo, el hecho de que nos sintamos en la obligación de ser solidarios y no poner trabas a las decisiones de quienes tienen que tomarlas, no nos puede impedir ser críticos con los responsables de manejar esta situación tan compleja porque lo que observamos, día tras día, contribuye muy poco a  tranquilizarnos.

No nos sosiegan los independentistas cada vez más radicalizados que tratan de sacar rédito  político de esta situación de catástrofe natural -véanse las palabras del inhabilitado Torra, el que incomprensiblemente sigue ejerciendo de presidente catalán, en declaraciones a la BBC-, no nos da confianza un Vicepresidente del gobierno para Asuntos Sociales incrustado a frotamiento duro en el CNI, el mismo Vicepresidente que a punto estuvo de reventar el gobierno en un histórico Consejo de Ministros previo a la declaración del estado de alarma, el mismo don Tancredo al que dejaron hacer una comparecencia que él había exigido para no perder visibilidad, en la que lanzó su arenga ideológica y no aportó absolutamente nada excepto admitir que estuvo detrás de una cacerolada contra la Monarquía y, además, justificarla.

No, tampoco nos serena un gobierno desnortado en el que, salvo excepciones, nadie muestra tener criterio para afrontar la plaga, con un Presidente del gobierno que tras un largo periodo sin comparecer, ahora lo hace con actitud entre lloriqueante y paternalista en unas performances y escenificaciones ah hoc en que las preguntas, amigables y previamente bien filtradas, las formula el Secretario de Estado de Comunicación -como oí decir a un famoso locutor de radio, es la teatralidad más parecida al famoso “aló presidente” del desaparecido Hugo Chávez-. Aparte de anunciarnos más cataclismos y extensión del estado de alarma, Sánchez nunca ha sido capaz de prometer más que los famosos 200.000 millones de Euros que todo analista económico serio ha considerado una boutade, y a prometer suministros de EPI “en los próximos días”. Él que afirma -ahora- ver a las Fuerzas y Cuerpo de Seguridad del Estado como un escudo insustituible, Fuerzas que, al parecer, antes consideraba  un gasto superfluo, o él, quien en su día afirmó que sobraba el Ministerio de Defensa. El mismo presidente que ha permitido, pues no es creíble que se lo hayan colado, un espacio en TVE denostando a la Monarquía, en lo que bien puede ser una vergonzante concesión más a su socio Pablo Iglesias.

También es cierto que parece llegar alguna esperanza de que empiecen a repartirse ya medios necesarios de lucha contra el coronavirus, tales como tests rápidos, mascarillas o respiradores, pero ese optimismo se debe más a la autorización  para que las Comunidades Autónomas puedan adquirir sus propios medios y  a las donaciones e iniciativas privadas ¡Vaya con el eficiente mando único! Son las consecuencias te tener un gobierno diseñado para la propaganda y el autobombo en lugar de con miras a la gestión.

Por mucho que los “Guayomings” y demás voceros afectos y aleccionados traten de disculparles y culpar a otros del desastre presente y futuro, poco podemos confiar en unos gobernantes cuyo principal asesor, el director del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias, cuando fue preguntado sobre cual puede ser la razón para que, en Alemania, con un numero de infectados similar al nuestro tengan menos de la décima parte de fallecidos, solo supiera articular un “no lo sé”.

Como dijera alguna vez el dramaturgo francés Beaumarchais “saber hacer vale más que saber”. Pues quien no sepa qué hacer ni como ejecutarlo, que se vaya. Sobre todo cuando se percibe un tufillo de que como hiciera el ya citado Chávez, estos ineptos e incapaces nos quieran confiscar hasta la libertad de pensar. Tal vez la señora sabía lo que decía.