En muchos países de Europa Oriental que un día estuvieron sojuzgados por la Unión Soviética, parece estar triunfando la derecha e incluso la extrema derecha. En los países bálticos, los partidos de corte comunista están prácticamente proscritos, lo que puede ser debido al efecto acción-reacción. En España, tras la dictadura franquista se ha acabado por producir algo así como el efecto contrario y hasta la bandera constitucional, que ondea desde que hace casi tres siglos la instituyera Carlos III, se quiere identificar con el franquismo -también a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil como custodios de la enseña nacional que son y, ya de paso, al Cuerpo Nacional de Policía- y muchos, sectarios y radicales, o no, consideran a cualquier derecha como heredera de la dictadura y continuadora de sus principios.
Ocurrió en los años treinta con la CEDA, ocurrió con la UCD de Adolfo Suárez -menos porque, en este sentido, en parte le cubría las espaldas la Alianza Popular de Manuel Fraga-, ocurrió con el PP de Aznar y sigue ocurriendo con el PP de un Mariano Rajoy que parece no darse por enterado. La derechona siempre tendrá enfrente a todas las izquierdas y a todos los nacionalismos, que la contemplarán más como enemigo que como adversario político, ¿Frente Popular? Todo es posible desde que Goebbels fue adelantado por la izquierda y sin dar intermitentes.
Desamores políticos (II)
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