En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa.
(Antonio Machado)

Que el Partido Popular está ahíto de casos de corrupción es tan patente que no es necesaria ninguna otra explicación. Sostienen que todos son sucesos del pasado; ya lo veremos. Lo que muchos niegan, otros dudan y algunos creen tras ardua autoafirmación de fe, es que a futuro haya una verdadera voluntad de cambiar el rumbo definitivamente: Bárcenas, Gürtel, Púnica, Lezo, Bankia, tarjetas black, sobres, financiación ilegal, etc., llenan a diario periódicos y noticiarios y son objeto de debate en tertulias radiofónicas o televisadas. Son muchos, demasiados casos a lo largo del tiempo.
Los asuntos citados son harto conocidos pero existen otros que, por no ser tan nombrados por los medios, no son tan mediáticos -la redundancia es voluntaria-. Suenan mucho menos los casos del PSOE: ERES y cursos de formación en Andalucía (quizá más de 3.000 millones de euros), Caixa Bank, Casos Moltó (Caja Castilla la Mancha, en que se habla de cifras superiores a las de Bankia), Campeón (Galicia), Emperador (Madrid), Contratos (Alicante), Marea (Asturias), Cudillero (Asturias), FEVAL (Extremadura) etc., etc. Es difícil cuantificar cual de los dos partidos, aún mayoritarios, goza de más casos por la dificultad de encontrar datos contrastados, pero en cuanto a cantidades de dinero defraudado parecen llevarse la palma los socialistas; de cualquier modo, ambos tienen muchos a sus espaldas, ya que son también los que mayores responsabilidades de gobierno han tenido; y si seguimos, encontraremos más casos que afectan a casi todos: Haberlos, hailos de CC, PSC, IU, ERC, BNG, PNV, CDC, el “tres per cent”, Palau y el Clan Pujol entre otros, hasta un total de 730 en unos cuantos años; a pesar de que bastantes de dichos casos se hayan podido resolver sin responsabilidades penales, esto es una porqueriza. Y no son ajenos los sindicatos mayoritarios: UGT (ERES, Bankia, CAM…) y CCOO (Bankia, CAM…). No es tampoco ajeno Podemos: Cobros de Irán y Venezuela, pagos de asistentes en B, pisos espinarienses, inhabilitaciones en Universidades, nepotismo en ayuntamientos, concejales S. Mato y C. Mayer investigados por malversación de fondos públicos y algún etcétera más; alegan que nunca han sido condenados (ha habido otras sanciones) y sin embargo, ni ellos ni otros dejarán de hostigar, por ejemplo, a Francisco Camps que, de momento, ha sido absuelto de todos sus casos, ni a Esperanza Aguirre que, al menos por ahora, nunca ha estado investigada. Y sin olvidar que en el caso tarjetas black están implicados miembros de varios partidos y sindicatos. En fin, una verdadera pocilga en la que conviven muchos.
Desde el pasado mes de diciembre de 2.017 se está desarrollando el juicio por los ERE de Andalucía y su visibilidad, al menos en los medios nacionales, es bien escasa comparada con la constante difusión de imágenes y reportajes de Lezos, Púnicas o Gürteles. Ni siquiera la familia Pujol sufre por tanta difusión pese a las escandalosas cifras que se barajan. El PSOE puede defender y defiende sin rubor a Chaves y Griñán, pero jamás veremos a nadie justificando a Camps so pena de excomunión político-periodística.
Nunca vamos a justificar corrupción alguna, pero la diferencia de trato resulta evidente si es que no es escandalosa -en alguna cadena de televisión he llegado a estimar que por cada 10 minutos dedicados a promocionar al PP, emplean uno para todos los demás-. Lo curioso es que eso no ocurre solo en los medios considerados de izquierdas, lo que tendría lógica, sino que aquellos que se mueven en una zona de ideología más conservadora parecen picar el mismo anzuelo, aunque lo hagan, lógicamente, en proporción más benevolente. La usual torpeza de la derecha para publicitarse abarca no solo a los partidos de ese ámbito, sino que parece contagiarse a los medios más afines que parecen compartir el mismo complejo de para que no digan que.
Y por si Rajoy tuviese pocos enemigos, el ala más conservadora de la derecha también abomina de él y de su PP por los que consideran sus enormes errores e incumplimiento de muchas promesas.
Pero todo esto tiene un trasfondo que va más allá del poder que la prensa pueda tener.