Son dos posturas diferenciadas:
Quienes pertenecen al ala centrista del espectro político, a la derecha liberal y también los más conservadores, temen que se esté produciendo una arriesgada deriva de la izquierda hacia la postura frentepopulista, algo muy similar a lo ocurrido durante la segunda república española que desembocó en la tragedia de una sangrienta guerra civil.
Por el contrario, quienes comparten posiciones ideológicas próximas al actual gobierno de coalición entre socialistas y comunistas con los apoyos, puntuales o no, de todos sus socio-colaboradores coyunturales, extremistas de izquierda varios, separatistas, enemigos de un estado español cohesionado, unido y constitucional, los recogedores de esas nueces producto de las políticas suicidas que Pedro y Pablo practican con fruición, más todos los que con buena voluntad cándidamente confían en ellos, se muestran felices creyendo que, de una u otra forma, esto tendrá un final gozoso para los españoles a pesar de la pandemia que nos quiere asolar, por muy nefasta que haya sido la gestión sanitaria del gobierno y que, por malos que sean los augurios económicos, todo tendrá un final feliz.
Ya sabemos aquello de que la misma botella puede verse medio llena o medio vacía según sea el grado de optimismo o pesimismo de quien la contemple. Pero hay hechos que son incontestables: el frente popular republicano llegó al gobierno tras unas elecciones fraudulentas -como han podido demostrar Álvarez Tardío y Villa García en su libro “1936, Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular”- y, por el contrario, el actual ejecutivo lo hizo de modo legal sin que quepa la menor sospecha de adulteración electoral, aunque luego se haya acogido a pactos tan legales como nauseabundos . En el 36 se quemaban iglesias, se asesinaban religiosos y católicos por el “delito” de ir a misa, la situación del orden público era catastrófica, se producían amenazas de muerte en el Congreso, hubo tres levantamientos anarquistas, dos intentos de golpes de estado, en 1.932 y 1.934, la violencia callejera era insoportable y los asesinatos, casi encadenados, del izquierdista Teniente Castillo de la Guardia de Asalto, y del diputado del derechista y monárquico partido Renovación Española, José Calvo Sotelo, acabaron por ser el culmen de todo el desastre de aquella república que feneció a causa de sus múltiples errores que acarrearon un levantamiento militar ilícito, pero una situación que, de una u otra forma, solo podía acabar convertida en tragedia.
La composición del frente popular del 36 y la del gobierno de 2.020 apoyado por tan aprovechadas como despreciables amistades políticas, se parecen como dos gotas de agua y para todos quienes tienen una mentalidad o una ideología afín al sistema de democracia liberal, resulta sospechoso porque creen que la izquierda actual trata de deslegitimar a todas las derechas, del mismo modo que sucediera en la república cuando las izquierdas, creyéndose las únicas legitimadas para gobernar, tras la victoria de la derechista CEDA en las elecciones de 1.933 acabaron organizando el intento golpista de 1.934 que al final fracasó porque lo único que lograron articular fue la malograda rebelión de Asturias más la frustrada intentona separatista de Companys y, ante tanto revés, y para lograr sus objetivos, acabaron por adulterar las elecciones de febrero del 36, que supusieron el principio del fin.
Hoy no se queman iglesias, no se asesina a nadie por sus ideas, el orden público sigue controlado, no se adulteran los comicios y no existe ningún indicio creíble de que se pueda producir una nueva asonada militar. No, la situación no es la misma en el 2.020 que en el 1.936, pero los pactos y alianzas vergonzantes del gobierno, el que a los españoles nos hayan costado 40.000 millones de euros los apoyos que Sánchez ha pagado por un puñado de votos a fin de mantenerse en La Moncloa, las cesiones de un debilísimo gobierno ante los antisistema con quienes están aliados, las claudicaciones ante los enemigos que no ocultan sus intenciones de destruir el estado, los intentos de controlar absolutamente la justicia, la televisión o el CNI, el haber convertido la mentira diaria en una forma de entender la política y un sistema de gobierno y lo que parece un acoso a la Monarquía constitucional y parlamentaria, todo ello ayuda, y mucho, a que quienes creen en el estado de derecho, en la ley y en el orden, se sientan hondamente preocupados.
El deterioro parece avanzar muy de prisa pero la esperanza de que los españoles seamos capaces de entendernos es lo último que podemos perder.
En su mejor momento el hombre es el más noble de todos los animales. Separado del derecho y la justicia es el peor. Aristóteles.