Quizá lo único que ahora no ha cambiado, tras lo que asemeja ser la desaparición del bipartidismo político en España, es el papel en exceso relevante de que gozan los nacionalistas en cuanto a representación parlamentaria con lo que ello conlleva. El resto del panorama político se ha visto sacudido por la aparición de distintas formaciones de signos varios, algo que para bien o para mal ha producido una disgregación, cuando no atomización del voto, que hace mucho más complicada la labor de cualquier gobierno e imprescindibles los pactos, ya que resulta impensable que ningún partido pueda obtener mayoría absoluta o ni siquiera una representación suficiente para gobernar en solitario.
Los principales partidos con mayor o menor probabilidad de poder gobernar son, de momento, cuatro (PP,PSOE, Podemos y Ciudadanos) aunque parece haber surgido un quinto contrincante, Vox que, afinidades políticas aparte, puede contribuir a enredar algo más un ya complejo panorama.
Obviando la opinión de sus rivales, en el horizonte parlamentario tenemos de una parte al PP, supuestamente en el centroderecha/derecha y la aparición o crecimiento de Vox como derecha radical, derecha extrema o al límite del ultraderechismo. Por su parte Ciudadanos parece -aunque se diría que ellos mismos a veces tengan dificultades para definirse- que se situan en el centro político, aunque tanto con rasgos socialdemócratas como liberales. El reciente anuncio de esta última formación de su voluntad de no alcanzar acuerdo alguno con el PSOE nos hace llegar necesariamente a la conclusión de que, ante la más que improbable posibilidad de que pueda gobernar en solitario, solo podría hacerlo con el apoyo o apoyándose al menos en el PP, o en Vox -aunque esta posibilidad tanto les desagrade-, o en ambos, como ya ha ocurrido en Andalucía.
Por otra parte, a la izquierda del arco parlamentario encontramos a un PSOE, supuestamente socialdemócrata, a una alianza neocomunista llamada Unidos Podemos (UP) y sus corrientes varias, todos de extrema izquierda, con quienes los anteriores llevan años alcanzando acuerdos a todos los niveles, siendo más que previsible que así siga siendo, ya que por mucho que las encuestas reflejen un trasvase importante de votos de UP al PSOE, la suma de ambos sería indispensable si es que quieren alcanzar algún tipo de mayoría, aunque muy posiblemente necesitarían además la concurrencia de otros grupos como señalaremos posteriormente.
Hemos pasado pues de un sistema en el que se imponía el bipartidismo a otro que aquí y ahora bautizaremos como “bibloquismo” en el que los votos depositados a favor de cualquier partido sumarían en realidad con los de los grupos del mismo arco, aunque aquí las circunstancias propias de lo que la Ley d´Hondt limita, pudieran introducir inesperadas variantes en la distribución de escaños.
La primera consecuencia que de esto podremos sacar es que al habitual incumplimiento de compromisos electorales a las que ya nos tienen acostumbrados los partidos cuando gobiernan, habrá que añadir la imposibilidad de llevar a cabo lo establecido en otras promesas de campaña, como consecuencia de las condiciones que les sean impuestas y los acuerdos previos alcanzados para las alianzas. Es decir, que a las habituales decepciones habrá que añadir necesariamente otras que nos hagan quedar más desengañados si cabe, pero a eso nos hemos de acostumbrar u optar por la abstención que es otra forma legítima de actuar.
Por lo tanto deberemos tener en cuenta que cuando votamos a un partido, en realidad estamos haciéndolo a uno de los dos bloques y que tal vez fuera conveniente considerar si no nos merece la pena emitir el sufragio a aquel partido con más posibilidades de ganar, aunque no sea nuestro favorito, valorando la posibilidad de que motivado por la ya expresada ley d´Hondt, esa papeleta al preferido pudiera ser más útil al núcleo que no deseamos que gobierne. Sería tanto como ejercitar lo que se conoce como el "voto útil". Y eso es algo que a partir de ahora debería tenerse muy en cuenta por la ciudadanía sea del signo que sea.
Si queremos votar al llamado bloque de izquierdas habrá que considerar que allí el partido con más posibilidades de gobernar es el PSOE pero que estará siempre condicionado por las exigencias impuestas por el populismo de la extrema izquierda podemita y con una altísima probabilidad de tener que nadar siempre entre dos aguas: la obligatoriedad de cumplir la Constitución y comerse muchos de los sapos que el extremismo nacionalista e independentista les exija a cambio de su apoyo.
A ésto habrá que añadir, cada cual, qué es lo que piensa sobre lo que el gobierno actual ha hecho desde que llegó a través de una moción de censura y valorar si le merece o no la pena que siga gobernando.
Si lo que deseamos es un gobierno en manos de las derechas, debemos considerar también que entre Ciudadanos y Vox, que son como el agua y el aceite, habrá siempre tensiones poco gratificantes. Dentro de esta facción algunos habrán de asumir que tendrán que aceptar modificaciones que quizá no deseen en leyes como la de Violencia de Género o la de Memoria Histórica además de en la Política Inmigratoria, mientras que otros se podrían sentir defraudados por todo lo contrario.
En este caso todos los principales actores son neófitos (o casi) y por lo tanto poco se les podrá reprochar de su pasado más allá de lo que la dinámica de sus opositores les quiera echar en cara; sin embargo, habrá también que saber que su experiencia de gobierno es muy escasa.
En fin, que votar ya no será, en ningún caso, lo que era.