No podía haber sido más inoportuna la elección del lugar ni peor el momento elegido por el Secretario General de Vox, Francisco Javier Ortega Smith, para hacer un alegato en contra de la Ley Orgánica de medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Ocurrió el 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, fecha en que se celebraba un acto en el Ayuntamiento de Madrid al que asistían muchas mujeres que han sido víctimas de inhumanos malos tratos y vejaciones por parte de sus parejas, mujeres que solo buscaban la comprensión y el aliento que merecen. No, no era el momento más adecuado para hacer un alegato en contra de la ley vigente, ni con razón ni sin ella. Era una oportunidad extraordinaria para mostrarles todo el apoyo, porque solo ellas saben lo mucho que han sufrido y en ese instante solo podían caber las mayores muestras de empatía hacia sus figuras para que supiesen que la sociedad, las entidades y todas las organizaciones políticas están de su lado. Lo de menos para cualquier mujer, en aquel momento, era comparar su circunstancia con la de algunos hombres puedan también recibir malos tratos. Ellas saben de su padecimiento y solo buscan consuelo.
Hay muchos lugares en los que presentar alegaciones, argumentos siempre legítimos si se formulan en tiempo y forma, contra una ley en caso de que a un determinado Partido Político le pueda parecer inadecuada. Entre otros foros, sin ir más lejos y de modo principal, el Parlamento. ¿Era necesario hacerlo allí?, ¿le gusta a Vox echarse encima a la opinión pública?, ¿por qué se quejan de ser incomprendidos pero parecen buscar la confrontación en vez de explicar sus posturas mostrando mesura en lugar de crispación?, ¿piensan que así aumentarán el número de sus adeptos?
Es cierto que esta ley lleva en vigor quince años y su efectividad puede considerarse nula, porque no solo no han disminuido los casos de maltrato y muertes de mujeres a manos de sus descerebradas parejas, sino que no paran de aumentar. Tal vez pueda parecer conveniente revisarla; la propuesta de transformarla en una ley que castigue por igual cualquier abuso, proceda de donde proceda, nos parece, como poco, motivo de estudio y discusión a considerar.
Pero la política es el arte de la seducción y, sin embargo, de lo que Vox parece alardear es de irritación permanente. No, no es ese el mejor camino para convencer y menos a sabiendas de que se desenvuelven permanentemente en terreno hostil, en un escenario en el que sus adversarios siempre estarán dispuestos a utilizarles como la excusa perfecta frente al fascismo que es necesario combatir por ser un peligro para la democracia y así justificar otras conductas, a veces extremistas de signo contrario.
No nos cansaremos de repetir que tan malo puede ser el extremismo de derechas como el de izquierdas, pero da la impresión de que este último ha sabido presentar su cara amable y convencer a muchos de que pueden ser una fuerza democrática homologable. Es más importante convencer que vencer y lo que los Abascal, Espinosa de los Monteros, Monasterio u Ortega Smith y compañía debieran hacer, es aprender algo del maquiavelismo y maniqueísmo de la izquierda porque, a la larga, flaco favor acabarán haciendo ellos a su propia causa.
Sí, la política es el arte de hacer creer que lo imposible es posible, pero mostrando siempre serenidad y moderación. Las elecciones se ganan desde el centro y eso es lo que tratan de vender todos, sea cierto o no. Pero mientras Vox solo transmita síntomas de paroxismo, seguirá siendo el enemigo público de todos. En el debate entre los principales líderes que tuvimos ocasión de sufrir antes de las últimas elecciones, Abascal terminó diciendo que él ya había contado su verdad y que así se entendería su mensaje a pesar de lo que él considera maledicencia de los demás. Pues debería saber que no lo consiguió, y con episodios como el del señor Ortega Smith o tonterías como la de la diputada de la Asamblea de Madrid que propuso clases de costura en los colegios, cada vez lo tendrán más difícil y se convierten en los mejores colaboradores de aquellos a quienes dicen combatir.
Ortega Smith consiguió que durante varias fechas se hablase más de sus impertinencias y del lamentable episodio de la señora en silla de ruedas que le increpó, que de las condenas por los casos ERE y de los vergonzantes pactos gubernamentales que se están urdiendo. Bravo, señor don Francisco Javier, no faltará quien se lo agradezca.
Antes de pasarse a la política, el abogado Ortega Smith fue militar en Unidades de élite y Fuerzas Especiales. No podíamos aquí sentir ni mostrar mayor afecto hacia nuestros ejércitos, pero la actividad castrense es muy diferente a la política aunque Ortega parece no haberse apercibido de ese detalle y se le dispara el colt con suma facilidad. Ya hemos comentado en alguna ocasión anterior que su lenguaje, oral y corporal, parece más semejante al de un jefe de unidad militar arengando a sus tropas antes del asalto, que al de un político con la cabeza bien amueblada.
Smith & Wesson, ubicada en Springfield, Massachusetts, es la mayor empresa mundial de fabricación de armas cortas y da nombre a algunos los más famosos revólveres y pistolas. Y no, el Secretario General de Vox no tiene nada que ver con esta marca aunque a muchos pueda parecerles lo contrario.