Una característica de cualquier dictadura es la ausencia de prensa libre y, entre las singularidades de los que aspiran a transformar su sociedad para convertirla en una autocracia personalista, figura la de someter a los medios de comunicación y a los periodistas cuyas críticas les molestan, a constantes ataques verbales y amenazas veladas.
Sabíamos hace tiempo que a los principales socios de gobierno de Sánchez, les fastidian sobremanera los medios de comunicación privados, sobre todo los críticos con ellos. Bien se encargó el anterior macho alfa podemita, Pablo Iglesias Turrión, de repetir una y otra vez que la prensa debería estar sometida a algún “elemento de control democrático”, lo que traducido a Román paladino significa que toda debería ser controlada por el estado, y de sobra sabemos qué tipo de estado “democrático” es el que él y sus huestes propugnan.
Claro que, eso eran cosas de Pablenin Iglesianovich y colegas variopintos, a los que Sánchez tenía que “soportar” por el bien de España -¡que manda güevos!-, mientras pretendía hacernos creer que, a la postre, él era solo una víctima de las exigencias políticas.
Pero hace ya mucho que Sánchez se quitó la máscara y emprendió, voluntariamente, el camino que le indican todos sus socios y no solo Unidas Podemos, sino toda la patulea de amigos del club Frankenstein. Es Sánchez, el titular del ministerio de la trola que avanza a base de tapar cada escándalo con el siguiente.
La emprendió contra el poder legislativo a base de amordazarlo con estados de alarma que todos, incluso él, sabíamos que acabarían siendo declarados inconstitucionales, pero que le permitieron gobernar a base de Reales Decretos y con exiguo control parlamentario.
Su Sanchidad está empeñado en lograr a toda costa el pleno control del poder judicial para lo que comenzó nombrando Fiscal General del estado a una colega y ex ministra tan sectaria como él; está empecinado en llegar a controlar todo el Consejo General del Poder Judicial contraviniendo lo que dice la Constitución y lo que Europa nos demanda. Atacando todas las instituciones parece buscar la destrucción política del mismo estado al que lleva camino de dejar económicamente exánime.
Si lograra controlar bien los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, con unos presupuestos suicidas que sus perturbados socios aprobarán mientras se puedan relamer a base de vergonzosas concesiones, ¿qué más hace falta? Como dijera el infausto Hugo Chávez, un régimen socialista se basa en mantener a la gente pobre pero con esperanza. Sí, con sus paguitas y subvenciones para que les sigan votando.
En la última sesión de control parlamentario al gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, alias Pedro I el mentiroso, se quitó una de las últimas máscaras teatrales que le quedaban y señaló, con nombre y apellidos, a un periodista que le resulta molesto.
Paso a paso se va cerrando el círculo y deberíamos cuidar nuestras espaldas..