Solemos respetar una especie de ley no escrita según la cual se puede criticar a los partidos, pero no hacemos lo mismo con la voluntad soberana de los votantes y, ningún periodista y menos este humilde escribidor eventual, debería inducir al voto a ninguna formación.

Una democracia liberal cabal, para ser considerada como tal debería contar imprescindiblemente con dos tendencias principales (sean partidos o sean bloques) que representaran: uno la facción liberal/conservadora y otro la socialdemócrata, aunque puedan existir extremismos minoritarios que respeten otras formas de pensar. Se supone que el bando socialdemócrata debería estar representado, parece que alguna vez lo estuvo, por el PSOE, aunque actualmente resulte irreconocible como tal. Si ahora, según casi todos los sondeos, su expectativa es de algo más de 100 diputados -puede que esa tendencia podría disminuir tras tanto escándolo como vemos día tras día- tras haber seducido a gran parte de la peor extrema izquierda, será porque no pocos de sus antiguos votantes o ha cambiado de opinión o preferirían quedarse en casa.

Muchos electores bien intencionados de ideología socialdemócrata seguirán queriendo mantenerse fieles, con ilusión depositada en “su” PSOE, tragándose las patrañas de Pedro Sánchez y sus tiralevitas. Un sentido de la lealtad poco afortunado pero respetable.

Pues siento contravenir esa ley no escrita antes citada, pero osaría pedir a esos devotos que observen fríamente el panorama y valoren sinceramente todo lo que viene ocurriendo desde hace siete años. Que escuchen a muchas viejas glorias de su partido, hoy horrorizadas, que se pregunten si esta banda mafiosa en el gobierno tiene alguna de las virtudes políticas izquierdistas que dicen defender o si solo amparan su propio trasero. Que todo lo que vamos conociendo a diario, siendo muchísimo, bien se sabe que no es más que el principio de lo que puede llegar a ser, con gran diferencia, el mayor caso de corrupción política y económica en España desde que existen registros y que, si todo continúa así, el sanchismo puede acabar devastando al PSOE de sus amores. En Extremadura se acaba de despeñar y ese es solo el primer paso de lo que se les va a venir encima.

El sanchismo puede dejar a nuestra Nación en la UCI, pero España es un gran país que ha salido de situaciones extraordinariamente complejas y tengo fe en que lo volverá a hacer aunque nunca será sin gran dolor, pero el partido en el que algunos socialistas íntegros aún quieren confiar puede quedar tocado de muerte o muy cerca, gracias a un tal Sánchez que solo se quiere a sí mismo. España necesita una socialdemocracia sólida, pero honesta, capaz de alternar con el liberalismo, aunque para eso el PSOE, antes o despues, deberá afrontar una difícil pero profunda catarsis para volver a renacer de sus cenizas contando con el impulso regenerador de sus más fieles.

Como un día dijera Lola Flores a sus enfervorecidos fans en aquella frase que todos recordamos: “si me queréis, irse”