Ni Pedro Sánchez se parece a Sylvester Stallone, Tango, por mucho que quizá se vea a sí mismo más guapo y hasta más “cachas” ni, desde luego, Begoña Gómez guarda el menor parecido con Kurt Russell, Cash en la célebre película de 1989; pero tras tanto referirse el primero al presunto fango de sus oponentes políticos y sabidos los negocios, lógicamente remunerados, lícitamente o no, que eso deberá decidirlo la justicia, algún cash producto de los desvelos de ella, habrá llegado a las cuentas corrientes de la familia. Y esas labores son algo que hasta los más forofos defensores del gobierno que Puigdemont, perdón, quería decir Sánchez, preside, consideran como mínimo una antiestética imprudencia de ambos.
En algunos medios y en redes sociales se ha llegado a bromear comparando a la pareja española con otras famosas que, ellas sí, han copresidido gobiernos tan ejemplares como hicieran los Ceaucescu en Rumanía, los Kichner en Argentina, o los Ortega Murillo en Nicaragua.
En cualquier caso, no es lo mismo lo que protagoniza el matrimonio Sánchez Gómez y las comparaciones son odiosas pero, si en algo le hemos de dar la razón a Pedro Sánchez es en que hay medios que falsean la realidad aunque lo peor es que no parecen ser los que él sugiere; me molesto en leer y oír de vez en cuando la prensa adicta al régimen sanchista que, además de poner en duda la honorabilidad de la justicia, y eso sí que es repartir fango, se delata más por lo que calla que por lo que cuenta. Verbigracia, conscientes del grave error que supone la vergonzosa aparición de doña Begoña en un mitin en Benalmádena, o no lo han mencionado o se han limitado a referirlo de pasada.
Negros nubarrones tiene la escena política española.