Acaba de comenzar en España la campaña electoral previa a las elecciones legislativas del 28 de abril que, por ende, preceden a las muchas y variadas del mes siguiente.

Antes, durante e incluso después de toda campaña, cualquier dirigente político tiene que ser muy cuidadoso con los hechos, los dichos y las palabras que emplea. No en vano sus oponentes estarán al acecho para convertir sus errores en armas arrojadizas e hincarles el diente allá por donde puedan.

En ocasiones recibirán ataques de la única manera que debieran llegarles. Y es que lo normal sería que solo se echasen en cara aquellos asuntos en que difieren ideológicamente, en su modo, aptitud y capacidad de gestionar los bienes y los derechos de todos nosotros. Pero ya sabemos que la bronca, los malos modos, elevar la tensión y acusarse de cualquier nimiedad por el mero hecho de que pueda provocar el morbo y llamar la atención del votante, forma parte del procedimiento habitual en nuestra política. Lo único que se ha conseguido es que una clase dirigente cuyo nivel medio es bastante deficiente -hay excepciones por arriba y por abajo- a veces nos produzca la sensación de encontrarnos contemplando más una discusión entre perdularios que un debate político de altura.

En las actuales circunstancias adquiere, si cabe, más importancia una buena e inteligente planificación de campaña pero, sobre todo, evitar los lapsus y los errores involuntarios que se pueden pagar muy caros.

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, -empezaremos por el que cuenta actualmente con mayor número de diputados- es un líder que parece tener más futuro que presente si es que con el tiempo y, como suponemos, a Vox se le acabara por desinflar el suflé en un futuro no demasiado lejano porque, ahora, la aparición de estos últimos le acabará haciendo daño, ya veremos en qué medida. Casado es un líder al que podemos considerar dotado de un buen nivel parlamentario que tiene madera de gobernante pero, por el contrario, nos da la impresión de que el diseño de su campaña es deficiente, a lo que hay que añadir más de un posible error.
Recordemos que al PSOE le funcionó de maravilla explotar el filón de la corrupción del PP. El caso Gürtel, en el que Rajoy no fue condenado por nada, sirvió -con la ayuda de “alguien” que logró escribir en una sentencia la frasecita oportuna-, enjuagues y manipulación mediante, nada menos que para que saliese adelante toda una moción de censura que desbancó a quien entonces gobernaba. Claro que “El Príncipe” y todas las obras de Maquiavelo ocupan un lugar preferente en la biblioteca de la sede socialista de Ferraz.
En diciembre quedó visto para sentencia el caso ERES en Andalucía. Desde que Susana Díaz perdiera el gobierno de la Junta a manos de Juan Manuel Bonilla y se empezaran a levantar las famosas alfombras, se ha descubierto que se habían ocultado 500.000 pacientes de las listas de espera en Sanidad, que 2.000 millones de Euros en subvenciones no estaban justificados, que 35.000 personas que tendrían que recibir prestaciones de dependencia tampoco aparecían en las listas. Y esto no ha hecho más que comenzar… Y Pablo montando remedos de agencias de viaje junto a Ferraz. Claro es que nadie de su equipo ha leído a Maquiavelo; no han debido pasar de Caperucita y que viene el lobo feroz.
Pablo, en una entrevista radiofónica, no quiso decir que bajaría el salario mínimo a 850 Euros. Estoy seguro. Pero lo dijo. Echar la culpa a las fake news y las explicaciones posteriores son cosas que llegaron tarde. Es lo que tiene exponer la nuca a las collejas.
Pablo “se sobró” cuando dijo que “Sánchez prefiere las manos manchadas de sangre a las manos pintadas de blanco”. Sabemos bien lo que quería manifestar pero se podía decir de otra manera y la frase recuerda mucho a la pronunciada en su día por Pablo Iglesias en alusión a la cal viva. Casado debiera huir de esas similitudes con extremistas que en nada le benefician. Y elevar el tono pensando que de ese modo puede atraer el voto de algunos que decidieron “pasarse” a Vox no puede ser el mejor modo de lograrlo.
La campaña electoral de Casado no ha hecho mas que empezar. Veremos como sigue y en qué acaba esto.

Pedro Sánchez tiene una elevada estatura física pero, a nuestro juicio, no da la talla de estadista que se le presupone a un Presidente de Gobierno. Para darnos cuenta de su escaso nivel intelectual solo necesitamos escucharle un rato y enseguida podremos apreciar -salvo sectarismo previo- la endeblez y vacuidad de sus argumentos. Claro que sus discursos no han sido plagiados a nadie -aquí es más difícil- y eso se nota. Sin embargo, su capacidad de manipulación y la de quienes le rodean es encomiable y con ese bagaje ha conseguido llegar a ocupar el puesto que ocupa y el que parece podría seguir ocupando.
La campaña de Pedro parece, sin embargo, más inteligente, se limita en gran medida a dejar que sus adversarios se peleen entre ellos que es lo que más le conviene, mientras flirtea como quien no quiere la cosa con Otegi, peneuvistas e independentistas catalanes. Añádase su elevada experiencia en tocar el arpa mientras sus rivales son escracheados por “democráticos boicoteadores” y ya tenemos el puzzle completado. Pura degradación de la ética que parece funcionarle. Ya veremos.
Como error de campaña podemos contarle el inoportuno y tonto lema de “Haz que pase”. Por lo demás, sentarse a la puerta de casa y a esperar, que ya tiene a su fiel y servil Tezanos para regalarle los oídos.
Curioso fue que éste, el director del CIS, don José Félix, después de, como siempre, encumbrar en exceso al PSOE y destrozar al PP en su última aparición estelar, declarase en otra emisora de radio que él pensaba que los populares y Vox podían sacar mejores resultados de lo que reflejaba su encuesta. Puede pasar cualquier cosa, añadió. ¿Tan baja es su credibilidad que ni él mismo se la otorga? ¿O será que dada la proximidad de las elecciones y ante otro posible fiasco como el de Andalucía intenta cubrirse las espaldas? A saber lo que ronda por esa cabeza.
El que es un inteligente político -lastimosamente taimado- es el líder del PSC que tanto marca el camino de Sánchez. Miquel Iceta no da puntada sin hilo y sigue ejerciendo de mediador con los catalanistas irredentos; él fue quien señaló el camino ofreciendo en su día la posibilidad del indulto para los golpistas y él se ha encargado de ofrecerles a modo de caramelo la posibilidad de un referéndum dentro de diez años. Después decimos que ha sido un error y solucionado ¿Maquiavelo? Un aficionado y un principiante.

En fin, hasta aquí una pequeña muestra. Otro día podremos enjuiciar las cachupinadas de otros próceres de la patria.

Merece la pena, no obstante, que para terminar acabemos señalando la capacidad del podemita Pablo Iglesias para seguir sorprendiéndonos a pesar de todo lo que llevamos visto y oído en los últimos años. No pudo tener mejor ocurrencia que, en Canarias, donde el secesionismo solo es residual, ondear la bandera del MPAIAC, aquel grupo independentista fundado por Antonio Cubillo en 1.964 y disuelto en 1.979 ¡Ay, Pablo Pablito Pablete...!, no tienes remedio.