Ocho leyes educativas promulgadas en cuarenta años de democracia parecen demasiadas.

La primera se promulgó bajo los auspicios de Adolfo Suarez, las tres siguientes con Felipe González en La Moncloa (una de éstas, la de 1.985, introdujo el sistema de educación concertada que ahora es atacado por un gobierno del mismo partido), Aznar pondría en marcha la quinta; la siguiente, muy polémica, llegaría con Zapatero, la séptima, o ley Wert de 2013 y también ciertamente controvertida, vería la luz siendo Rajoy el jefe de gobierno, y la última y tan reciente que aun no ha entrado en vigor, la llamada ley Celaá, es la que bate todos los records en cuanto a contrariar a la mayor parte de la comunidad educativa y a las familias, sobre todo por el hecho de que además de contener un fuerte componente ideológico, no ha sido consultada con los educadores y ha tenido la poco edificante virtud de redactarse, en muchos aspectos, siguiendo la actual tendencia del gobierno de plegarse a las exigencias de sus socios de investidura, hasta doblegarse ante las exigencias tanto del nacionalismo excluyente como de la extrema izquierda.

Ante tan contestada ley, me ha parecido oir a gentes de las diferentes regiones de España -quizá no tan educadas como yo-,  decirle a la señora ministra doña Isabel: “ves a la porra” en catalán,vest´n a fer la mà” en valenciano, o “vaite ao carallo” en gallego, y a otros que utilizaban el idioma cooficial propio de su tierra de origen, el euskera,  utilizando un “pikutara joan”. Hasta a una andaluza he creído oir decir: ozú quilla, pero ¿qué hase, mi arma?. Pero no, yo no, mi educación, muy antigua y procedente de un vetusto sistema de enseñanza, me impediría decir cosas así y tampoco me atrevo a traducírselas  al castellano porque, como ya no va a ser lengua vehicular en España, igual la buena de doña Isabel no lo entiende o le molesta.

Tal vez no venga a cuento, pero si yo fuera italiano podría llegar -que no llego- a decirle -que no le digo-, aquello de “va fan culo”. Ojo, que es una frase que no significa exactamente lo que muchos estarán pensando pues la más habitual traducción del término transalpino al español sería algo así como “vete por ahí” o como mucho “vete al diablo”, que no lo digo yo pero que se lo he oído numerosas veces a muchos italianos.

Verán, es que en fiestas navideñas parece que es mejor tomarse las cosas con filosofía y un poco de buen humor, pero la verdad es que el asunto no tiene la menor gracia. Muy al contrario, esta situación para la enseñanza no es más que la enésima prueba de lo pericioso que puede ser el sistema político sanchista. Lo que sí le deseo a la señora ministra es un muy feliz año 2.021 y, si fuera posible, que lo pasase confortablemente instalada en su domicilio, fuera ya del gobierno, para evitarse pesadas preocupaciones y no tener que desplazarse tantas veces en avión como hizo aquel día que embarcó en Barajas rumbo a Bilbao tras decretar el confinamiento para todos los que, como ella, trabajaban o moraban en la capital del Reino.

Dicho todo lo cual, deseo  a todos los jinetes y amazonas que han el mundo han sido, a todos los españoles, profesen las creencias que profesen, y a todos los habitantes del mundo entero, un FELIZ Y PRÓSPERO AÑO 2.021, con la esperanza de que durante los próximos meses se acabe la pesadilla pandémica que nos asola. Amén.

¡Y que viva nuestro Rey don Felipe VI!