Resulta extraño que personas inteligentes que han crecido y vivido en un ambiente de democracia liberal, entre ellos no pocos hombres y mujeres cultos con buen conocimiento de la Historia antigua y moderna, se empeñen en decir que Cuba es una democracia ejemplar a pesar de llevar más de sesenta años sin tener elecciones libres, personas que siguen celebrando las revoluciones rusa  de Lenin o la cultural de Mao, gentes que evitan hablar de los jemeres rojos de Pol Pot o de canallas como el tirano Ceaucescu. Admiradores todos de Chaves y Maduro en definitiva.

La única explicación plausible es que las mentes de tales gentes estén poseídas por un fervor ideológico y una pasión incontenible que hace que se aferren a la vana idea de que acabarán consiguiendo, al fin, esa utópica sociedad justa e igualitaria por aplicación de sus principios comunistas.

Ya sabemos aquello de que: “cuando un tonto coge la linde, la linde se acaba y el tonto sigue”. Por muchos millones de muertos de los que el comunismo sea responsable, por mucha que sean la miseria y la ausencia de derechos civiles allí donde hubo y donde sigue habiendo regímenes comunistas, un marxista convencido nunca dejará de seguir por su linde. Está en su ADN: contra viento y marea jamás abandonar el camino trazado; y eso es, exactamente, lo que están haciendo podemitas y similares que, después de haber promulgado una emética ley cuyas nefastas y previsibles consecuencias sufrimos, y ante la catástrofe creada, continúan imperturbables sin abandonar su hoja de ruta: “ni un paso atrás”. Todos, jueces incluidos, son unos ignorantes extremistas de derechas que no aceptan sus sabias tesis; y los magistrados habrán de ser reciclados y reeducados.

Por  mucho que ahora pretendan haber sido embaucados, aunque intente enmendar el PSOE -solo por razones electoralistas- y un Sánchez que presumía de la puñetera ley y se creía inmarcesible, más quienes votaron a favor del bodrio, todos son responsables, o más, que Montero y sus mariachis.