Afortunadamente el 13 de enero no era martes aunque casi lo logra. Y digo que afortunadamente no era martes porque fue lunes y el día en que tomaron posesión el presidente y los ministros del último y más reciente gobierno de España, aunque en realidad este desgobierno ya llevaba en funciones, o algo así, desde hace casi dos años. La novedad de ahora consistía en que cambiábamos de tener un ejecutivo más o menos -más menos que más- socialista, a un directorio socialcomunista con nutridos aderezos y atrezos nacionalistas para mayor gloria y satisfacción de antisistemas bolivarianos varios y orates  independentistas alienados.

Durante el primer año y medio de mandato de nuestros próceres apenas existió actividad parlamentaria, del Congreso casi no salió legislación alguna, se abusó de gobernar por Decreto Ley y apenas se tomaron determinaciones positivas. Parálisis política casi total. El aumento de empleo no hizo más que ralentizarse, la subida de sueldo a los funcionarios y el incremento de las pensiones de que tanto se ha presumido eran compromisos y decisiones adoptadas por el gobierno anterior y la subida del salario mínimo ha contribuido notablemente a frenar la creación de empleo, algo que se volverá a repetir con el nuevo incremento. Seguimos con los presupuestos Montoro del año 2.018 y se anda luchando para aprobar otros nuevos a base de practicar el deporte de moda, las sucesivas bajadas de pantalones ante quien sea necesario.

Pero ahora tenemos, por fin, un gobierno progresista -como prueba fehaciente de que también se puede progresar hacia atrás-. Ahora sí suceden cosas, ya lo creo. En los diecisiete días -a la fecha que escribo- que han transcurrido desde la antes citada toma de posesión, no nos han faltado escándalos casi a diario: el nombramiento de la Fiscal General del Estado; colisión a causa del Consejo General del Poder Judicial; anuncio de reforma del Código Penal para indultar por vía escrotal a los golpistas del procés; entrevista con un cómplice golpista condenado a inhabilitación por los tribunales; acuerdos nefandos con Bildu; utilización saducea de un helicóptero de la Guardia Civil al que se retira de su misión de rescate para que el presidente pueda hacer un viaje perfectamente realizable por coche, con su cámara de la Moncloa a bordo, para que luego difunda las convenientes  imágenes  propagandísticas; la visita no visita -algo oscuro y escandaloso nos ocultan- de la vicedictadora venezolana Delcy Rodríguez en directa y simultanea relación con el desprecio a Juan Guaidó; el patético episodio en Bolivia con la estrafalaria visita de la número dos de nuestra Embajada a su homónima mexicana -cuanta porquería puede salir de ahí aunque nos pongan continuas cortinas de humo ante la vista-; la última batahola de la dimisión de Jordi Sevilla a causa de las injerencias de la Ministra Ribera, movida que mucho tuvo que ver con las intromisiones de ésta y la pertenencia de su esposo a la CNMV (¡cahis!) y sin olvidar los singulares nombramientos de personajes de dudosa catadura moral al frente de Direcciones Generales, como la designación de una podemita señora que pareció jactarse en La Tuerka – donde si no- de haber mantenido relaciones sexuales con una alumna menor de edad.

No hay día en que nos falte un anhelo. Sí, lo que nos ha dejado claro este gobierno de cohabitación indecorosa es que en menos de veinte días han sido capaces de desplegar una más que holgada actividad y todo para que no volvamos a decir que parecen ociosos. Pero tan elevado dinamismo no ha hecho más que comenzar, así que parece que es mucho lo que nos queda por atalayar en este país, porque tampoco es que podamos afirmar que todos los partidos que se encuentran en la oposición a este @frentepopular.3 estén dando, ni sepan muy bien al menos en su conjunto, dar el nivel necesario para contrarrestar tanto despropósito.

Como muestra del esperpento en que se está convirtiendo lo público en nuestra piel de toro, tenemos la evidencia que nos dio recientemente la siempre controvertida gala de los premios Goya. Y no es que un servidor perdiese un solo segundo en ver la retransmisión de TVE, porque bastante escarmentado está ya uno con estas bochornosas representaciones. Claro que también  nos sobra información para saber que resultó una más que tediosa velada donde lo único destacable en positivo parece que fueron los merecidos premios entregados, uno de honor a  Pepa Flores, nuestra Marisol, al actor Antonio Banderas y al director Pedro Almodóvar aunque este último se pasase varios pueblos en su graciable actitud ante el presidente Pedro Sánchez. No hubo, como cuando gobernaban otros, tanta reivindicación  política fuera de lugar en un sitio como este, así que parecían muy contentos tras la bajada del IVA cultural tan largamente pedido con anterioridad y que pudieron agradecerle a Sánchez, aunque tal disminución fuera obra del gobierno anterior. En la parte más negativa habría que destacar la incalificable actitud  de burla, por no estar nominado, al gran director oscarizado, un José Luis Garci que no se hallaba presente, chanzas dedicadas a alguien que ha cometido el delito de no pertenecer al selecto grupo ideológico de los Bardem, Trueba, Amenabar o el mismo Almodovar entre otros muchos. En este inmerecidamente súper sufragado cine nuestro, un casi desconocido actor y realizador –ni sé su nombre ni me importa- se permitió el lujo de declarar que eran necesarias más subvenciones. Se sabe que el señor en cuestión ha recibido anteriormente casi un millón de eurazos para financiar una película que recaudó en taquilla solo 81.174 eurillos.  Verbigracia.

Como no puede haber mamarrachada sin final grotesco, de eso se encargaron los humoristas y presentadores Andreu Buenafuente -nunca le encontré nada gracioso- y su pareja, la cómica Silvia Abril – ella, al menos, si sabe hacernos reír en ocasiones-. No pudieron tener una idea más grosera que la de despedirse dando la vuelta sobre sí mismos mostrándonos las posaderas desnudas, que por cierto distaban mucho, las de ambos, de atenerse a los cánones ortodoxos de la belleza. No sabemos si con tamaña vulgaridad pretendían demostrar que, en efecto y como sospechábamos, tienen la gracia en el culo (con perdón), si simplemente querían estar a tono con la vulgaridad de muchos de los allí presentes, o si es que nos estaban mandando a tomar por el ídem antedicho.

¡Señor, señor, vaya tropa!