Irene Montero, también conocida como Irina Montera, como portavoza de su grupo confederal e, incluso, como Krúpskaya que fue un tiempo, no ha perdido la oportunidad de denostar al Rey Felipe VI, aprovechando que este se había ido un fin de semana a esquiar ¡Ah, qué horror! Nunca la hemos oído queja alguna acerca de los dos meses de vacaciones que ella disfruta en verano, o de los otros dos meses de Navidad, o de los 18 días que descansa en Semana Santa -al igual que todos los parlamentarios-. Un total de 140 jornadas. Sumando los findes que no perdonan y los festivos del resto, ¿cuántos días se lo curran?, pues quedan unos 150 días al año que es menos de la mitad, eso sí, sin perdonar un duro, “que el trabajo y el peso de las armas no puede llevarse sin el gobierno de las tripas” como bien dijera Don Quijote.
El gran pecado del Rey, para tan ilustrísima señoría, es que se fuese cuando había en España, entre otras, unas manifestaciones de jubilados reclamando y con mucha razón, eso nadie lo duda, unas pensiones más justas. Si Su Majestad hubiera de quedarse en el despacho cada vez que algo sucede en España -y ocurren, por desgracia, bastantes cosas más graves- debería habilitarse un camastro en su interior porque, desde luego, tendría que despedirse de ver la luz del sol.
Mire señora miembra del Congreso, un servidor es, y a mucha honra, un jubilado más y no me sentí para nada ofendido por el Rey de todas y todos los españoles -eso la incluye a usted por más que la moleste- y tampoco se ha oído ningún clamor entre los pensionistas ni se les ha visto rasgar sus vestiduras ante, según usted, tamaña afrenta.
Preocúpese de lo que se tiene que preocupar y no nos dé la brasa ¿Sabe usted por qué se le aplica tantas veces el desfibrilador en el programa radiofónico de Carlos Herrera? ¡Qué injusticia!