Diálogo, hay que dialogar, vamos a dialogar, nos reuniremos, haremos propuestas y alcanzaremos acuerdos, no hay otro modo. Hay que abrir nuevas vías, al menos hay que intentarlo.
Son las frases que nos repite constantemente el gobierno; diálogo con los independentistas y con cualquiera que se ponga a tiro siempre que apoye alguna de sus políticas ya que no disponen fondo de armario suficiente.
“Podemos”, aunque cuenta con menos capacidades cada día, intenta forzar al presidente del gobierno a aceptar propuestas descabelladas en lo político y en lo económico aunque desafíen las condiciones impuestas por la UE, so pena de no lograr lo que su debilidad parlamentaria le impide hacer con un mínimo de sensatez. Ya veremos qué ocurre, pero tiene toda la pinta de que se sentirá obligado a hacer concesiones que nos saldrán muy caras a todos. Y es que, además, es muy probable que Sánchez comparta más de uno de los puntos de vista de los podemitas.
Con un independentismo catalán irredento, que ni se piensa desviar ni se desvía un milímetro de su hoja de ruta, quiere Sánchez dialogar mientras el xenófobo seudo-golpista, "molt deshonorable" Torra, no deja de ofender al Jefe del estado, a España y a todos los españoles al tiempo que amenaza con atacarnos. O independencia o nada, repite sin cesar. Vanos e inútiles intentos de llegar a acuerdos que puedan resultar mínimamente aceptables y lo sabe, aunque él y su mini-stra Batet simulen no darse cuenta y no tengan reparo en hacer el ridículo todos los días.
Mientras gobierne este gabinete tiene todo el derecho y la legitimidad para aplicar los métodos que considere más oportunos, no lo negaremos y hasta deseamos que tenga éxito y alcance pactos razonables. El inconveniente es que estamos seguros de que resultarán nefastos para todos, incluido el PSOE.
Mientras, no faltarán gestos propagandísticos y cortinas de humo para tratar de ocultar sus problemas y otros muchos errores. Entre estos aspavientos figura la traída y llevada exhumación de Franco del Valle de los Caídos para la que, por mucho que haya sido acordada por el Parlamento, existen grandes dificultades legales que piensan sortear con un Real Decreto -de los que tanto se abominó- aunque también podrá ser recurrido. Al final, se acaba recurriendo a la política de imposición y escasa democracia, y acusar a otros de que lo hayan podido hacer antes no puede servir de justificación.
El conjunto arquitectónico de Cuelgamuros no es un monumento erigido a mayor gloria de Franco. No. La intención con la que se construyó es que fuera un monumento a la reconciliación, algo que aunque se pretenda negar es cierto. Puede discutirse si se hizo de la mejor manera o no, puede haber muchas opiniones sobre la conveniencia o no de enterrar allí a quienes se enterró. Podríamos abrir un larguísimo debate sobre este tema pero nadie podrá negar que lo que se pretendió no fue hacer un mausoleo a Franco, quien nunca pensó ni deseó ser enterrado en el Valle, decisión que tomaron al alimón el entonces aún príncipe Juan Carlos y Arias Navarro, presidente del gobierno cuando Francisco Franco falleció.
El conjunto, de belleza arquitectónica y artística innegable aunque nadie lo quiera mencionar, debería permanecer como un Centro monumental, manteniendo la Abadía y dedicado a la memoria y a la reconciliación, aunque se lleven a cabo algunas adaptaciones oportunas y sin resentimientos; eso es lo que probablemente tendrá que acabar ocurriendo, pues cualquier otra cosa sería demencial por mucho que no falte quien desee destruirlo. Las familias que sepan que allí están los restos de sus ascendientes tienen derecho a que se les entreguen si lo desean y siempre que ello sea factible; el cuerpo de José Antonio, que fue fusilado/asesinado en la carcel de Alicante tras un juicio sin las mínimas garantías durante la guerra, podría permanecer allí aunque tal vez ocupando un lugar no preeminente, tal como su familia parece estar dispuesta a aceptar. Y Franco, si pudiera opinar, es probable que no tuviese inconveniente en ser trasladado al mismo lugar en que están inhumadas su esposa e hija y descansar junto a ellas. La verdad es que tampoco parece descabellado y se podría hacer de forma que nadie se sientiera ofendido.
Un gobierno y un presidente que presumen de llevar el espíritu dialogante hasta el extremo, podrían haber intentado reunirse con la familia del ex-caudillo, con la fundación Francisco Franco y con representantes de la Iglesia y no parece desproporcionado pensar que se pudieran haber alcanzado acuerdos razonables para todos.
Al menos se podría haber intentado y seguro que estos interlocutores hubieran sido más receptivos y más sensatos que los otros. Que por ahora se nieguen a aceptar el traslado puede tener mucho que ver con que nadie haya intentado negociar con ellos o se hayan hecho solo tímidos contactos marginales sin interés alguno y se actúe por la vía de la imposición. Y no debería olvidar el presidente que ya Rodriguez Zapatero consultó este tema con una comisión de expertos que aconsejaron que, de llevarse a cabo, debería hacerse por consenso con la familia y con la Iglesia.
Pedro Sánchez puede reunirse y dialogar con quienes están contra España o su Constitución pero jamás lo hará con aquellos que quieren defenderlas. Puede reunirse con fascistas xenófobos independentistas antiespañoles pero no con aquellos que, aunque desde una ideología muy diferente, al menos son patriotas que desean la unidad de España y la aman, mientras los otros se declaran en rebeldía permanente. Torra y sus secuaces están consiguiendo partir en dos a la sociedad catalana y pareciera como que P.S. quisiera dar motivos para reavivar a una derecha extrema, hasta ahora muy desactivada, y enfrentar de nuevo a dos Españas antagónicas.
Diálogo, diálogo, diálogo ¿Con quien y para qué dialogas, Pedro?