Es muy loable la labor que lleva a cabo el feminismo, movimiento que está logrando, poco a poco, que la mujer vaya alcanzando los mismos derechos que el hombre en esta sociedad injusta en la que nos desenvolvemos desde hace milenios y de ahí que sea tan difícil cambiar las mentalidades.

Falta mucho camino por recorrer pero se van logrando avances importantes aunque aún sean demasiado escasos en muchos de los países considerados en vías de desarrollo. También hay que seguir batallando contra la violencia machista que debe recibir la mayor repulsa y contra la que hay que poner todos los medios coercitivos que sea necesario en la lucha para erradicar esta lacra.

Sin embargo, la ideología de género, quizá no lo haga siempre, pero puede utilizar el feminismo, al igual que otras justas reivindicaciones muy en boga -contra el patriarcado o la homofobia o a favor del animalismo y el ecologismo-, todas ellas muy loables y defendibles desde cualquier punto de vista, pero de las que se está intentando apropiar una parte del espectro político, haciéndolas suyas como si fueran exclusivas de su ideología, queriendo marginar al resto como si los demás no pudieran amar a los animales y a las plantas, o como si el resto de los mortales negaran sus derechos a la mujer o a los homosexuales.

Viene todo esto a cuento de que días atrás fue brutalmente agredida en Barcelona una señora, por un tipejo que le partió el cartílago nasal a causa de la estúpida guerra de los lacitos amarillos fomentada desde el catalanismo rampante; ni la tibieza cómplice de los nacionalistas ni la puesta de perfil de un gobierno que no desea importunarles, sorprenden ya a nadie. Pero, por desgracia, tampoco nos asombra el silencio culpable de cierto feminismo militante, del mismo modo que en su día no nos epató su falta de reacción cuando Emiliano García-Paje dijo que la señora Cospedal “no sabía ni pasar la aspiradora” o que Xaquín Charlín concejal del BNC, llamase a Soraya Sáez de Santamaría “chochito de oro” y no digamos nada de cuando el “amado líder” de Podemos dijo aquello de “hay que azotarla hasta que sangre” refiriéndose a una presentadora de televisión, lo que contrasta con otras furibundas reacciones cuando han percibido que alguna mujer se sentía agredida. Es lo que ocurrió cuando un alcalde de Valladolid, ciertamente muy poco presentable, León de la Riva, hizo un estúpido comentario sobre el miedo que le daba entrar en un ascensor con una mujer por temor a ser acusado en falso, con la particularidad de que eso pasó el mismo día en que María Dolores de Cospedal recibió la antedicha ofensa de la aspiradora sin que nadie rasgase sus vestiduras... Y no me sean mal pensados, por favor, no vayan a creer que esa diferencia de trato se debe a que León de la Riva fuese del PP y García-Paje del PSOE. No y no... ¡qué cosas tengo!

Y es que el feminismo, cuando se deja dominar por los idearios políticos, deja de serlo, se convierte en ideología de género de la mala -si es que hay una buena-, deja de defender a las mujeres y se convierte en valedor de los intereses más ridículos y bochornosamente sectarios.

El partido “Ciudadanos” ha convocado para hoy, día 29 de agosto, una manifestación para protestar por el ataque a la dama cuya nariz sufrió las iras del radicalismo independentista, en el mismo lugar, las puertas de la Ciudadela, en que se produjo la agresión. Imaginen cuantas feministas se han sumado.