En su novela satírica y crítica con la ideología comunista, “Rebelión en la Granja”, George Orwell puso en boca del cerdo rebelde Napoleón, la frase de “todos los animales son iguales pero unos más iguales que otros”. En una novela breve, Orwell describe el inmenso fraude que representa el socialismo revolucionario, el mismo que, tras la caída del muro de Berlín, habíamos llegado a creer que podía haber llegado a su final. Considerábamos terminada la farsa criminal que tantos millones de genocidios acarreó y más al contemplar la abundancia de ejemplos negativos, antiguos y contemporáneos. Pero parece que no fue así y el mantra comunista sigue embaucando a muchos.
En España tenemos varios ejemplos de partidos de extrema izquierda, pero el neocomunismo de Unidas Podemos ha sido capaz de colarse dentro del gobierno de la Nación gracias a una alianza que, siendo legal, resulta espantosa por más explicaciones interesadas que se nos quieran dar. Si añadimos los pactos y acuerdos con independentistas de todo pelaje y condición, el panorama gubernamental no puede ser más desolador.
El caso es que el ambiente político hispano se ha enrarecido demasiado, las trifulcas parlamentarias van en aumento y todos los partidos parecen haber tomado el derrotero del insulto y la descalificación personal. Cuando un equipo de futbol solo busca no perder suele recurrir a todo tipo de tretas, faltas, agresiones y simulaciones para que se juegue el menor tiempo posible. Es lo que se conoce como embarrar el campo y lo suelen hacer los malos equipos que juegan a la defensiva.
Los ciudadanos contemplamos la escena con sorpresa e indignación, somos críticos con todos los políticos en general por su actitud poco edificante pero ¿son todos igual de culpables o hay algunos más iguales que otros?, ¿quiénes son los que pretenden embarrar el campo político para que no se hable de lo que no les conviene?
. Pablo Iglesias quería desviar la atención cuando arreciaban las interpelaciones a un Ministro; provocó a Cayetana Álvarez de Toledo llamándola sarcásticamente marquesa e hija de marqués -que lo es- una y otra vez hasta que esta dama, de probados corazón y boca calientes, le respondiera diciéndole que como el padre de él había pertenecido a la banda terrorista FRAP -como así fue-, él era hijo de un terrorista. Fea discusión que sirvió a los intereses de ambos Ministros, para que apenas se hablase de las brillantes intervenciones parlamentarias, tanto de doña Cayetana como de otros intervinientes, ni del verdadero motivo de la sesión que no era otro que el de sacar los colores a Grande-Marlaska, quien entre torpes balbuceos negaba haber cometido un atropello tan evidente como fuera el de cesar a un Coronel de la Guardia Civil interfirirendo la labor de la policía judicial, despreciando la labor de la justicia y pasándose la separación de poderes por un palmo debajo del ombligo. Horrenda fue también la reacción de la Presidenta del Congreso que, oportunamente, acudió en auxilio de ellos. El resultado final fue que la mayor parte de la prensa y las tertulias políticas, acabaron refiriendose más a la trifulca que al verdadero fundamento de la sesión. Campo embarrado y misión cumplida.
.Transcurridas apenas 24 horas volvería a ser Iglesias el que se encargase de acusar a un miembro de la Comisión de Reconstrucción -asamblea convertida en ring pugilista, diseñada para no reconstruir nada-, acusación de querer provocar una intentona golpista y ofensa que contó con la benevolencia del presidente de dicha Comisión, -luego, demasiado tarde, López diría estar arrepentido-, insulto reiterado de un Iglesias al estilo chulesco y barriobajero que le caracteriza, con recochineo y palabras finales demasiado indignas para quien ostenta una vicepresidencia del gobierno de la gran Nación que es esta España vilipendiada, que no merece ser gobernada por personajes tan despreciables como Pablo Iglesias, el mayor experto en embarrar el campo.
.Desde el gobierno se ha pretendido descalificar el informe redactado por la policía judicial solicitado por la juez que investiga la actuación del Delegado de Gobierno en Madrid, Franco Pardo, investigado por su conducta previa al 8-M. Si se intentaba justificar el cese de Pérez de los Cobos por perder la confianza en él ante unas supuestas deficiencias del documento que decían desconocer, se estaba reconociendo, con suma torpeza, haber actuado con desprecio a la independencia del poder judicial, de lo que precisamente eran acusados.
.Desde el mismo gobierno, con la inestimable ayuda de la pareja Montero-Iglesias, grandes maestros en artimañas para interrumpir el juego, se ha deslizado repetidamente la acusación de que la desde la oposición se trata de soliviantar e inducir a las Fuerzas Armadas a mantener una actitud de insubordinación y rebeldía.
.Por difícil de creer que sea, Sánchez llegó a afirmar que la deslealtad de la oposición le “obligó” a pactar con Bildu.
.Y ante la evidencia de que el gobierno actuó con negligencia criminal cuando recibió claras pruebas de la aparición de la pandemia, un agradecido diario de conocida adicción al gobierno publicó una información que tituló “Madrid no alertó al Ministro sobre el peligro del virus hasta la noche del 8-M” (sic).
Produce sonrojo ver al presidente del gobierno acusar a la oposición de ir de la mano de la extrema derecha mientras él mantiene a toda costa sus pactos con los neocomunistas, con los independentistas que protagonizaron un fallido golpe de estado y con los filoetarras de Bildu.
Parece que definitivamente sí, pareciendo lo mismo, unos son más iguales que otros. Los equipos que practican el juego sucio y embarran el campo, son los que solo pelean por no descender, equipos de escasa calidad técnica de la que ellos mismos son conscientes, escuadras que podrán ganar algún partido pero que en ningún caso aspiran a ganar la liga. Solo pueden triunfar si, como el asno en la fábula de Tomás Iriarte, aciertan por casualidad la hora de soplar la flauta.