Tras los comicios generales del 28 de abril y los posteriores europeos, autonómicos y municipales, todos en menos de un mes, por fin han terminado las dichosas elecciones dejándonos a los ciudadanos exhaustos después de tan largas campañas. Los últimos,  celebrados el 26M, han arrojado unos resultados que, sin resultar demasiado inesperados, tampoco se han ajustado mucho a lo que las encuestas en esta ocasión pronosticaban y otra vez mucho menos aún -vaya por Dios- a los del CIS, curiosa e inexplicablemente publicados solo tres días despues de los primeros.

Sí, es cierto que se esperaba una victoria general del PSOE, como así ha sido, pero no se ha llegado a producir la catástrofe que algunos preveían en el PP. A duras penas, pero Pablo Casado ha logrado salvar los muebles.

El PSOE ha bajado ligeramente el número total de votos obtenidos un mes antes, los populares los han incrementado en una proporción similar, Ciudadanos ha crecido con respecto a las municipales de hace 4 años pero ha perdido mucho  respecto al 28A y el sorpasso al PP, al menos de momento, parece lejano. Ciudadanos no ha conseguido ser primero en ninguna Autonomía ni en ninguno de los Ayuntamientos de las capitales de provincia, si bien puede ser la bisagra que vuelque el poder a favor de uno u otro de los dos partidos que, pese a quien pese, siguen siendo los predominantes a nivel nacional. Por su parte, Vox ha bajado considerablemente, de modo que en las europeas ha alcanzado  la mitad de los votos anteriores y solo una cuarta parte en las municipales.

La costalada que se  han dado Podemos y sus múltiples variantes era algo que se veía venir. Pablo Iglesias parece, veremos si es o no una realidad,  empezar a estar amortizado y ya hay quien habla de que habrán de organizar un “Vistalegre III” para que el partido pueda resituarse. Por el momento ya han empezado a producirse dimisiones como las de su dirección en Castilla La Mancha, el alcalde de La Coruña y el primer candidato podemita en Denia. Pero, sin embargo, la nueva marca, Más Madrid, de Errejón y Carmena, a pesar de haber perdido la alcaldía de la capital, parece coger fuerza, lo que solo puede ir en contra de la marca Podemos a la que Íñigo y Manuela parecen amenazar seriamente.

De modo incomprensible, y según las malas lenguas por haber cambiado la empresa encargada de los recuentos por otras dos de menor coste, se han detectado errores que ahora están tratando de ser subsanados. El caso es que tras el 26M, salvo otras inexactitudes que se puedan detectar, y teniendo en cuenta los lugares en que las elecciones no eran necesarias por haberse celebrado con anterioridad, el mapa electoral a grandes rasgos parece quedar como sigue:

Autonomías:

Siete (7) Gobiernos autónomos quedan en manos de la izquierda (PSOE y aliados).

El País Vasco  será regido por el PNV, Cataluña continuará en manos de los independentistas de Torra y Cantabria seguirá con el singular Revilla y su PRC.

En Canarias el último recuento que restó un diputado a PSOE a favor de Coalición Canaria (CC) y pendiente de negociaciones, parece favorecer un posible gobierno de coalición de estos últimos con el PP.

Las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla no tendrán problemas para seguir siendo del PP.

Y en las siete (7) Comunidades restantes se ha producido una mayoría de escaños a favor de los partidos de Centro y Derecha (PP, Ciudadanos y Vox), aunque quedan pendientes de los posibles pactos que tengan lugar, algo que dependerá fundamentalmente de las decisiones que tome Ciudadanos.

Ayuntamientos:

Pendientes de las modificaciones, en cualquier caso no demasiado significativas,  que se puedan volver a producir tras las revisiones y la inclusión del voto por correo, el PSOE ha conseguido situar a 22.329 concejales, el PP a 20.325, Ciudadanos ha llegado hasta 2.788 y Vox no ha pasado de 530. Siento no haber  sido capaz de averiguar cuantos ediles  en total fueron logrados por Podemos, Mareas y confluencias varias, pero es notorio que se han pegado el jardazo que ya habíamos citado.

Descontando los Ayuntamientos de las Comunidades Autónomas vasca y catalana, que ya sabemos que en su mayoría serán de los nacionalistas y los de las Ciudades Autónomas en las que sus gobiernos municipales son exactamente  los mismos que los autonómicos, pendientes también de las rectificaciones que pueda haber y de los pactos que Ciudadanos puedan llevar a cabo, nos salen 22 capitales de provincia en manos de la izquierda y otras 22 con mayoría conservadora.

Cosa extraña, o tal vez no tanto, es que en la Galicia en que gobierna con mayoría absoluta el PP y su eterna promesa nacional, el señor Núñez Feijoo, los Ayuntamientos de las cuatro provincias gallegas hayan quedado en manos de la izquierda. Es de suponer que les hayan saltado las alarmas. O no, o depende, pues con los gallegos nunca se sabe.

Además de otras muchas consideraciones, los Albert Rivera, Villacís, Arrimadas, Girauta, Villegas y demás dirigentes de su partido, deberán valorar los pros y los contras de sus decisiones y cual puede ser la reacción de sus votantes ante los posibles acuerdos. Que pacten a nivel nacional con la izquierda del PSOE de Sánchez se antoja imposible por razones que no creo necesario explicitar; pero llegar a acuerdos con otros líderes regionales no sanchistas y al parecer más moderados, aunque tampoco hayan tenido empacho alguno en gobernar en acuerdos con la extrema izquierda -caso Lambán en Aragón o García-Paje en Castilla La Mancha- no es en absoluto descartable. Gobernar con la derecha del PP vendría acompañada, en casi todas las ocasiones, de unos acuerdos, de mínimos  posiblemente pero acuerdos, con Vox, y eso parece producirles asquito.

No es una papeleta fácil la que se le presenta a Albert Rivera. Si, como parece, su intención última es llegar a ser el líder del centroderecha, no se sabe cuál puede ser la reacción de sus votantes si pacta con la izquierda, sobre todo en lugares como Castilla y León donde esa parece ser su preferencia, pero donde no se detecta la necesidad de evitar acuerdos de socialistas con el independentismo y donde  no se conocen  corruptelas populares, al menos llamativas. Cuando, por el contrario, pacte con las derechas, también tendrá que justificar su acercamiento a Vox aunque, y solo es una opinión, creo que sus votantes lo aceptarían mejor.

La presión internacional parece como si le indicara más la vía de la alianza con el PSOE para intentar evitar derivas económicas peligrosas, pero la pelota está en el tejado del partido naranja quien tendrá que tomar decisiones nada fáciles y bien meditadas. Lo más probable es que finalmente se decanten por pactos diferentes según cual sea el lugar del que se trate y ya veremos como reaccionan sus votantes y qué acontece dentro de cuatro años o cuando vuelva a haber elecciones.

Será muy significativo lo que ocurra en la Comunidad Foral de Navarra, pues tras una de las recientes modificaciones a última hora del resultado final, en manos del PSN-PSOE está permitir que tanto en el Gobierno Autónomo como en el Ayuntamiento de Pamplona coja las riendas la coalición "Navarra Suma" (PP, Cs y UPN) o favorecer cualquier otra opción que ayude al nacionalismo extremo fomentado desde el PNV, el mismo PNV que puede condicionar su apoyo en el gobierno de España a ese intercambio de cromos; eso es algo que nos puede dar indicios de cual es la verdadera medida de Sánchez como estadista. Y tampoco habrá que olvidar que en función de cual sea la opción elegida por los socialistas en el territorio navarro, las decisiones de Ciudadanos también podrían variar para el resto.

Lo que una vez más se aprecia es la constante que empieza a calar en la ciudadanía de que pactar con la extrema izquierda es algo muy democrático y, sin embargo, hacerlo con la extrema derecha es un pecado mortal imperdonable. La extrema izquierda que no tiene inconveniente en alinearse con Lenin, con los Castro y los Ortega y aunque ahora intenten mirar hacia otro lado, con el chavismo, parece ser perfectamente aceptable, mientras que la extrema derecha de Vox que nunca ha mencionado a Hitler ni a Pinochet ni siquiera a Franco -se les tilda gratuitamente de franquistas pero si lo son no lo han dicho nunca por mucho que se les acuse de ello-, está siempre señalada con el dedo acusador a pesar de ser quienes más ataques físicos provenientes de los "demócratas de extrema izquierda" hayan sufrido, sin que Ciudadanos y el PP se hayan librado de ellos. Como Rosa Díez bien señalara en un tuit, los de Vox "ni dan golpes de estado, ni queman contenedores, ni llaman a levantamientos populares contra lo decidido en las urnas como hicieron PSOE y Podemos la noche de las elecciones andaluzas". Es la eterna canción de la superioridad moral que se arrogó la izquierda que acusa a la derecha de corrupta sin ver pajas ni vigas en su propio ojo y que encuentra todas las traviesas solo en las retinas de sus oponentes cuando pactan lo que a ellos les desagrada.

La derecha acomplejada compra todas esa mercancía y es ahí donde se haya uno de sus talones de Aquiles. Resulta curioso, por ejemplo,  que Monsieur Manuel Valls -al fin y al cabo socialista- líder de la marca que representó a Ciudadanos en Cataluña y responsable, junto con la marcha de Arrimadas, del desastre de la formación  en esa Comunidad, haya amenazado con su abandono si el “partido base” acuerda algo con Vox mientras él propone pactar con Ada Colau en Barcelona para frenar al independentismo. Permítanme la expresión, pero es que “manda huevos” que Valls parezca ser uno de los pocos  que en España no se han enterado de que la “senyora”  Colau es tan extremista y tan independentista como el o como la que más; y todo eso es  algo que, a su vez, le ha provocado un grave desencuentro con el propio Ciudadanos.

No, definitivamente la derecha no se vende bien y no parece capaz de cambiar la tendencia.

Nadie puede discutir que el claro vencedor en todos los comicios fue el PSOE. La victoria en las generales ya es cosa antigua y bien sabida, pero ahora también ha conseguido vencer holgadamente en los europeas y Sánchez  se ha colocado como el líder socialdemócrata con mayores apoyos de un Continente en donde una menguante socialdemocracia atraviesa sus peores momentos, liderazgo que en cierto modo nos puede beneficiar a todos.

Pero a la vista del mapa político que antes habíamos trazado, más allá de lo que el sistema electoral pueda deparar en cada momento o tras cada una de las elecciones, España parece estar dividida más o menos al 50% entre izquierdas y derechas con el añadido de nacionalismos más o menos obscenos y dispuestos a romper todos los esquemas. Y todo ello en un mar de grupos, grupitos o grupúsculos políticos que no hacen más que ensombrecer el panorama. Son los  fantasmas de las dos Españas (y pico) que no cejan en el afán de partirnos el corazón.

El bipartidismo no dio buenos resultados por culpa de aquellos dos únicos contendientes anteriores, pero su pérdida solo ha servido para complicar en exceso el panorama. A veces el remedio resulta ser peor que la enfermedad.

Ya sé que este artículo ha intentado abarcar demasiadas cosas a la vez. Bien se podía haber dividido en tres, cuatro o más capítulos diferentes porque los asuntos tratados son muy diversos, pero responde por un lado al ansia de no soslayar el ineludible comentario a los comicios y por parte de quien suscribe de dar carpetazo al asunto, que bastante hartos nos tiene. No nos quedará otro remedio que analizar el resultado final tras los pactos pero de momento nos daremos unas ansiadas vacaciones “electorales”. Amén y que así sea.