A la gente la empobrecen para que luego voten por quienes los hundieron en la pobreza
(Cardenal Jorge Bergoglio)

Los peores presagios se han cumplido y ya tenemos a Pedro Sánchez encopetado como presidente del gobierno de España. En numerosas ocasiones hemos calificado en estas páginas a Sánchez como una persona de levedad intelectual, inmadura y dispuesta a aliarse con el diablo con tal de lograr sus objetivos; no errábamos. En lo que nos hemos equivocado, lamentablemente, era en predecir que sus posibilidades de éxito no fueran las que han resultado ser; habíamos infravalorado su villanía. De su predisposición a pactar con Podemos y sus marcas no nos cabía duda alguna, pero no le creímos capaz de negociar ni de aceptar los votos de Bildutarras o Ezquerras y Pedecateros fascistas xenófobos y menos en pleno momento álgido del “procés”. Pero la fatuidad de Sánchez Pérez-Castejón y sus mariachis iba mucho más allá de lo que incluso malpensados como nosotros podíamos sospechar.
De la grave responsabilidad del partido popular en que esto haya acontecido también habría mucho que hablar, hemos hablado y hablaremos. Pero el acto teatral que la política ha representado en estos días resulta poco menos que repugnante. No faltarán quienes digan que todo esto cabe en la Constitución, que ha sido estrictamente democrático y legal y no les faltará razón. Sin embargo también creemos que todo tiene un límite y eso incluye tanto a la política como a la democracia.
Aterra pensar lo que el nuevo presidente haya podido acordar, de las hipotecas que pueda haber firmado con presuntos delincuentes encumbrados a la categoría de ilustres diputados. Nos gustaría volver a equivocarnos y que esta nueva etapa fuese todo lo exitosa que los españoles merecemos, pero no tenemos ninguna esperanza. El gobierno del PSOE, en estruendosa minoría, es fruto del oportunismo de su líder, es objetivo que Sánchez nunca soñó alcanzar a través de las urnas y por esa y no otra razón ha hecho lo que ha hecho; solo tiene dos opciones: o cede a todas las pretensiones de los veintidós socios que se ha buscado o será demolido muy pronto y tendrá que convocar elecciones en breve tiempo, algo que no entra en sus planes. Recelamos, por tanto, que haga lo primero. Resulta sonrojante ver a los independentistas regocijarse y alarmante advertir cómo los podemitas celebran la caída de Rajoy cual si fuese un éxito propio.
Nos gustaría volver a equivocarnos, pero tememos que la economía española no pueda mantener mucho tiempo la senda del crecimiento en la que con mayores o menores dificultades estábamos inmersos. Durante dos jornadas de estériles discursos en el parlamento no hemos oído nada parecido a un programa del nuevo gobierno. Su único fin era derribar al anterior, algo que por muy legal que sea, sigue siendo miserable si es improvisado y no se acompaña de una propuesta de gobierno sensata y reflexiva. Atender a las urgencias sociales es un mantra y una declaración de intenciones difusa y demagógica que no expresa nada. No hay programa porque solo piensan en estar a la defensiva intentando taponar las brechas que surjan al precio que sea. Más allá de incrementar los impuestos, acrecentar el déficit y disparatar el gasto público, derogar la ley de seguridad ciudadana y la reforma laboral, algo que solo podrá contribuir al aumento del desempleo, no hay nada pensado porque pocas ideas pueden caber en pequeños cerebros. Aguantar al precio que sea los dos años que quedan de legislatura para ver si así pueden aumentar sus expectativas electorales. No sé si esa táctica les favorecerá, pero lo cierto es que el poder desgasta y quita más de lo que da; tal como se presenta el panorama, el resultado final podría ser caótico para el partido socialista. Y ese y no otro es el objetivo que andan buscando un tal Iglesias y advenedizos varios y que Sánchez simula ignorar solo por satisfacer sus ambiciones personales.
A veces el PP es demasiado escrupuloso, al contrario que sus oponentes, y no se atreverá a tumbar los presupuestos generales en el Senado por aquello del sempiterno “qué dirán” aunque es lo que se merecen, pero al menos debería detener, que puede, algunas partidas como la destinada a satisfacer la mezquindad codiciosa del siempre traidor ¿a quién sorprende? PNV.
No es probable que el PSOE ni ninguno de sus socios mejore sus expectativas electorales de aquí a la fecha de unos nuevos comicios. Nos reafirmamos en la convicción de que el PP necesitaba pasar a la oposición (Véase el articulo publicado en este blog el pasado 20 de mayo “Lo que necesita el partido popular”), aunque no lo esperaramos tan pronto. Cambiar rostros visibles, refundarse y recuperar el pulso cristianodemócrata y liberal que nunca debió abandonar, e intentar volver ilusionar a una parroquia deseosa de volver a confiar en su partido. Ciudadanos está necesitado de unas elecciones prontas, unos comicios que no parecen probables en breve tiempo; ahora que el viento de las encuestas parece estar a su favor porque, de lo contrario, el tiempo puede correr en su contra pues ya no tiene al PP en el poder para reprocharle casi nada y, aunque utilice los mismos argumentos de vez en cuando, con quien ahora se tiene que fajar es con el mismo partido al que apoya en Andalucía. El problema para Cs es que sus argumentos de oposición serán muy parecidos a los del PP y, si este hace bien los deberes y cambia adecuadamente lo que debe modificar, ya veremos a quien prefieren los españolitos de centro y derechas.
Estaremos expectantes.

¡God save Spain!