Lamentábamos hace muy poco en estas páginas no estar de acuerdo con la actual ley vigente en España sobre la mal llamada memoria histórica, una ley que por supuesto y como no podía se de otra manera acataremos, pero de la que discrepamos profundamente del mismo modo que el nuevo presidente del principal partido de la oposición, Pablo Casado, que ya ha manifestado querer modificarla, lo que también había prometido e incumplido su predecesor, el señor Rajoy.
La Ley 52/2007 de 26 de diciembre o “Ley de la Memoria Histórica”, comienza con la expresión de muy buenas intenciones al hacer una exposición de motivos en la que propugna un espíritu de reconciliación y concordia ante los hechos y las consecuencias de la guerra civil que hace 80 años sufrimos los españoles (1.936-1.939) y la posterior dictadura, pero lo cierto es que todo lo que sigue a continuación contradice tal inicio y despliega un amplio panel de medidas, todas destinadas al resarcimiento de solo una de las facciones que intervinieron en la contienda civil. Alude a la Constitución de 1.978 como el punto de partida para esa reconciliación en lo que solo parece un gesto de cara a la galería, sin quererse percatar de que la Carta Magna se basó precisamente en la recuperación de la concordia y en el perdón, que pretendió marcar un punto final y el inicio de una nueva época de “libertad sin ira” en la que confluyeron muchos, desde los procedentes del antiguo régimen hasta las izquierdas más izquierdas, incluidas las que adoptaron el llamado eurocomunismo, en un verdadero ejemplo de responsabilidad política. Por cierto que ahora lo del susodicho eurocomunismo parecen todos querer pasárselo por el arco de sus miserias y si no véanse las actitudes los Iglesias y los Garzón que bastante parecidos son.
Ya habíamos hablado en este blog del revanchismo que parece animar a muchos que quieren ganar ahora una guerra que perdieron sus abuelos; ya hemos advertido anteriormente del peligro de quienes desean formar un nuevo Frente Popular como el que se organizó en febrero del 36 -ganando unas elecciones de modo, como poco, dudoso- un frente que sospechosamente se asemeja mucho a la conchabanza que ha dado a Pedro Sánchez el gobierno de España. Esta Ley, muy zapaterista ella, no parece sino una herramienta complementaria de toda esta connivencia.
La mayor parte de la izquierda española, lamentablemente por lo general muy sectaria, parecería pretender como si, de paso, una extrema derecha -hasta ahora muy desmovilizada, dígase lo que se diga- empiece a dar muestras de inquietud, y es que ese tipo de antagonismos no son los más convenientes para la buena marcha del negocio. Y el negocio no es baladí porque se trata de la convivencia de todos los españoles.
¿Pueden renacer las dos Españas que dijera Antonio Machado o quizá hayan estado siempre presentes y aletargadas sin que fuéramos conscientes?
La II República nació en 1.931 de una forma insospechada e irregular y no como fruto de las urnas, aunque esas son cosas a las que quizá ya nos tengamos que ir acostumbrando ahora ¿verdad Pedro? El régimen republicano no comenzó, por tanto, de la mejor manera al no ser el resultado de ningunas elecciones, que tampoco eran plebiscitarias, por muy legal que finalmente fuere en vista de los resultados. Pero los cinco años que siguieron hasta que se llevó a cabo el tercer intento de golpe de estado, no fueron precisamente ejemplares sino todo lo contrario.
No podrá alcanzarse la tan ansiada concordia mientras haya quienes no estén dispuestos a reconocer que la república fue un absoluto fracaso, hasta que no se admita que el golpe del 18 de julio fue el nefasto desenlace de uno de los quinquenios más negros de la Historia de España, que por mucho que Franco y otros fueran responsables de llevar a cabo una sublevación ilegal e ilegitima y de implantar la subsiguiente dictadura, por mucho que fuera causa de otros males, el franquismo fue, primero, una de las posibles consecuencias de todo lo anterior.
Durante el periodo que duró la república en España hubo tres sublevaciones anarquistas, tres intentos de golpe de estado, el Partido Comunista asesinó a cientos de anarquistas y comunistas del POUM, hubo dos sublevaciones independentistas catalanas, la segunda con el resultado de varias decenas de muertos, en las manifestaciones se gritaba “Viva la URSS”, se colocaban retratos de Stalin y otros en la puerta de Alcalá, se asesinaron a miles de clérigos o simplemente católicos por ir a misa, se destruyeron muchas iglesias, se cerraron periódicos como el ABC, se mantuvo la pena de muerte, no fue fácil implantar el sufragio femenino, la gente temía salir a la calle porque podían ser objeto de la ira de extremistas de uno u otro signo... etcétera, etcétera y dicho todo de modo muy resumido sin entrar en detalles.
El resultado de aquella república solo podía ser trágico y en forma de totalitarismo. De izquierdas o de derechas, pero una dictadura. Claro que no faltan entre nosotros quienes creen que las dictaduras solo son tal si son de derechas porque tanto Lenin como Fidel Castro u otros del mismo pelaje son claros ejemplos de lucha por la libertad de la clase trabajadora. Já!
Aspirar a vivir dentro de un sistema republicano es muy legítimo, pero nunca, jamás deberían volver ni la primera ni la segunda república y esta, precisamente esta, es la que, por desgracia, aún muchos ansían.
La Transición culminada con la Constitución del 78 fue ejemplar, muchos la hemos asumido y no es cierto que fuera promovida desde el franquismo; ni la monarquía ni la bandera fueron instauración de Franco sino la restauración de la enseña que ondea desde Carlos III y de un régimen tan legal y legítimo como el otro que solo acarreó desgracias. Algunos quieren llevar a cabo una segunda transición para volver al pasado y volver a enfrentar a las dos Españas.
Cuando todos tengamos claro que ni la segunda república fue una Arcadia maravillosa, feliz y deseable ni el franquismo era la solución, podremos iniciar el camino de una reconciliación que muchos parecen no desear. Mientras no sea así y no tratemos de olvidar y perdonar, será imposible.