¿Es o no es la inmigración ilegal un problema?
Si se introducen en el mismo tubo de ensayo compuestos tan inmiscibles como el agua y el aceite ya sabemos que es imposible llegar a disponer de un líquido único y con sus moléculas mezcladas.

Si se combinan dos conceptos antagónicos como son el sentimiento humanitario hacia los que tanto padecen e incluso arriesgan la vida para llegar hasta aquí por un lado, y por otro los intereses reales de nuestros propios ciudadanos, más la imperiosa necesidad de acabar con el trafico de seres humanos que practican las mafias, no es fácil encontrar un punto de encuentro que conjugue ambas posturas.

Que debemos proporcionar un trato digno y adecuado a los que llegan, que hemos de salvar sus vidas cuando peligran, que hay que acogerlos con los brazos abiertos, que debemos intentar proporcionarles un futuro decoroso, de todo eso no nos cabe la mínima duda; que necesitamos de la inmigración para que mejoren nuestras expectativas económicas y que en nuestras sociedades occidentales no se produzca la temida despoblación, es una certeza innegable.
Habría también que empezar a preguntarse si puede haber trabajo para todos, muchos de ellos sin cualificación profesional alguna, y si no estamos creando una sociedad llena de manteros o cosas peores en cantidades desproporcionadas; deberíamos plantearnos si no estamos propiciando que las mafias puedan seguir explotándolos y si no estamos fomentando bolsas de prostitución y delincuencia. No todos se quedan en nuestro país y se diseminan por el resto de Europa, porque de lo contrario los posibles problemas se magnificarían, pero otros muchos se quedan aquí y ni darles una identificación, asistencia sanitaria o alojar a algunos en centros saturados o pisos de acogida, solventará sus muchas carencias, aunque las palíe y pueda llegar a ser loable.

Con el buen tiempo llegan cayucos todos los días a las costas del sur. Son miles los subsaharianos que esperan en Marruecos saltar la valla y las autoridades de este país vecino ya no tienen muchas ganas de colaborar si no reciben más fondos de la Unión Europea, fondos que siempre llegan tarde y mal.

Si no queremos ser conscientes de que hay un problema que se puede agravar también deberemos ser capaces de asumir las posibles consecuencias.
La Ley de Extranjería o Ley Orgánica 8/2000, ha sufrido cuatro modificaciones en los últimos diez años pero, a los ojos de un profano al menos, sigue adoleciendo de claridad o se incumple sistemáticamente. Otras diversas normativas se han superpuesto a la ley contribuyendo a enfangar más el patio. Los supuestos de expulsión empiezan por el fundado en la residencia en situación irregular, lo que resulta una tragicomedia cómica ¿hay alguno que no esté aquí de modo anómalo? aunque a continuación se solventa cambiando el concepto por el de residencia de acogida humanitaria. Se suele decir que nadie es ilegal, lo que puede ser cierto, pero nada evita que existan situaciones anormales. El caso es que expulsiones se producen y salvo los casos de flagrante delito, uno no acierta a entender bien los criterios empleados para las posibles repatriaciones.
Los Centros de Internamiento están sobresaturados y no pocos inmigrantes huyen de ellos, muchos centros de acogida son de Cáritas -que pertenece a la tan denostada Iglesia Católica- otros a diferentes ONG y algunos, pocos y con escasa capacidad, a municipios, consistorios que mucho alardean, pero cuyas obras distan de semejarse a sus palabras. En total hay muchos puntos de acogida pero pero siempre resultarán escasos.
En bastantes ayuntamientos, sobre todo en aquellos que practican el buenismo progre y demagógico -véanse verbigracia Colaus y Carmenas- muchas veces las policías municipales miran para otro lado cuando ven a los manteros, pero en otras ocasiones les persiguen, con lo que logran equivocarse en ambas circunstancias sin que acertemos a entender los diferentes criterios y cuales son sus instrucciones; así solo se demuestra una falta absoluta de cordura conducente a la confusión que ellos mismos parecen buscar.
El gobierno de este país tampoco se queda atrás porque tanto busca el hecho propagandístico con fines electorales, provocando el demostrado, demostrable y siempre negado efecto llamada, como no apoya a sus guardias civiles de frontera cuando son atacados, como dice que no hay atascos y que la situación está bajo control, pero a continuación pide ayuda económica a Bruselas porque se manifiesta sobrepasado por los acontecimientos.

Decía José Luis Borges que cuando nuestras ideas chocan con la realidad, lo que tiene que ser revisado son las ideas.

Si es que ahora no estamos saturados, lo cual empieza a ser dudoso, al ritmo que siguen creciendo las llegadas no tardaremos en estarlo. Y cuando alguien osa expresar lo que aquí se acaba de decir, la reacción fácil y cómoda es llamarle xenófobo o decir que piensa y actúa como el ministro italiano Matteo Salvini. Siento contradecirles, pero nada más lejos de la realidad, así que pido respeto por quien opina de modo diferente a lo políticamente correcto para otros.

La solución, desgraciadamente, no depende solo de nosotros los españoles, el problema es de todos los europeos que no muestran demasiadas ansias de cooperar, pero en ese camino es en el que habría que trabajar; cerrar los ojos, decir que todo va bien y tanta autocomplacencia no pueden dar los frutos apetecidos. Es imperioso que exista responsabilidad por parte de quien tiene que velar por los intereses de todos, de los que llegan y de los que estamos.