Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará.
Aristóteles
Pedro Sánchez se ha encargado de aclararnos, él mismo, las posibles dudas sobre su misterioso doctorado. Después de aceptar en primera instancia comparecer ante el Senado para darnos explicaciones a todos los españoles -hoy era la fecha señalada- ahora dice que no piensa ir allí para prestigiar la institución ¿quiere eso decir que si va la desprestigia? El chiste resulta demasiado fácil, nos lo sirve en bandeja él mismo y se le ocurriría a cualquiera, así que no meteremos más el dedo en la yaga porque, además, lo que estamos viviendo últimamente en nuestra querida piel de toro, nos provoca muchas más lagrimas que sonrisas.
Aquí hemos repetido en diversas ocasiones que no se puede acusar a nadie, a Sánchez tampoco, sin que existan pruebas y sin darle la oportunidad de defenderse. Pues bien, hemos tenido ocasión de ver abundantes e indubitables pruebas en no pocos medios de comunicación, entre los que se hallan algunos de reconocido prestigio, de que en su tesis hubo un plagio contumaz; y si el interesado, después de haber intentado mantenerla oculta de modo sospechoso, viéndose obligado al fin a mostrarla ante las presiones recibidas, renuncia a darnos explicación alguna... pues blanco y en botella, no se puede explicar lo inexplicable. Y que don Pedro no nos intente engañar de nuevo con aquello de que lo que ocurre es que los le critican son unos crispadores. No se puede confundir el verbo discrepar con el de crispar, que un doctor que se precie debe estar a la altura adecuada.
Pero la cosas están adquiriendo tintes dramáticos por otros motivos. Dos ministros del presunto gobierno “fotogénico” que nos presentó el doctor como joya de la corona, tuvieron que dimitir en pocos días, otros cuatro debieran haberlo hecho ya y no siempre por sus propios errores, que también, sino en algunos casos a causa del lugar en el que el propio Sánchez había puesto el listón para los demás -recuerden que el ministro Soria hubo de dimitir, no por haber cometido delito alguno, sino por unas presuntas mentiras al respecto de algo acontecido hace muchos años y por lo que no obtuvo réditos económicos-. Y, por supuesto, el primero que debería dimitir sería el propio doctor cum fraude, de tener el mínimo decoro y aplicar tal baremo. Pero la consigna debió ser otra, algo así como:”aquí ya no dimite nadie que, si no, hacemos más el ridículo y nos quedamos en cuadro y nosotros no merecemos eso, así que chitón, cuando puse ese listón era para otros, que nosotros somos los buenos y vamos a aguantar aquí un mínimo de dos años y después ya veremos, pero que nos quiten <<sobre todo a mí>> lo bailado”
Y lo que parece poco digno es permitir -aunque se niegue- al Vicepresidente de facto y ministro de Asuntos poco edificantes, el antisistema Pablo Iglesias, ir a mediar con presuntos delincuentes encarcelados o huidos, para obtener un aval -a unos presupuestos que pueden no salirles bien, pero eso era lo menos- y a un precio que no nos atrevemos siquiera a imaginar.
En el anterior artículo hacíamos un paralelismo entre Kérenski y Azaña y otro a continuación entre ambos y Sánchez, pero la verdad es que uno empieza a temer que, en realidad, PS sea la reencarnación de Largo Caballero. Un conocido locutor repetía muchas veces, hace ya unos años, una frase <<…hemos pasado de Largo Caballero a corto Zapatero>> y el caso es que ahora a todos se les ve cada vez más el plumero.