Fue el escritor y dramaturgo Jules Renard quien dijo: “de vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes”.
No sabemos si Pablo Iglesias Turrión conoce a Renard, pero en una comparecencia en el Senado en la que se le requirió para declarar sobre la posible financiación ilegal de su partido, atestiguó: "He podido decir cosas que ahora no comparto y rectificar en política está bien. La situación política y económica en Venezuela es nefasta", en referencia a sus múltiples manifestaciones anteriores y lisonjeras hacia el régimen bolivariano de Venezuela. En esa misma comparecencia dijo, tres años más tarde del hecho, que sentía haber expresado su deseo de que Mariló Montero fuese azotada hasta sangrar -recordemos también el silencio culpable del feminismo militante-.
No tengo claro hasta donde puede llegar o no la inteligencia del personaje, pero ser listo, elocuente, rápido y despierto en el enfrentamiento verbal es lo mínimo que se le puede requerir a un político. Fíjense que en ningún caso se ha atrevido -como siempre- a reprobar el régimen chavista de Maduro y esto suena igual que cuando evita censurarlos diciendo aquello de “condenamos todo acto de violencia” para salir del paso sin condenar nada. Lo único que ha hecho realmente es decir una obviedad innegable pues negar que la situación venezolana es un desastre resultaría como mínimo patético, aunque sea lo que ha hecho hace poco el “moderado” Errejón en unas recientes declaraciones a un periódico chileno que probablemente él pensaba que pasarían desapercibidas en España. Y no olvidemos que Iglesias salió entonces en defensa de don Íñigo corroborando su discurso así que, ¿en qué quedamos? No está mal que un dirigente de Podemos haga afirmaciones del calibre que ha hecho el supremo líder del “leninismo amable” porque, al fin y al cabo, recular es una forma de reconocer la derrota, aunque sea nada más y nada menos que la derrota de las ideas.
Lo de sentir la ofensa a la señora Mariló no solo llega muy tarde, es que sentirlo es una cosa y pedirle disculpas a la agraviada ni lo ha hecho ni lo va a hacer.
Así que, Pablo, mentir mientes muy mal. Seguro que no faltará quien te crea o te disculpe y hasta crea que estás cambiando, pero la mayoría nos partiríamos la caja al oírte si no fuesen tan tóxicas tus intenciones. Eso se asemeja mucho a lo que la Iglesia católica denomina arrepentimiento por atrición, que es el que se tiene solo por temor a las consecuencias.
Pero no crean, no hay ningún sentimiento de compunción. Todo forma parte de la misma política de embaucamiento.